Inocencia interrumpida. Foto: noticiassin.com

Una joven del pueblo de Algorta, Río Negro, fue violada por su padre desde los 9 años. Como consecuencia de las reiteradas violaciones, tuvo tres hijos. A raíz de un ataque de locura, mató a su hijo de 3 años asfixiándolo con una almohada en presencia de sus otras dos hijas, quienes acudieron a los vecinos en busca de ayuda. Cuando llegó la policía, el niño ya estaba sin vida. La mujer fue procesada con prisión por homicidio.
En entrevista con Alejandra Craviotto, psicóloga infantil, Sala de Redacción consultó sobre las razones que pudieron llevar a esta madre a matar a su hijo. Craviotto explicó que los niños violados sufren trastornos a nivel físico; en la vinculación con el resto de niños y adultos; a nivel cognitivo tienen más dificultades para concentrarse. Emocionalmente, los niños pueden presentar síntomas de ansiedad, depresión, baja autoestima, verguenza, agresividad hacia ellos mismos y los demás.
Este tipo de situaciones, si no son tratadas a tiempo, pueden provocar lesiones psicológicas importantes, como trastornos de personalidad y de estrés post- traumático.
Alejandra considera que esta joven puede tener “la salud mental comprometida” por la situación que vivió desde chica, y eso la lleva a perder el sentido de la realidad. Agrega que es probable que esté reproduciendo un modelo familiar que se caracteriza por la violencia.
La mujer decidió denunciar a su padre por violación cuando empezó a abusar de sus dos hijas. Al día siguiente de denunciarlo, terminó con la vida del niño.
La psicóloga Craviotto explica que es frecuente que las personas vícitmas de violación no lo cuenten. Esto se debe a muchas razones; puede ser por falta de apoyo externo, miedo, verguenza, o por sentimiento de culpa, porque muchas veces creen que merecen lo que les está pasando.
Otra razón por la que frecuentemente callan y/o no logran salir de la situación de abuso por parte de un familiar directo, se debe a lo que los psicólogos llaman “amor ciego” o “lealtad familiar”. Esto tiene que ver con los antecedentes familiares; si los antepasados violaban a las mujeres de la familia, y la situación no fue resuelta, es muy probable que esa tendencia se transmita a las nuevas generaciones. En estos casos, las vícitmas tienden a callar por “lealtad invisible”, que es una especie de código que une y hace pertenecer al sistema familiar. Si hablan, estarían rompiendo el círculo, traicionando su sistema familiar y por tanto, dejarían de pertenecer a él; este razonamiento, el sujeto lo hace de forma inconsciente.
Al ser consultada por las secuelas psicológicas que puede generar esta situación en las dos hijas -quienes también fueron víctimas de su padre/abuelo, presenciaron la muerte de su hermano, y hoy se encuentran en manos del INAU-, Craviotto dijo que es una posibilidad que copien el modelo familiar, pero aclara que no necesariamente tiene que ocurrir si se les brinda el apoyo psicológico adecuado. Los niños tienen la capacidad de superar situaciones traumáticas y salir fortalecidos. Alejandra afirma que “si bien es una situación traumática que deja secuelas, hay formas y caminos para reparar y sanar”.
Esa joven, que primero fue víctima, hoy se encuentra en prisión por homicidio. Alejandra sostuvo que lo correcto sería hacerle una pericia psiquiátrica para evaluar su salud mental y decidir si es necesario que reciba un tratamiento psicológico. También agregó que “el sistema judicial en Uruguay es muy desordenado y perverso, lo que lleva a que muchas veces no se sigan los procedimientos correctos. Es decir, que no se tiene una mirada integradora de la historia de vida del sujeto, ni de qué sería lo mejor para su rehabilitación”.
Agustina Reina

FacebookTwitter