Charla con los creadores de Orsai en el bar Fénix. Foto: Edward Braida.

El Bar Fénix se preparó para la gala. En la puerta hay jóvenes esperando la hora de la charla mientras ríen y fuman. Otros se quedan mirando un vídeojuego que se proyecta en la pared de enfrente al bar. Los ansiosos entran para conseguir un lugar privilegiado. En el primer piso hay un cartel que dice “Orsai arriba”, indicando al público que debe subir. Por una escalera escueta y llena de afiches de películas clásicas se llega a la sala de la charla. Hay pop como centros de mesa, una feria con ejemplares de la revista Orsai y una mesa con dos sillas que esperan a los protagonistas de la noche.
El lugar queda chico, las mozas estimulan a que se conozcan entre todos sentándolos en mesas de distintos grupos de amigos. Todos en el lugar se simpatizan solo por tener algo en común: la pasión por la lectura de una nueva creatividad literaria en el soporte revista.
La revista Orsai surgió a partir de un intento de eliminar al intermediario entre el escritor y el lector. El nombre, como lo cuenta Hernán Casciari -uno de sus fundadores en una conferencia de Ted Río de la Plata-, nace por haber estado lejos de su familia en sucesos de tristeza y alegría; por no poder haberlos compartido se sintió “fuera de juego”. Con mucho para decir abrió un blog y lo nombró Orsai, la españolización del nombre en inglés a la regla de fútbol. La revista fue editada, hasta el año pasado -en que salió su último número- sin publicidad y manteniéndose de las suscripciones, con prioridad en la calidad del contenido e impresión. También abrieron una editorial propia y este año empezaron un nuevo proyecto: la revista Bonsai, pensada para que sea leída por toda la familia.
Llegan Casciari y Chiri Basilis -el otro fundador- y se sientan, en tanto el público espera por sus palabras. Casciari se excusa: por una gripe puede que hable entrecortado y con falta de gracia. Pide un té y argumenta que su malestar es por el periplo que iniciaron en Córdoba, donde se presentó en un escenario para su espectáculo “Un gordo que lee nervioso doce historias sobre un papel”. En Montevideo leyó en la intimidad del bar cuatro cuentos con tono anecdótico. El primero sobre cómo a los ocho años después de probar con el rugby termina haciendo catequesis; en el segundo, juega con los roles de los invitados a un casamiento; en el tercero, parte de un juego inocente por teléfono con el que, sin intención, empieza su adolescencia; y para el último reserva el humor y la crítica para explicar qué son los países y cómo se relacionarían entre ellos en el caso de que fueran personas. El público espera el final de cada cuento con expectativas y sin evitar las risas, y en sólo tres minutos con cada uno logra hacer humor, criticar y emocionar.
“La idea es viajar de arriba y que la gente pague”, destaca Casciari cuando es entrevistado por Sala de Redacción. Transpirado por la fiebre y nervioso por si alguien más quiere que firme las ediciones de Orsai y Bonsai, se hace un espacio para contar sobre el proyecto. “Con Chiri antes del mundial hicimos la promesa de hacer un viaje y pusimos como excusa el taller de anécdotas. Ir por todos lados buscando anécdotas”, remarcó. El proyecto consiste en recorrer alrededor de diez ciudades de Latinoamérica con talleres de treinta integrantes cada uno. Los participantes escriben las anécdotas y durante el taller junto a Casciari y Chiri, las van mejorando, aportándoles elementos de humor y suspenso. A partir de esas actividades se espera editar un libro con trescientas o más historias.
Según lo que detalló, la primera etapa es la del cono sur: Córdoba, Rosario, Montevideo y La Plata. La siguiente: Santiago, Cochabamba, Lima y Quito. Y a fin de año: Medellín, Bogotá y Costa Rica. En cada ciudad están tres días, hay un día de actividades y encuentros, y otros dos de talleres intensivos. No obstante, admite que la intención es verse un poco las caras con los lectores, y charlar.
En paralelo manejan otros proyectos. Detalló que Horacio Antuna, participante de las revistas, escribió un libro que hace cuatro días publicó la editorial. Casciari también editó otro, que no ha llegado a Latinoamérica, y también esperan lanzar “la Bonsai 4” antes de fin de año.
Los talleres que dictan son de cuatro horas en dos días con un costo de cien dólares por participante como forma de financiar su traslado y alojamiento. En Montevideo se presentó el 6 y 7 de setiembre. Al consultarle sobre qué perfil de talleristas buscaban, dijo: “Preferimos ingenieros, mecánicos, abogados, amas de casa. No queremos hablar sobre literatura. Queremos hablar de una historia. Entonces no están dirigidos a estudiantes de literatura o periodismo. Va con charlar un poco con la gente”.
El ambiente del bar es de un día cualquiera: murmullos, ruido a vasos y copas, y música de fondo. Los lectores siguen alternándose para saludarlos o para comprar alguna revista. Casciari y Chiri esperan sentados, muy tranquilos, que fluya otra conversación con alguien más que se quiera acercar. Entre todos ellos se conocen. Lectores, autores y quienes nunca leyeron las revistas, se sienten cómodos. Todos están adentro del juego. Durante la charla nadie queda en orsai.
Sebastián Bustamante

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