El 21 de diciembre del 2014 a las 21:30 horas, a sus 19 años, Marcos Mosquechi sufrió un accidente de tránsito. A las 2 de la mañana del día siguiente fue informado de que se le amputaría una pierna producto del siniestro. “La salsa de disparates que le dije al médico no tiene nombre. Le dije que la pierna se la iba a cortar yo a él, porque sentía el pie entero, pero me lo había amputado el accidente”, recuerda el joven. Quien le cambió el chip fue la médica que lo asistió. “Ella me dijo que tenía una vida por delante y que iba a poder hacer mi vida normal. Me dijo ‘vas a poder saltar, andar en bicicleta y hacer lo que quieras”‘. Actualmente, Mosquechi es jugador de Progreso y de Real Voluntad en Argentina, y fue mundialista con la selección uruguaya de fútbol para amputados. Además trabaja en un depósito de armado de carretillas.

Cuando conoció la Asociación Pro Recuperación del Invalido (APRI), una organización sin fines de lucro dedicada a la rehabilitación e integración de usuarios con discapacidad motriz, Mosquechi descubrió que podría tener una gran calidad de vida, aunque no sabía que con el correr de los años se volvería mundialista al frente de su selección. “Cuando vi a todos peor que uno, porque vi muchísimas discapacidades, me di cuenta de mi situación y dije ‘fa, te la regalo”‘, cuenta a Sala de Redacción. El descubrimiento del fútbol de amputados ocurrió en su período de trabajo en APRI. Mosquechi practicaba en sus tiempos de descanso y no jugaría con muletillas hasta integrarse al plantel. “Al principio me chocó verlos, la visibilidad empieza cuando ves un caso y después lo ves por todos lados. Pero sin dudas desde que entré en APRI se me abrió la cabeza”. A sus 28 años, puede decir que representó a su país en básquetbol, al jugar Copa América y Sudamericano, y que disputó un mundial y un sudamericano con la celeste en el fútbol. “El haber competido internacionalmente lo viví más profesional, como si hubiese jugado al fútbol de once”, cuenta a SdR.

Mosquechi es uno de los protagonistas de la Liga de Fútbol para Amputados de Uruguay, una organización que cuenta con clubes formados y con otros que aportan jugadores a otros equipos. La liga también presenta la particularidad de tener equipos fusionados que, por sí solos, no alcanzarían a reunir el número suficiente de jugadores para integrar un plantel competitivo. Estos clubes son Sportivo Rodó, que se fusionó con Juventud de Las Piedras, y Futbol de Amputados de Maldonado (FAM), que lo hizo con Rampla Juniors. Plaza Colonia aporta a la liga y también tiene varias disciplinas para personas con discapacidad, lo que le da una funcionalidad integral como club. En tanto, el FAM no pertenece a ninguna institución, sino que se dedica al aporte de jugadores.

Todo a pulmón

El fútbol para amputados se practica con 7 jugadores por equipo –6 de cancha y un arquero de cada lado– y se juega en bastones canadienses o muletas, sin prótesis. La excepción es el arquero, que tiene como única limitación permanecer dentro del área de su arco. Los partidos se juegan en dos tiempos de 25 minutos cada uno, con un período de descanso de 10 minutos. Cada equipo cuenta con un “tiempo muerto” de dos minutos en cada partido. La regla del off-side no se aplica y la cantidad de cambios es libre. En caso de que la pelota toque en uno de los bastones de los jugadores, el juez cobrará “mano” según entienda que hubo o no intención. Respecto a la cantidad de jugadores que pueden integrar un plantel, existe un límite preestablecido de 18 por plantilla, pero los equipos han llegado a un acuerdo común de no excederse de 7 jugadores cada uno, ya que se entiende que con 18 integrantes podría conformarse más de un equipo por club.

El presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol para Amputados (AUFA) y ex jugador de la disciplina, José López, comentó a Sala de Redacción que existen chiquilines que tuvieron accidentes ya de grandes y a algunos les costó salir de su casa después de la pérdida de una extremidad. “Vos ya venís adaptado a algo y viste que a la cabecita nuestra le cuesta adaptarse a los cambios. Te acostumbrás, pero cuesta. Para algunos, la situación fue tan grave que tuvimos que ir a buscarlos hasta a sus casas durante un año entero”, rememoró López.

En el año 2018 se presentó la primera experiencia de fútbol para amputados de Uruguay como selección. Cuando el seleccionado uruguayo viajó al mundial de México, lo hizo sin tener una liga formada en nuestro país. Lo que en aquel entonces se presentó como Selección Uruguaya de Fútbol de Amputados fue un rejunte de jugadores que tenían una preparación mínima, los integrantes apenas se conocían, varios estaban recién amputados y algunos todavía estaban aprendiendo a patear con un solo pie.

El deporte aún está en proceso de desarrollo y muchas veces requiere de un esfuerzo extra para competir tanto a nivel local como internacional. “Cuando yo ingresé a la disciplina y me enteré de estas competencias internacionales, sabía que la preparación era bastante amateur más allá del compromiso y profesionalismo tanto de jugadores como del cuerpo técnico”, expresó López, y destacó algunas dificultades cotidianas como tener que pedir permiso para faltar al trabajo. Respecto al plano económico, el presidente de AUFA comentó que “se hace todo a pulmón”, vendiendo rifas, tratando de conseguir empresas que donen materiales, como bastones, championes y agua para los jugadores y jueces. “No es plata, pero sirve para no sacarla de tu bolsillo”, agregó. El apoyo económico es difícil de conseguir. Si bien han recibido ayuda de la Secretaría Nacional de Deportes, nunca se logra costear el 100% de los gastos.

En el torneo nacional cada uno de los jugadores debe costear sus viajes para jugar los partidos. Por eso las fechas se realizan solo una vez al mes. La AUFA es una organización sin fines de lucro y al no tener un ingreso mensual, sin venta de rifas, no tiene fondos. “Lo nuestro no es solo plata. No precisamos que nos den 1000 dólares o 2000 dólares, darte las gracias y no vernos más, sino que ayuden a mantener la disciplina para darle otra realidad a los pibes. Hay pibes que viven de pedir monedas en un semáforo, no queremos que se sientan solos”, remarcó López, y agradeció especialmente a Pablo García, de Progreso, y a Luciano Varela y Cristian Butín, ambos de Plaza Colonia, por ser jugadores fundamentales para desempeñar un rol motivacional y lograr que sus compañeros salgan adelante.

Es que entre los que han perdido alguna extremidad, los ánimos y las voluntades para readaptarse a la práctica deportiva varían. Algunos procesos son más lentos. En otros, en cambio, no hay lugar para dudas. Es el caso de Ezequiel Casariego, quien a sus 20 años defiende el arco de la selección uruguaya en el fútbol para amputados. Casariego perdió uno de sus brazos a los 19 años por cáncer de huesos, pero eso no significó una limitación para el arquero celeste. El amor por el deporte y las ganas de jugar fueron de fuerza mayor para volver a entrenar una vez recuperado de la operación. “El pibe salió de la amputación y al otro día estaba en el gimnasio levantando fierros. Lo vieron, lo llevaron al fútbol y en cuestión de meses se volvió el golero principal  Para algunos la situación fue difícil, pero hay otros que llevan el deporte en la sangre”, concluyó Mosquechi.

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