La sociedad uruguaya se ve afectada por una enfermedad mental llamada ludopatía. En el Hospital de Clínicas existen varios grupos terapéuticos para tratar esta adicción al juego, cuya prevalencia se encuentra por encima de la esquizofrenia y el trastorno bipolar. Mientras, la clase política y los empresarios tienden a minimizar el problema “porque recaudan más de mil millones de dólares al año” y el “afán de lucro se coloca por encima de la salud humana”, comentó a SdR el especialista Oscar Coll.
La ludopatía aparece en el momento en que el juego pasa ser una parte fundamental de la condición humana y comienza a producir daño o sufrimiento. El psiquiatra y director del programa de prevención y tratamiento del juego patológico del Hospital de Clínicas, Oscar Coll, comentó a SdR que el juego patológico tiene tres componentes en su causa. El de mayor peso (en un 50 por ciento) es el que emerge de un problema psicológico, puede ser a raíz de depresiones o la pérdida de un ser muy querido. Ante esa pérdida, los lugares con luces los hace entretenerse y ocultar el duelo: “primero va a tapar la pérdida, cosa que está mal hecha, y segundo la persona no está bien anímicamente como para mantener un control de las apuestas”, expresa Coll. Otro motivo psicológico es el exceso de codicia: hay personas que quieren ser ricas de manera fácil.
En segundo lugar, el 30 por ciento -cifra que no es menor- se debe a las causas sociales, provocado por la cantidad de ofertas de juego por dinero. Por último, los componentes orgánicos donde se estudian los genes, en donde determinados neurotransmisores cerebrales explicarían algunos casos respecto de familias ludópatas. Estos casos se registran en un 20 por ciento.
Las personas comienzan a manifestar la enfermedad desde edades tempranas (en la adolescencia) y en cuanto a al género, los porcentajes son casi iguales. La mujer juega mucho más que antes, y la edad promedio en el hombre desciende cada vez más. La mujer consulta -en una edad promedio- a los 55 años y el hombre a los 45.
A partir de 1995 surgen una serie de cambios a nivel mundial; la globalización, las apabullantes nuevas tecnologías, con el uso de internet los adolescentes comienzan a jugar al póker, videojuegos como el playstation, juegos en línea con otros jugadores. A Coll le tocó atender a varios jóvenes y “el daño comienza cuando dejan de estudiar, no tienen vida social, no se alimentan bien, no tienen vida afectiva, no hacen deporte, viven metidos ahí engordando”.
“El juego puede hacer daño rápidamente, obviamente que el juego destruye a la persona pero después afecta al entorno y a la familia, porque perjudica el patrimonio”, explica el médico.
La enfermedad tiene cuádruple ocultamiento. Primero la oculta el paciente porque es una enfermedad que estigmatiza, “es mal vista, de muy mala reputación entonces en vez de tratarse la oculta”. En el segundo caso la familia “sufre una enorme vergüenza, una gran humillación y también la oculta”. El tercer punto son los empresarios que dicen acá “todavía hay poca ludopatía”, pero “eso es mentira”. Y cuarto: la clase política, “algunos por ignorancia y otros que saben bien del tema y les conviene minimizar porque recaudan más de mil millones de dólares al año. Hace 12 años que están trabajando en el azar, hace 12 años que no para de crecer”, afirma Coll.
En un documento elaborado por el mismo Coll en el año 2016, llamado Ante los proyectos de ley de juegos de azar, se plantea: “un nuevo proyecto de ley sobre los juegos de azar se presenta al Parlamento Nacional en el Uruguay. Pero tristemente es más de lo mismo, es un proyecto centrado en la recaudación y explotación de los juegos de azar y de apuestas por dinero. Así planteado es un claro multiplicador de ludopatías. De nuevo el mercado y el afán de lucro por arriba de la salud humana”.
En el mismo documento se plantea que, según las últimas investigaciones en el tema, “el 2 por ciento de la población uruguaya mayor de 18 años, o sea 46.000 personas, presenta problemas con el juego; un 0,9 por ciento, es decir 21.000 personas, tienen juego problemático, y el 1.1 por ciento -unas 25.000 personas- tiene una ludopatía o enfermedad provocada por el juego, muchos de ellos con cuadros muy graves”. Y agrega: “las cifras confirman un problema de Salud Mental al estar su prevalencia por encima de la esquizofrenia y del trastorno bipolar pero también se ha vuelto un problema de salud física”.
Como si fuera poco, la publicidad “no respeta uno de los principios del juego responsable, tiene que ser medida, inclusive poner un cartel que anuncie ‘juego de riesgo’”, advierte Coll.
Entre historias
Actualmente en el Hospital de Clínicas hay ocho grupos de terapia, integrados por ocho a diez personas como máximo. Además cuentan con reuniones familiares, donde se establece dos por cada paciente. Coll explica que las reuniones entre familias enriquecen, es un espacio donde “se habla mucho de esta enfermedad y se trabaja el tema de la desconfianza -que es tremendo- y el estigma”. Las personas pueden solicitar ayuda por la línea de teléfono 0800 8631. Los que llaman en algunos casos son familiares que piden ayuda y en otros ocasiones son los mismos pacientes “que se sienten desbordados”.
El tratamiento consta de al menos dos años. En el primer año se logra la abstinencia, y “como toda adicción dejar el vicio durante los primeros seis meses es muy duro”. En el segundo semestre se empieza a trabajar con la persona para que pueda administrarse económicamente, “porque lo que tiene esta enfermedad es que la persona pierde la noción total del dinero”. En los casos más graves, se solicita que la persona solamente lleve la fotocopia de su cédula, que entregue las tarjetas de crédito, que no ande con dinero en efectivo y un familiar se encarga de darle la plata para la semana a modo de mantener el patrimonio de la persona y su familia.
El segundo año consiste en buscar las causas que provocaron la ludopatía. Los jugadores piensan que es una enfermedad crónica, incurable, pero Coll afirma que dado a su visión científica del problema, es posible dar altas a los pacientes cuando se corresponda.
Con respecto a este tema, el psicólogo Gustavo Álvarez, considera que una vez que la persona ya está diagnosticada, es una enfermedad crónica: “al cero no llegás, hasta por cuestiones neurobiológicas”. Y explica que, ante la ausencia de juego, el cerebro comienza a manifestar una sensación de insatisfacción -lo que produce un aumento de tensión- y la persona empieza a tener conductas como ansiedad y depresión, hasta que fantasean con una situación de juego. Cuando esa fantasía ya no logra generar placer o satisfacción, la persona se ve tentada a volver a jugar.
Un problema que crece
En otros países, los gobiernos pautan cada cuántos habitantes tiene que existir un casino. Es decir, cuando se abre un casino se piensa qué cantidad de población va a concurrir a él. Por ejemplo, Brasil tiene fijado un casino cada 500.000 habitantes, mientras que países de Europa como Portugal son más estrictos, donde abre un casino cada un millón de habitantes. En Uruguay esa relación directamente no se cumple. Coll expresa que “existen 35 casinos y somos tres millones”.
Por otra parte existe la oferta de juego online, que “para Uruguay es tremendamente peligroso”. Otro problema son los tragamonedas barriales, “se ven en cualquier lugar, cada vez más máquinas, ya hay calles enteras. Muchas de las principales calles de ciudades del interior están llenas de tragamonedas barriales, y lo que provoca es más ludopatía”.
Los departamentos de Paysandú y Maldonado son lugares con problemas de juego. Maldonado tiene grandes inconvenientes debido a sus grandes casinos turísticos, y esa población necesita ayuda pero el personal médico escasea. Entre Montevideo y Canelones, que tienen aproximadamente 2 millones de habitantes, “estamos totalmente desbordados”, dice Coll sobre la cantidad de grupos terapéuticos.La solución que propone Coll “es frenar un poco este crecimiento, limitando las ofertas de juego, que no ingresen más juegos a nuestro país y establecer por ley la Promoción del Juego Responsable”.
Dejar todo, no tener nada
Álvarez explica que, cuando ya no les queda dinero que apostar, la misma enfermedad lleva a algunas personas a realizar robos intrafamiliares. Y estos robos perduran en el tiempo, porque los mismos familiares los niegan.
Cuando empieza a faltar plata en la casa, “empezás a sospechar, tratas de pensar quién fue la persona que robó y anduvo en el lugar, y al final todo concuerda que es esa persona querida que vive contigo”. La misma familia lo niega por el propio vínculo y lazo afectivo que hay. Ya con una acumulación de situaciones que son “muy grotescas”, es donde se abre el panorama y comienzan “los pactos”: la persona dice que no va a volver a hacerlo y que necesita ayuda, acuerdo que en la mayoría de los casos se rompe.
El psicólogo atendió casos donde los jugadores han perdido su casa, y como consecuencia quedan desamparados también la mujer y los hijos. Ante el desamparo y la progresión de la conducta, lo que les queda es pedir dinero a prestamistas. En algunos casos de este tipo, lo que les queda es empezar con “conductas delictivas que pueden ser algunas más pasivas y otras más activas”. En general “no se da mucho que el individuo se convierta en un sicario por ser ludópata, sino que generalmente son hurtos, participación en rapiñas, hacen de campanas o choferes. No tienen un rol protagónico. Porque realmente no es un delincuente”, comentó Álvarez.
Las personas apuestan todo para generar satisfacción y placer en esas salas llenas de luces. Arriesgan salarios, jubilaciones, hipotecan sus hogares con tal de seguir jugando. Para una persona que sufre ludopatía, el perderlo todo es parte de la vida.
Sadia Baudino