Desde el inicio de la guerra civil en Sudán el 15 de abril de 2023, el pueblo de ese país se ha visto atrapado en una lucha de poder que enfrenta a las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS) y las Fuerzas paramilitares de Apoyo Rápido (FAR), dos fuerzas militares que en el pasado fueron aliados. Este conflicto desencadenó una de las peores crisis migratorias recientes con 10,7 millones de desplazados internos y 1,7 millones de personas que han huido del país en busca de refugio, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Para poner en contexto y comprender por qué está sucediendo este conflicto en Sudán, Sala de Redacción conversó con Silvia Perazzo, magíster en historia contemporánea de África y presidenta de la Asociación para las Naciones Unidas de la República Argentina (ANU-AR).

Perazzo mencionó que desde su independencia en 1956, “Sudán ha tenido una relación conflictiva con el modelo democrático”. Según la experta en historia contemporánea de África, “los militares siempre tuvieron un rol preponderante porque la democracia no se ajusta a sus intereses”. “Están todos enquistados en el poder con las principales cofradías, musulmanas y religiosas “, advirtió. Esta dinámica ha llevado al país a vivir un “ciclo de golpes de estado y breves períodos democráticos” que no lograron consolidarse.

Además, Perazzo destacó que históricamente las lealtades en Sudán “han sido verticales”, lo que ha impedido la implementación de una democracia participativa. Para ilustrar este punto, explicó que “la población tiende a obedecer al que tiene más arriba como la autoridad nacional, la familiar o la del clan”, lo que, según la experta, ha perpetuado las estructuras de poder en el territorio y ha sido un factor clave en la prolongación de la violencia y la inestabilidad política.

Silvia Perazzo. Foto: Legislatura Porteña.

Consultada sobre las similitudes y diferencias entre este conflicto y otros en el continente africano, como la Guerra de Somalia o el conflicto armado en el Congo, subrayó un patrón común: “la imposición del sistema democrático europeo”. “La democracia como sistema universal no va dentro de todas las sociedades; en África no encaja en muchos estados. En lugar de dar espacio a los partidos políticos, se transforma en grupos armados”, explicó a Sala de Redacción. En el caso de Sudán, señaló que el conflicto “se distingue por ser puntual entre militares que toman de rehén a la población civil”.

Según la historiadora, durante la dictadura de Omar Hasán al-Bashir que duró 30 años se consolidó un ejército poderoso y una fuerza paramilitar ―la milicia Janjaweed―, que fue la herramienta del régimen para cometer algunas de las peores atrocidades como el genocidio en Darfur ocurrido el 23 de febrero de 2003. “Estas dos facciones, una militar y otra paramilitar, son las que actualmente están en pugna por el poder”, resumió.

En cuanto a los recursos naturales de Sudán, que incluyen valiosos yacimientos de oro y petróleo en la región de Nubia, Perazzo explicó que aunque estos se encuentran en Sudán del Sur depende de Sudán para su exportación. “El petróleo es crucial, [los militares] toman las refinerías y los pozos de extracción”, describió Perazzo y detalló cómo ambos bandos se apropian de estos recursos dejando al gobierno sin opciones, hecho que “termina por afectar directamente al pueblo sudanés”.

Víctima de ambiciones extranjeras

El conflicto actual se ha visto agravado por la intervención de actores externos como Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, que juegan un papel crucial en la financiación y suministro de armas, lo que añade una dimensión internacional que no puede ser ignorada. “El dinero, el entrenamiento y las armas provienen del otro lado del Mar Rojo”, subrayó Perazzo y enfatizó la importancia estratégica de Sudán en la región. 

La relación con los países del Golfo no sólo fortalecen a las fuerzas paramilitares sino que también “complican la posibilidad de una solución al conflicto”. Estos países tienen grandes intereses económicos en la región, particularmente en lo relacionado con el petróleo. “Arabia Saudita se comprometió a apoyar la lucha de estas milicias para conservar el poder y a cambio, éstas fuerzas contribuyen en la península arábiga en el conflicto armado en la República de Yemen, lo que permite la continuidad del conflicto”, sostuvo Perazzo.

Un factor que agrava la situación actual es la presencia del grupo Wagner, un ejército privado con conexiones sombrías con Rusia. “Wagner sigue los pasos de Rusia”, comentó la historiadores. Además destacó la intervención de los mercenarios rusos en la explotación del oro en Sudán: “Al Burhan le habría dado concesiones a Wagner en la explotación del oro a cambio de ayuda militar y protección para las fuerzas armadas sudanesas”.

La conexión con el conflicto en Ucrania también es evidente debido a que el territorio sudanés se ha convertido en un peón en el tablero geopolítico global. “Al gobierno sudanés no le pareció mal empezar a hablar con Wagner”, explicó Perazzo, lo que demuestra cómo el país sigue siendo un terreno fértil para la injerencia extranjera.

Ucrania es uno de los principales productores de cereales mientras que el continente africano se destaca por ser uno de los mayores consumidores de este alimento. El conflicto entre Rusia y Ucrania impactó de manera significativa a ambas partes. Rusia bloqueó el paso de mercadería, lo que llevó a Sudán a solicitar en la cumbre Rusia- África un corredor que asegure a través de Egipto la llegada de los alimentos. A cambio, Rusia pasó a tener privilegios en las concesiones referidas a la extracción de oro. Esta situación favoreció un acercamiento entre las fuerzas armadas de Sudán y el presidente de Rusia, Vladimir Putin.

En medio de esta lucha de poder los civiles son los que padecen las consecuencias más graves. “La crisis humanitaria es devastadora y la hambruna es terrible”, remarcó Perazzo. “Médicos Sin Fronteras alertó sobre la situación, pero esto no parece afectar a los bandos en conflicto”.

El legado de Al-Bashir y su influencia en el presente

El ex presidente Omar Al-Bashir fue removido del poder el 11 de abril de 2019 pero las raíces de violencia continúan firmemente arraigadas en el suelo sudanés. “Los militares son una casta en Sudán absolutamente corrupta, que por su vinculación con el poder han estado ligados a prebendas; desde concesiones petroleras y la extracción de oro, hasta de comercio”, remarcó Perazzo. 

La dictadura no solo dejó una huella de sangre y represión sino que también convirtió a Sudán en un refugio para terroristas, entre ellos Osama Bin Laden. Según Perazzo, “Al-Bashir estuvo involucrado en cuestiones turbias en África, como el apoyo a Muamar el Gadafi [dictador libio] en la desestabilización de Egipto. Además, permitió que su territorio fuera utilizado como campo de entrenamiento para milicias de Al Qaeda” y remarcó cómo el país se convirtió en un actor clave en la geopolítica del terrorismo. A cambio, “el dictador recibió armas y entrenamiento militar, que utilizó para dominar a toda oposición interna”.

El régimen de Al-Bashir pudo mantenerse debido al apoyo internacional que recibió durante mucho tiempo. En este sentido, Perazzo explicó que “Estados Unidos lo respaldó en una relación que tuvo altibajos”. “China apoyó al régimen a través de concesiones petroleras en Sudán mientras que Brasil, bajo la presidencia de Lula da Silva, buscó el voto de Sudán para la reforma del Consejo de Seguridad en el año 2004. A cambio, el dictador exigió silencio sobre las violaciones de derechos humanos”.

Consultada sobre la trascendencia del conflicto en Darfur en la segunda guerra civil sudanesa, la historiadora señaló que el conflicto se “prolongó” desde 1983 hasta 2005 y culminó con la independencia de Sudán del Sur. Durante este período el presidente Al- Bashir “hizo todo lo posible para evitar la independencia, utilizando tácticas que iban desde dinamitar pueblos hasta utilizar el petróleo como arma de guerra, volviéndose contra su propio pueblo”. Además destacó que “el propio gobierno estuvo involucrado en el tráfico y comercio de personas, así como en la explotación sexual y laboral de mujeres y niños”.

Mercancía bélica
La violencia sexual constituye un arma de guerra en el conflicto sudanés. Las mujeres han sido el principal objetivo de las violaciones y muchas de ellas se han visto forzadas a esconderse en los bosques, lejos de la civilización, ya que sus cuerpos son utilizados como mercancía. En el año 2014, un informe publicado por Human Rights Watch reveló que en Tabit, al norte de Darfur, el ejército sudanés violó a 221 mujeres en un período de 36 horas.

El genocidio en Darfur llevó a un cambio significativo en el conflicto: la transformación de la milicia Janjaweed en las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR). “La población odiaba a la milicia por lo que habían hecho en Darfur”, explicó la investigadora a Sala de Redacción. Este movimiento “intentó unificar a las Fuerzas Armadas” aunque las FAR, acostumbradas a “actuar al margen de la ley, resultaron ser poco confiables”. “El poder de ellos se basa en amedrentar a la población, a la que utilizan como moneda de cambio para conseguir lo que quieren”, advirtió.

Perazzo también fue consultada sobre el rol de los medios de comunicación y las redes sociales en la cobertura del conflicto. Al respecto, subrayó que “en general a nuestros Estados latinoamericanos no les interesa lo que pasa en África, salvo que involucre alguna cuestión geopolítica”. Este desinterés en la cobertura mediática ha contribuido a que “el problema reciba poca atención”, hecho que remarca la desconexión existente entre el continente africano y las regiones más alejadas.

Sobre su perspectiva de la situación y si vislumbra una solución al conflicto, Perazzo opinó que “el desafío es lograr que ambas facciones vean el beneficio de un acuerdo de paz, que lo vean como algo más redituable que la guerra”. Indicó que Sudán sigue siendo un país donde la paz es una posibilidad lejana. “Mientras tanto, la comunidad internacional no tomó real conciencia, o simplemente, prefiere no hacerlo”, finalizó. 

Facundo Nolla y Milagros Machado

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