Pedro Peña, autor del libro La noche que no se repite. Foto: Sebastián Gordano


 
La película La noche que no se repite, filmada en San José con un elenco mayormente local, con directores y el escritor de la historia, oriundos del departamento, “revolucionó” a una sociedad que contribuyó “orgullosa” en su realización.
La película, que hoy sigue en cartelera, se estrenó el 12 de abril en la Sala Nelly Goitiño y en Grupo Cine en Montevideo, y en 10 salas del interior. Recientemente fue seleccionada para participar en el Festival Internacional de Cine de Cúcuta, Colombia.
La historia parte de una broma que ingenian dos adolescentes “aburridos”, a un repartidor de pizza. Debido a una confusión, el delivery reemplaza el puesto de un asesino experiente a quien se le encargó matar a un fraudulento estanciero. Los personajes se ven involucrados en desenlaces insólitos durante toda la noche, en la que tendrán que lidiar con criminales, Oliveira y Sandro y, un tal Mauricio.
El proyecto, dirigido por Aparicio García y Manuel Berriel, obtuvo parte de su financiación por el Instituto del Cine y Audiovisual (ICAU) además ganó un fondo para post producción por Montevideo Socio Audiovisual.
Una gran respuesta social
El efecto en la sociedad josefina -como se les llama a los habitantes del departamento de San José-, fue “revolucionario”, según expresó a SdR, el escritor de la historia en la que se inspiró el filme, Pedro Peña, quien acompañó todo el rodaje.
La gente del pueblo colaboró en distintas formas para que el proyecto pudiera salir adelante: hubo inmobiliarias que prestaron locaciones para el rodaje, así como particulares que cedieron sus hogares mientras estaban de vacaciones; una panadería donó bizcochos y la Intendencia Municipal de San José (IMSJ) proporcionó el servicio del comedor para los quienes trabajaron en la película. Los técnicos se alojaronen casas de familias, sostuvo.
Berrriel manifestó a SdR que hacer una película en San José tiene sus ventajas dado que “a muchas personas les enorgullecía que hubiera una película netamente maragata y eso hacía que estuvieran dispuestas a colaborar”. “En gran parte gracias a ese factor se pudo hacer la película“, acotó, puesto que el fondo del ICAU solo significó una cuarta parte del presupuesto total.
La IMSJ prevé declarar el filme de interés departamental, por eso este miércoles 23 habrá una reunión en la que participará el intendente José Luis Falero, aseveró la directora de Cultura de la comuna, Celeste Verges, quien subrayó la importancia de “promover la cultura nacional y local” en un país centralizado como el nuestro, y reconocer el valor de una producción hecha “con mucha fuerza, esmero, pasión y no con mucho presupuesto”. La película contribuye a “visibilizar las cosas muy buenas que pasan en el interior”.

Afiche de La noche que no se repite

 
Reforzar lo local
El escritor cuenta que “desde un primer momento se pensó filmar en San José”, que además “la historia tiene sentido más que nada en el departamento porque ya hay lugares bien definidos en la novela: la estación de servicio de la calle Colón, el puente, el vivero, Raigón, el camino del Parque Rodó” y la ciudad es “como una especie de personaje subyacente”.
Un aspecto que recibió algunas críticas fue el lenguaje. Los personajes dialogan con un acento característico del interior, en el que predominan las muletillas y los insultos, además se llaman “tarao” unos a otros de forma constante. Según Peña, esto encierra “cierta violencia explícita” y “perturba a la gente más madura”, dijo que algunas personas comentaron que “el lenguaje tiene tanta intensidad que interfirió con el disfrute”. Aunque acotó que a algunos les pareció novedoso, “totalmente desenfocado de lo que se hace en cine en el país”.
Berriel utiliza el término “Canario Exploitation” para referirse al género de la película y agrega que si bien fue filmada en una comunidad puntual, podría representar a cualquier otro pueblo porque “se explotan las características propias de ser del interior”, no solo en el “habla” sino también con las “costumbres”, las que “se potencian y se mezclan con situaciones un poco grotescas de acción y sexo que son parte de la cotidianidad”.
La noche inspira
Peña publicó en 2010 La noche que no se repite. La historia surgió en 2008, y salió a luz paulatinamente, en entregas semanales que hacía el autor, también docente, para el diario local Primera Hora.
Se le ocurrió la idea durante el proceso de edificación de su cooperativa de vivienda, mientras cumplía guardias como sereno de la obra. Una noche pensó en llamar a un delivery para pedir pizzas y recordó que el sitio era “tan alejado del centro” que no iban a querer llevarle el pedido “por las dudas de que pudiera pasarle algo al pizzero”. Ese hecho dio lugar a parte de la trama: un pizzero concurre a un lugar alejado, donde lo roban. La acción “se convirtió en una broma” y “después intervinieron cosas más pesadas que tienen que ver con con el mundo de la criminalidad”, expresó.
En cuanto a los personajes, tanto el delivery -conocido como “el gordo Pablo”- como los dos jóvenes rebeldes, son inspirados en personas reales. Eran “compañeros” de Peña: a “el gordo Pablo” le hacían bullying, mientras que los jóvenes hacían cosas “muy disparatadas” y “siempre estaban al límite”. En tanto, los matones Oliveira y “el Sandro”, “no están inspirados en un modelo real, son creación de ficción; no hay, en San José, un criminal de este tipo, tan bizarro”, sostuvo.
El libro fue publicado por Altasor, una editorial peruana, y recién en 2015 se imprimió en Uruguay, de la mano de la editorial Cosecha Roja, que sacó dos ediciones; el autor estima que ahora se realizará una tercera, a raíz de la película.
Producto de la casualidad
Consultado por SdR sobre si hay algún cuestionamiento implícito a una tendencia a seguir la rutina sin cuestionarse, el autor responde que la hay, pero que no cree que haya sido intencional. “Usualmente las personas cumplen, aunque no quieran y sin siquiera planteárselo, la función social que le es adjudicada de forma impecable”.
Algunas personas necesitan un “golpe de suerte o una tragedia” para replantearse su vida, que les llegue la “iluminación” y cambiar. “Al gordo Pablo le pasa un poco eso, llega un momento en que dice ‘esto es mi vida’ porque su vida es hablar con el vecino de al lado sobre fútbol, masturbarse tras vichar a la vecina y después ir a trabajar. Al otro día va a ser igual “ y lo mismo podría pasarle a cualquiera, afirmó. En la película, este personaje rompe con lo rutinario y se entrega a la suerte que lo lleva a desenlaces inesperados.
Del teatro al cine
El rodaje duró un mes entero en 2015 y participaron entre 25 y 30 técnicos y, hasta 160 extras. Si bien el filme contó con las interpretaciones de Ernesto Pérez, Diego Montes de Oca, Diego “Moncho” Licio, Gabriel Ocampo, entre otros, también apostó a descubrir actores locales.
Agustín Sellanes, de 21 años, estudiante maragato de actuación teatral, fue seleccionado para hacer el papel de Oliveira de joven, momento en que descubr el gusto por el ambiente criminal. Pasó tres castings sin conocer de qué trataría el filme; no le dieron un guion, como en teatro, sino que tuvo que improvisar, contó a SdR.
El joven actor participó en obras teatrales infantiles y para adolescentes, y el cine era, hasta entonces, un mundo desconocido. El papel que le otorgaron en el filme rompía con las risas y el humor que acostumbraba, pero cuando le dijeron: “con la escena tuya va a arrancar la película“, sintió que tenía que dar su mejor esfuerzo.
Sellanes quedó “encantado con haber aportado un granito de arena”. Contó, con entusiasmo, que llegaron a citarlo a la una de la mañana para grabar y que amaneció mientras lo hacían. Además, dijo que se generó un “ambiente super buena onda” y podían compartir “una cena, un mate” con los directores. Rió al recordar que las maquilladoras “enloquecían” porque se comía la sangre, que en realidad era cocoa con colorante y “tenía gusto rico”. Participar en una película fue “una experiencia que le gustaría volver a repetir”.
Camila Santana

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