LA FIESTA EN TRES COLORES
Si bien México había ganado los dos primeros partidos del mundial de Rusia, llegó a la última fecha aún sin estar clasificado, aunque estaría en octavos de final solo con un empate ante Suecia. Es más, si Alemania perdía puntos ante Corea, en el otro partido de la última fecha de la serie, México estaría en la siguiente fase aún perdiendo.
A miles de kilómetros de su tierra natal, para sentirse más cerca, un grupo de mexicanos se juntó a ver los partidos de su selección. Miguel reside en Uruguay desde hace cinco años; trabajaba en un restaurante en México y un compañero le ofreció sumarse a un proyecto que implicaba mudarse a Uruguay. Aceptó y hoy está en Montevideo, donde lleva a cabo su propio emprendimiento, “Tlaxkalli”, en el que, junto a su pareja uruguaya, Natalia, elaboran masas de tortillas y totopos de maíz, características de su tierra natal.
Comenzaron a vender tacos en ferias, y a través del boca en boca se dieron a conocer. Ello acrecentó el número de clientes, que en su mayoría los contratan para recordar su cultura en los cumpleaños, en fechas patrias como la independencia de México, y también en el Mundial. En la Copa del Mundo de Brasil 2014, Miguel vivió dentro de las cocinas. Ahora, ambos lo disfrutan trabajando gracias al crecimiento de su proyecto y casi no duermieron en estos días debido a la alta cantidad de pedidos. En los partidos del Mundial también trabajan con colombianos, para quienes han cocinado grandes cantidades de tortillas y tacos.
Su negocio tuvo un giro cultural este año, específicamente con un grupo de mexicanos con quienes organizaron reuniones para ver los partidos del Mundial de Rusia. Comenzaron planificando una simple reunión, que poco a poco fue creciendo. Primero, cada uno se ofreció a llevar algo característico de México; luego, una pareja puso a disposición bebidas típicas mexicanas como la cerveza Corona y el tequila, lo que motivó a Miguel y Natalia a hacer tortillas para todos.
Partido a partido
El primer partido contra Alemania fue una locura, recuerdan, y en el último juego de la serie la mesa estaba servida: parrilla prendida, verduras asándose para las salsas, tortillas preparadas para luego hacer tacos y totopos. Un calor que mataba el frío de aquel sábado, que, soleado, estaba a tono con el ambiente de la terraza, de la que cuelgan muchas banderas de México. Ahí están cerca de 30 personas de todas las edades con sus camisetas verdes, reunidas, con el pretexto de un Mundial, para disfrutar de su exquisita gastronomía.
La previa había estado marcada por los nervios, pero después del partido llegó el festejo, que tuvo gusto a hazaña por haber dejado afuera al último campeón, algo inimaginable para los mexicanos que viven en Uruguay. Al ritmo de Cielito lindo, agotaron el stock de cerveza mientras conversaban, de muy buen humor. En el parrillero, Miguel y Natalia disfrutaron la osadía de sobrevivir en el Mundial y de haber disfrutado, a su manera, del trabajo y del partido. Además de haber cocinando para la reunión con sus compatriotas, también lo hicieron para cumplir con otros pedidos.
Extrañar la comida es una forma de extrañar la cultura. Mientras cae el segundo gol de Suecia, Miguel confiesa que extraña mucho el uso de la fruta. En México cuentan con una gran variedad y a un precio accesible, por lo que es normal consumirlas en licuados o aguas saborizadas. Desde que emigró, evita algunos ingredientes típicos de su país por el elevado precio de los productos en Uruguay. Ese es el caso de los jalapeños, que en algunas tiendas cuesta $700 el medio kilo. Por lo tanto, debe sustituir el picante por una salsa que es la preferida de sus clientes y se compone de tomate, cebolla y ajo. Todo asado a la parrilla y, aunque tradicionalmente luego se debería moler con un mortero, hoy opta por una opción más moderna: licuarlo. Algunas veces, cuando algún compatriota viaja a su país, se da el gusto de añadir picante a sus recetas.
De otras partes
Curiosamente, un chileno amante de la cultura mexicana fue el principal motivador de la idea. Se trata de Gonzalo, quien viajó muchas veces al país del norte porque investigó sobre su historia política. Como inmigrante, sabe lo que es extrañar su cultura y sus tradiciones. Ahora vive en Uruguay, y destaca que la forma de ser del uruguayo contrasta con la del mexicano, a quien señala como más amistoso y extrovertido.
Residiendo en Uruguay, notó la falta de una comunidad bien consolidada de mexicanos, en contraposición con la bien organizada comunidad chilena. Por lo tanto, Gonzalo aprovechó el mundial de fútbol para hacer contacto con los mexicanos residentes en Uruguay y comenzar a darle forma al proyecto.
En ese momento se llevó dos sorpresas. Por un lado, vio que algunos mexicanos no vivían en contacto con sus compatriotas ni con su cultura, mientras que, por el otro, varios uruguayos estaban interesados en conocer más sobre esa cultura. Los uruguayos basan su dieta en una escasa variedad de alimentos entre los que predominan el pan y la carne, pero en México la diversidad de alimentos es un reflejo de su población y territorio: el sur es más religioso, campesino e indígena, y tiene una fuerte influencia de la cultura Maya; mientras tanto, el norte cuenta con una fuerte influencia de Estados Unidos, es más variado y difícil de encasillar, según considera.
A futuro, el proyecto gastronómico apunta a generar encuentros en las fechas patrias mexicanas. Por ejemplo, el grito de independencia, el 15 de setiembre, festejo para el que en otras partes del mundo, los emigrantes mexicanos se reúnen y designan a alguien para que dé el grito, que se acompaña con mariachis y comida típica.
Al mismo tiempo, el emprendimiento tiene el objetivo de acercar a los uruguayos a México: “Queremos abrir esa puerta, por la vía gastronómica, para que los uruguayos se animen a conocer la cultura mexicana y la disfruten como yo y muchos más lo hemos hecho”, concluye Gonzalo.
Facundo Verdún