Foto: tomada del sitio www.ferrocarrilfc.com

Eran las tres de la tarde de un sábado soleado de invierno; el clima invitaba a salir, a disfrutar del día. Los vecinos se acercaban de a poco con sillas y mate bajo el brazo; ésta era la previa del esperado partido. En la cancha, situada en pleno barrio Buceo, ya estaban los dos equipos: por un lado Enrique López, con casaca roja a rayas blancas; y por el otro, Exploradores de Artigas, con camiseta tricolor, en homenaje a la bandera artiguista.
El partido comenzó en punto, la cancha de tierra hacia que con los primeros trotes se levantara el polvo en el aire, la línea de cal que la delimita estaba desdibujada. Esto, en la antesala del partido, ofuscó al juez, que gritaba con un tono áspero: “Gurí, no pises la línea, que todavía quedan varios partidos por jugar”.
Los pequeños corrían como en manada, se notaba la ansiedad de cada jugador por darle un toque a la pelota para acercarla al arco rival .Entre todos los niños se encontraba Franchesca, la única niña del cuadro. Ella corrió, empujo y pateó a la par, con la misma tenacidad que sus compañeros .
“¡Dale Nicooo, metete en el partido! “, gritaba una madre que estaba pendiente de cada movimiento de su hijo; lo seguía con la mirada por toda la cancha. Tenía el ceño fruncido y su rostro contraído. No pasaban más de unos pocos minutos cuando volvía a emitir una mezcla de sonidos guturales con palabras de aliento para el niño. Al lado de ella se encontraba un hombre, quien por sus comentarios, estaba a la altura de un director técnico de primera liga. Ambos como enajenados -aunque él solo hablaba- vivieron el partido en medio de un diálogo de sordos, eran ellos dos juntos pero solos, siguiendo atentamente la ac tuación futbolística de su hijo. Él, opinando con frases como “a esta edad patear con la otra es muy difícil” .Ella, gritando una y otra vez “¡Nicooo, dale,  jugá!“. Nunca supe con exactitud quién era Nico, supuse que por estar muy concentrado en el juego o simple vergüenza al saber que sus padres se encontraban a unos metros, no se dio por aludido.
El juez, que vestía bermuda negra y remera con diseños ovalados en diferentes tonos de gris, tendría alrededor de 55 años .Su aspecto físico no era el de una persona dedicada, al menos ahora, a practicar deporte. Sus brazos y piernas eran voluminosos, tenía cabello gris, su andar era lento y pausado. “Aquel le tiene que gritar lo que tienen que hacer”. Palabras de un espectador a otro, refiriéndose a la actitud del director técnico, quien hasta ese momento no había dado indicaciones al equipo, solo lo miraba. Tan es así que unos minutos después comenzó aquel sujeto a oficiar de técnico, dirigiendo los pases,moviéndose de un lado para otro de la cancha; algunos niños lo miraban desconcertados, no entendían por qué él ordenaba el juego.
Ambos equipos se mostraron concentrados en el partido, aunque pocos lograban quedarse en su posición esperando un pase, se movían como en bloque detrás de la pelota.
“¡Dale Pedro, dale!. Pasala cortita y seguí“. Algunas de las indicaciones del técnico tricolor, que fue el protagonista del partido por haber anotado los dos goles que dieron la victoria a los “Exploradores de Artigas “. Cada vez que Pedro tocaba la pelota se notaba la atención de la hinchada, porque varios se paraban para ver mejor. En ambos goles los festejos de los jugadores se dieron de la misma manera, golpeándose pecho con pecho entre sus compañeros, como forma de demostrar el sentimiento y pasión con que juegan. Estos festejos no duraban más de un minuto, casi al instante se ubicaban en sus lugares para seguir jugando.
Los cachetes colorados y las cabezas sudadas se mezclaban con la respiración entrecortada. La mayoría prestando la máxima atención, subían los brazos cada vez que recibían un pase, para evitar tocarla con la mano.
Una mujer,que miraba el partido parada, atenta, al costado de la cancha,  apretaba entre sus brazos una campera, unos cuantos talles más chica que la que ella podría usar; en su cara tenía dibujada una sonrisa. Me acerqué  a preguntarle qué categoría estaba jugando y me contesto sin mirarme: “es la 2007 “.
Belén Mainé

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