“Parto humanizado o parto respetado es en el que se contemplan los derechos, las decisiones y las emociones de la mujer y de su familia”, señaló a Sala de Redacción Florencia Sena, obstetra partera en el Centro Uruguayo de Asistencia Médica (CUDAM), y agregó que los derechos y decisiones familiares se deben respetar sin importar la religión, creencias o cultura que posean. 

Del 16 al 22 de mayo se celebró la semana mundial del parto digno, iniciativa creada por la Asociación Francesa por el Parto Respetado en el año 2004, bajo la coordinación de European Network of Chilbirth Associations (ENCA) y el apoyo de UNICEF. Por segundo año se dio en contexto de pandemia, por lo que el objetivo de esta edición fue promover la contemplación de los derechos de las personas gestantes y sus bebés, en medio de los cuidado para evitar contagios de coronavirus. 

“El respeto por las necesidades de la madre y su bebé en cualquier situación”, fue el lema de este año. Para la ginecóloga Grazzia Rey, profesora de la Facultad de Medicina, el parto respetado significa que las decisiones que tome la mujer embarazada y que estén dentro de lo “clínicamente permitido” deben ser “respetadas” por el técnico o la técnica que vaya a asistir el parto. La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce a la atención no respetuosa de la mujer como un problema de salud, más aún cuando se trata del momento del parto. En el año 2014 la OMS realizó un informe llamado “Prevención y erradicación de la falta de respeto y el maltrato durante la atención del parto en centros de salud”, en el que se demuestra que las embarazadas sufren distintas formas de maltrato, y aunque estos actos no sean deliberados, pueden considerarse como acciones violentas.

¿Qué es?

En cuanto a la violencia obstétrica, Sena afirmó que el “abanico es súper grande” y se debe tomar en cuenta la contención que recibe la mujer desde que llega al centro hospitalario. Además, relató algunas de las situaciones más comunes de violencia obstétrica que observó a lo largo de su experiencia como partera: violencia emocional, verbal y en menor medida física, a lo que hay que agregar en el último tiempo que no se les permita estar acompañadas durante el parto; se las aísla y eso “también es violencia obstétrica”, aseguró.

En mayo, el diputado del Partido Colorado Conrado Rodríguez presentó un proyecto de ley para que se habilite el acompañamiento de hasta dos personas en el momento de dar a luz. Esta iniciativa ya ingresó en el Parlamento y será derivada a la Comisión de Salud de la Cámara de Representantes (véase la nota “Mas acompañadas”). La obstetra comentó que estas situaciones violentas ocurren en algunas ocasiones en Montevideo, pero son más frecuentes en el interior del país, debido a que muchas de las colegas son “de la vieja escuela” y antes no se contemplaba la parte emocional y psicológica de las mujeres al momento de dar a luz.

“Lo de la violencia obstétrica es un tema que me rechina”, afirmó Rey, y agregó que es un asunto “muy discutible”, porque para catalogar ciertas acciones que se dan durante el parto y que pueden ser consideradas violentas, tienen que estar “muy bien documentadas” y se debe detallar específicamente cuáles son. También apuntó que el respeto debe ser mutuo: “tanto el respeto hacia los derechos de la embarazada de parir en las condiciones en las que desee, como el respeto hacia los derechos del profesional que está asistiendo ese nacimiento”.

La ginecóloga relató que presenció diversas situaciones de violencia tanto de un lado como del otro: “una vez un padre me persiguió para pegarme”, contó, y explicó que el hombre estaba ebrio y que quería agredirla porque vio algo en la cesárea que no le gustó, así como también observó a colegas gritándole a embarazadas, pero aseguró que esta conducta “no es la habitual” y que el “preconcepto es lo que hace que vayan a parir con miedo de que allí les van a hacer determinadas cosas”.

Cambios culturales

Según Sena, los casos de violencia obstétrica comenzaron cuando las mujeres fueron trasladadas a parir a los hospitales. Antiguamente se daba a luz en comunidades, luego en los domicilios y a partir de mediados del siglo XX el parto se hospitalizó porque “nosotras, las profesionales de la salud, lo fuimos llevando para el lado de la enfermedad”, indicó.

“Las mujeres indígenas estaban acostumbradas a dar a luz en cualquier posición, en cuclillas, paradas -relató la obstetra- y por nuestra comodidad es que empezaron a parir acostadas, cuando en realidad se sabe que es totalmente contra natura, porque la fuerza de gravedad es opuesta a donde tiene que ir dirigida”. Afirmó que el personal de la salud debería ponerse más en el lugar de la mujer y dejar un poco de lado sus propias comodidades y el apuro por atender a otros pacientes o terminar la jornada de trabajo.

En nuestro país, desde diciembre del año 2008 existe y está vigente la ley N°18.426, de Derecho a la Salud Sexual y Reproductiva. La ley establece que el Estado debe garantizar las condiciones necesarias para los derechos sexuales y reproductivos de la población uruguaya a través de políticas nacionales, la organización de servicios y el diseño de programas adecuados. Esta normativa tiene como objetivo asegurar la cobertura de salud, así como asegurar el respeto a los derechos sexuales y reproductivos, promover el parto en condiciones de privacidad y calidad, fomentar la atención integral en los casos de embarazos no deseados, entre otros.

A la hora de la acción

Tanto los y las ginecólogas como las parteras están habilitadas para asistir un parto, y los médicos de familia son capacitados para asistir nacimientos, debido a que se encuentran en policlínicas rurales o en zonas alejadas de los hospitales, explicó Sena. “Para la legislación el parto de bajo riesgo lo puede atender la partera, pero lo que sucede en la realidad es que en Montevideo solo lo hacen si el ginecólogo está ocupado en otro parto”, señaló Rey, mientras que en el Interior son las parteras las que están de guardia y sólo llaman al ginecólogo si surge alguna complicación o en caso de tener que hacer una intervención quirúrgica.

Sena expresó que no “se entiende el por qué las parteras no pueden asistir los partos, ya que estudiaron y se especializaron justamente para eso”, y explicó que cuando lo hacen es “porque el ginecólogo les da la potestad, les cede el lugar”. También añadió que “el ginecólogo cobra el acto médico aparte, por ejemplo si hace una cesárea. También se trata de un tema económico”, sentenció.

Parir en pandemia

La partera explicó que la situación sanitaria del país cambió los protocolos para las embarazadas. Al momento de llegar al hospital, la mujer debe tener vigente un hisopado como mínimo de una semana antes; si ese test es negativo ingresa como una paciente “normal”. En caso de no haberse hecho el hisopado, se la trata como una posible paciente con covid y sólo puede ingresar con un acompañante, que no se puede cambiar. En caso de que la paciente resulte covid positiva, ella y su acompañante quedan aislados, pero la mujer tiene derecho a estar siempre acompañada tanto durante su internación, como en el parto y en el posparto.

Desde agosto del año 2001 rige en nuestro país la Ley N°17.386, de Acompañamiento de la Mujer en el Parto. La normativa establece que las mujeres tienen derecho a estar acompañadas en el momento del nacimiento de sus hijos por una persona de su confianza o por una persona capacitada para apoyarla emocionalmente. El incumplimiento de esta ley podrá ser motivo de denuncia en la Dirección General de la Salud del Ministerio de Salud Pública.

Con respecto a los protocolos, la ginecóloga comentó que es un tema “complejo” y “sensible” porque hay mucho miedo al contagio y explicó que puede haber ciertas diferencias entre los protocolos de los centros hospitalarios porque no existe uno uniforme para todos: ”en algunos centros le brindan al familiar el equipo de protección personal, otros hacen que se lo compren, algunos hisopan a todas las embarazadas todas las semanas y otros lo hacen al ingreso”.

En referencia a que se podría hacer para evitar situaciones de maltrato o violencia en el momento en que las embarazas ingresan a los sanatorios, Sena expresó que se debe “cambiar la cabeza” y citó la frase del ginecólogo francés Michel Odent: «para cambiar el mundo hay que cambiar la forma de nacer», y yo creo en eso”, afirmó, “porque realmente cómo está el mundo se refleja en cómo nos manejamos cuando nacen los niños”, concluyó.

FacebookTwitter