Onetti se entrelaza con Felisberto sobre la mesa, mientras Ida Vitale habla de animales libres de nuestras tierras y otras lejanas. Bajo el cordón, canarios de varios pelajes los observan. Turistas y citadinos revuelven los libros en oferta desde 50 pesos. Dos niños se acercan a ver una familia de conejos, los ojos rojos se asoman de la jaula. Las cotorras estiran las alas en busca de una rendija entre el alambre. Pero su libertad no está en descuento.
Sofía Tardaguila concurre a la feria de Tristán Narvaja un domingo más, baja por esta calle emblemática que nace en la Biblioteca Nacional y serpentea llena de reliquias, antigüedades y libros. Peces y tortugas no corren la misma suerte de navegar entre los curiosos, sino que ven el revuelo desde sus peceras de vidrio en 18 de Julio.
Aunque lo evite, se encuentra con esta realidad deplorable al llegar a la intersección de Tristán y Mercedes, donde jaulas amontonadas hospedan pájaros de diferentes tipos, gallinas, conejos e incluso patos. Esta vez no mira para el costado, sino que, celular en mano, retrata la escena y la divulga en sus redes. Sofia cuenta que, si bien sabe de la existencia de estos puestos desde la infancia, cree que es momento de accionar porque “mirar para el otro lado no es la solución”.
Se informa en las diversas organizaciones de cuidado animal y sobre las leyes que hablan del trato responsable y la venta ilegal de animales. Lanza una recolección de firmas por la página web Change.org, que a su vez luego envía los resultados a los entes competentes en el tema, en este caso la Intendencia de Montevideo (IM), el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca y su Comisión de Tenencia Responsable y Bienestar Animal (Cotryba).
Fuera de la pecera
Más allá de la legalidad, la preocupación radica en las problemáticas que pueden sufrir al vivir en malas condiciones. Incluso, explica Mauricio Álvarez, presidente de Conservación de Especies Nativas del Uruguay (COENDU), la venta de animales catalogados como mascotas o de granja es legal. Conejos, gallinas, canarios, patos criollos, cotorras, son comercializables, aunque sí son pasibles de ser sancionados quienes los trasladen o exhiban en condiciones inadecuadas.
Jeniffer Langlois, voluntaria de la ONG para la conservación de tortugas Karumbé, afirma que es fundamental el cuidado que se les da a animales silvestres, el espacio de alojamiento, la luz solar o la alimentación. En el caso de las tortugas, la falta de estos cuidados puede generar deformación del caparazón, manchas, hongos o infecciones.
Algo similar ocurre con las aves, agrega Álvarez, porque al estar tanto tiempo enjaulados les cuesta recuperar la musculatura alar, fuerza y capacidad de vuelo. A ciertos animales les es incluso imposible reinsentarse en el medio salvaje, como las tortugas de tierra que provienen de sitios áridos y no encuentran en Uruguay un ecosistema acorde, y deben por ende vivir en cautiverio, agrega Langlois.
La ley 18.471 determina la necesidad de proteger y conservar el bienestar del animal, en condiciones físicas, sanitarias, alimenticias acordes a su especie, además de las situaciones que son pasibles de sanción. El incumplimiento de la ley puede llevar a la confiscación del animal, una multa o la suspensión de permisos o tenencia.
Cuando se recibe una denuncia sobre puestos comerciales como los de las ferias, la policía se acerca con inspectores de la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama) para decomisar los animales, y en algunos casos las jaulas. El problema es que muchas veces los vendedores no son sancionados o advertidos, porque “hay mucho desconocimiento por parte de las autoridades”, acota Álvarez, en referencia a los policías.
Reinserción natural
El destino de los animales retirados es muy variable. Karumbé tiene un terrario que pretende ser un ambiente lo más parecido posible al hábitat natural, en el cual se adaptan, describe Langlois, a estar con otras tortugas para luego ser liberadas en bioparques. “Al haber sido tantos años mascotas les cuesta la adaptación”, agrega.
Debe tenerse cuidado antes de una liberación, ya que si se desconoce la procedencia del animal, una especie exótica podría generar un daño al ecosistema y la fauna local. Allí es donde chocan profesionales, sobre todo de la Facultad de Ciencias, con animalistas radicales. “No se priva de liberar fauna exótica por el animal, sino por el ecosistema, hay especies que pueden generar daño e incluso extinguir a otras especies”, comenta el presidente de Coendu.
Más de 60 mil personas ya se unieron a esta causa, y aún Sofia no ha tenido respuesta de los entes responsables. Pero sí logró que la problemática se visibilice. Mauricio Álvarez agrega que su organización ya se movilizó en otras ocasiones frente a esta feria, porque es la más visible. Sin embargo, Tristán Narvaja es considerada la más “sana y tranquila” de las ferias locales donde se comercializan animales, ya que en otros barrios incluso la Policía tiene problemas para interceder.
Para Langlois, el problema va a seguir mientras se sigan comprando animales en sitios no adecuados, mientras se siga creyendo que son mascotas. “Por el contrario, son animales que tienen que estar en la naturaleza. Lo importante es que sepan el daño que les pueden hacer teniéndolas de mascotas”.