Para Uruguay, el turismo es una pieza fundamental del motor de la economía. Es por intermedio de su eslogan que intenta reconciliarse con su interior verde y atrae año tras año a millones de visitantes. Pero el “Uruguay Natural”, que se para con actitud presumida sobre el escenario internacional, esconde uno de los espectáculos más aclamados por personas de todo el mundo: la observación de aves.    

Esta actividad, cada vez más popular, se desarrolla en los entornos naturales que ellas habitan. Pasar horas en diferentes paisajes, con la intención de reconocer a estos vertebrados a través de su taxonomía, resulta todo un arte para muchos. Y más allá de tratarse de una tarea ociosa, el aporte de datos es alentador para la comunidad científica. 

La red social de ciencia “eBird” logró construir una gran base de datos biológica gracias al trabajo en conjunto de científicos, investigadores y naturalistas aficionados. El proyecto creado por el Laboratorio de Ornitología de la Universidad de Cornell, Nueva York, se convirtió en un ejemplo de la democratización de la ciencia: trata a los ciudadanos como meros hacedores. Y si bien fue lanzada en 2002, llegó al Uruguay 13 años después.

“La observación de aves es un hobby que apasiona a miles de personas en el mundo y a nivel turístico es un rubro muy importante”. Así comienza su relato Pablo Fernández, quien además de desenvolverse como biólogo dentro del ámbito profesional, dedica horas enteras de su tiempo libre a disfrutar del comportamiento de los pájaros. Con guía en mano y binoculares colgando -cual collar de perlas- se pierde en la inmensidad del interior del país.
Es la dificultad y el desafío lo que le apasiona; estar cerca de ellos sin interferir resulta todo un reto. Siempre está en la búsqueda de alguna especie nueva, y aunque no la encuentre, las aves le traen alegrías. 

A Pablo le resulta difícil diferenciar si esta actividad se trata de su trabajo o un hobby. De forma honoraria promociona su afición mediante Aves Uruguay; colabora como coordinador honorario y busca que gente interesada se sume al proyecto para lograr expandir esta red, que si bien se hace cada vez más fuerte, resulta incipiente en comparación a otros países. 

Sobre el Río Yaguarón y al límite con Brasil, se encuentra Paso Centurión, localidad de Cerro Largo. Allí se esconde un monte nativo que es el cúmulo de extensas praderas limpias. Muchos turistas y avistadores son recibidos por los guías locales -niños de vez en cuando- que los ayudan a recorrer el lugar de punta a punta. Un parroquiano del pueblo les alquila algunos caballos para andar hasta la Sierra de Ríos, uno de los puntos más elevados del departamento. Al llegar es sencillo notar que el control lo tiene la naturaleza. Entre árboles de yerba mate sobrevuelan distintas especies que, sin saberlo, se convierten en el blanco de cámaras digitales.

“En el interior muchas veces no hay tantos datos, y hay lugares que son muy interesantes. Áreas protegidas o zonas diversas que están poco relevadas porque no hay nadie ahí. Generalmente como hay más gente que vive en las ciudades, hay más observadores y más datos”, sostiene Pablo. Además, el biólogo uruguayo asegura que intentar romper ese sesgo resulta difícil para el equipo de coordinadores, que desde un principio intenta que la gente local se sume a estos proyectos. Apuestan a que en cada comunidad geográfica haya personas que suban datos y para ello han realizado talleres sobre el funcionamiento de la plataforma.

Las crónicas del Chivizcoyo

Alberto Lobato tenía tan solo 11 años cuando despertó su fascinación por las aves. Oriundo de Xalapa -capital de Veracruz, México-, asistía rigurosamente todos los fines de semana al Jardín Botánico de su ciudad. Las clases de educación ambiental lo catapultaron de manera directa a ese mundo; tras unas cuantas explicaciones dentro del aula, se apoderó de los binoculares y demostró que no hay ningún requisito para disfrutar de ese arte. 

“Eso fue la apertura de un mundo diferente que estaba frente a mí. Vi aves increíbles la primera vez y quedé sorprendido. Comencé a caer en un pozo sin fondo y aquí estoy”. Y ahí está. Con 24 años ejerce su título de biólogo y su vida entera gira en torno a la observación de aves; mediante trabajos de monitoreo y capacitación, Alberto mantiene una relación íntima con su profesión: “mi trabajo es mi hobby”. El bagaje de información que carga consigo trata de compartirlo con el mundo; “Crónicas del Chivizcoyo” es el nombre de su canal de Youtube, donde miles de fanáticos reproducen a diario sus videos. 

Su relación con este pájaro en particular es tragicómica; se le apareció por primera vez en una guía que detallaba las características del animal. Es una codorniz endémica, con un nombre muy peculiar. De inmediato pensó que quería verla en persona; “pobre iluso”, recordó mientras reía. Ese fue el inicio de su aventura, para aquel entonces no sabía que el chivizcoyo es una de las aves más difíciles de encontrar. Y esa ambivalencia de amarla y odiarla a la vez, incrementaba con el paso del tiempo: cuanto más la buscaba, menos la encontraba. Cinco años pasaron cuando, casi sin esperanzas, logró verla con total plenitud.

“Don Pedro Mota”, así le decían al señor de su región que en la juventud se dedicaba a atrapar aves para comercializarlas. Con el tiempo se volvió famoso porque lograba que la gente se encontrara con esta codorniz; parecía ser que Don Pedro era experto en el tema. Por obra del destino, Alberto pudo dar con su paradero, implorándole -casi de manera literal- que compartiera consigo todo su conocimiento; eso incluía, por supuesto, el silbido característico que servía como un llamado inmediato. Y tras varios intentos fallidos, en medio del bosque, se apareció. Por supuesto que no de la manera en la que lo esperaba. El joven biólogo estaba distraído con otro grupo de aves que rondaba por el lugar; ¿su cámara? junto con la mochila, lejos de su alcance. Se quedó congelado, mientras veía al chivizcoyo a través de los binoculares. Vive en su memoria; en la actualidad ha logrado verlo en más de una ocasión pero nunca pudo tomarle una foto. “El hecho de observarlas, creo que puede hacerse sin necesidad de llevar nada más que tus ojos. (…) De inicio, creo que lo que necesitas es curiosidad y disfrutar. Disposición a disfrutar de la naturaleza”, sostiene.  

Esa curiosidad lo llevó a “pajarear” y el 7 de enero de 2008 cargó sus primeros datos en la plataforma eBird. Una lista de ocho especies, donde muchas de las observaciones, admite, eran erróneas. Con el tiempo y la experiencia logró corregir esa información; el ensayo y error es el principal método de aprendizaje. Pero “uno no sale a pajarear para hacer listas, uno sube listas porque sale a pajarear”. 

Una afirmación extraordinaria, requiere evidencia extraordinaria

Tras diez años de participación activa, en 2020, Alberto Lobato se convirtió en uno de los revisores de la plataforma. Se trata de una tarea voluntaria, cuyo objetivo principal es analizar la calidad de los datos que se cargan a diario. A pesar de que el avistamiento de aves es un ejercicio de ciencia ciudadana, la información es utilizada por científicos para realizar modelos de predicción y diversos análisis que desembocan en resultados representativos de lo que ocurre con la naturaleza. Las fotografías, los audios y las notas de campo son algunos de los elementos que sirven como evidencia para confirmar la veracidad. 

Detrás de la simple y sencilla interfaz de la web de eBird, se esconde una versión rudimentaria en la que, a través de directrices, la plataforma clasifica las especies por región. Además, maneja estimativos sobre las cantidades máximas de pájaros que puede haber en determinado momento del año. Si alguien reporta algo fuera de lo común, el algoritmo de la página le advierte al usuario y le pide documentación que respalde la información. Esto se ha vuelto una gran controversia; según Alberto, mucha gente inventa registros de manera intencional para figurar en la lista “Top eBirders”. En tales casos, los datos son rechazados y no se utilizan para la ciencia.

 “Hay algo que debe tenerse presente cuando estamos en estas plataformas: nuestros datos, las cosas que vamos a subir, no son para aumentar nuestro ego. Son datos que van a aportar a la ciencia y como tales, deben tener calidad. El hecho de hacer una revisión no debe tomarse como una amenaza”, resume. 

Las aves no saben leer mapas

El segundo sábado de cada mayo, se celebra en el hemisferio norte el “Global Big Day”, un evento que dura 24 hs. Tiempo después, surgió el “October Big Day” al contemplar la llegada de la primavera en el hemisferio sur. Allí participan aficionados de todo el mundo, entre ellos unos pocos uruguayos. Pablo Fernández asegura que el país está presente y que mantiene una comunicación constante con la Universidad de Cornell; además, resultan destacables las alianzas que se han formado al realizar trabajos en equipo con países de la región. 

En los últimos años México ha explotado de forma exponencial el avistamiento como atractivo turístico. En Veracruz, por ejemplo, la llegada del otoño trae consigo la migración de alados rapaces más numerosa del mundo; y aunque las aves no saben leer mapas, algunas de ellas llegan hasta Uruguay en verano. A pesar de ello, el país no contempla este pasatiempo como parte de la rutina turística, y deja de lado un gran número de locaciones ideales para desarrollar este tipo de actividades. 

“Considero que es importante darle hincapié al turismo. Hay mucha gente interesada en viajar a Uruguay con la excusa de mirar pájaros, incluso uruguayos en viajar al interior. Hay que aprovecharlo como una actividad económica más que diversifique la matriz productiva del país. Porque además es una actividad compatible con la conservación y la naturaleza”, aseguró Fernández. Y más allá de esa ventaja, y de la movida social que se genera en torno a eBird, Pablo recalca la importancia en la cantidad y calidad de datos que son producidos; las fotos que se almacenan permiten un aprendizaje y conocimiento de las aves locales y del mundo sin precedentes: “es una ganancia tener toda la información centralizada”. 

Además de ser un lugar ideal para crear vínculos y generar una comunidad, Alberto asegura que esta red social es un gran lugar de aprendizaje. Según él, la pasión puede nacer “como si fuera una plantita”; comienza con alguna especie que te emociona y crece conforme la “riegas” con información. La paciencia es un elemento fundamental; es imposible aprender todo en un día, una semana, un mes o un año. Nunca se termina de adquirir conocimientos. 

“eBird no es la observación de aves, es una herramienta. Y está bien usarla y aprender de ella, pero no lo es todo. Y el hecho de subir tus listas tiene que ser algo voluntario, algo a lo que le pongas cariño, empeño y cuidado. No tiene que ser algo a fuerzas. Súbelas cuando tú quieras y lo que tú quieras”, concluyó el revisor.

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