El domingo 8 de setiembre será un día inolvidable para los fanáticos del Liverpool uruguayo. Su equipo fue campeón del Torneo Intermedio en el Estadio Luis Franzini, tras ganar a River Plate en la tanda de penales. El único antecedente de una final entre ambos equipos se remontaba a 1966, cuando disputaron el partido definitivo por el ascenso a primera división, que también tuvo como vencedor a Liverpool.
Las hinchadas dieron color a la tarde gris. En la parcialidad de Liverpool se apreciaban personas de todas las edades: desde bebés en brazos hasta veteranos. Gente que llegaba con su barra de amigos y otros que se encontraban en el momento; la imagen era la de una gran familia. Se los veía expectantes e inquietos, como su director técnico, Paulo Pezzolano, que estaba molesto con las decisiones arbitrales. Eso lo hizo ganarse una tarjeta amarilla que calmó los ánimos en el banco, pero no en la tribuna. Se escuchaban cánticos, gritos y también silencios que disimulaban la tensión del hincha, que logró liberarse en la mitad del primer tiempo con el tanto del goleador Juan Ignacio Ramírez. 1 a 0 y locura en la tribuna Punta Carretas.
José fue a ver el partido con su hijo. Tiene 68 años y es hincha de Liverpool desde 1975, cuando se dio cuenta de que es un club extraordinario en materia deportiva y social. Como una muestra destacó que su cuadro supo tener dirigentes que militaron a favor del voto verde para revocar la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, en 1989. En el intervalo, entre la gente que aprovechaba para combatir el fresco con un café y unas tortas fritas, bromeaba con que “Liverpool es el equipo del casi”, en alusión a que siempre había querido ser campeón pero no se le había dado hasta ese momento.
El segundo tiempo comenzó con el mismo juego, que por momentos era aburrido. A pesar de que el frío bajaba junto con la niebla, el calor no se dejó de sentir en las tribunas. Los hinchas se ponían de pie cuando su equipo atacaba y no dejaban de dar indicaciones a sus jugadores y de reprochar al árbitro. En el minuto 70 el estallido llegó para la tribuna de enfrente, cuando el jugador de River Joaquín Piquerez puso el 1 a 1 con un zapatazo después de algunos rebotes en el área. Así se fueron los 90 minutos reglamentarios. La tensión seguía mientras los jugadores en la cancha recibían masajes para afrontar el tiempo extra.
Todo parecía indicar que era más de lo mismo, hasta que el volante de Liverpool Bryan Olivera, colocó la pelota en el ángulo del arco rival. Los hinchas negriazules quedaron atónitos, pero no por eso dejaron de festejar. La alegría duró poco. Al igual que en el tiempo regular, River logró empatar, esta vez gracias a Gonzalo Viera, que puso el 2 a 2 a poco del final.
Luego de un partido al que no le faltó emoción, se encontraban en el punto que se supone ambos buscan evitar: los penales. Los nervios estaban a flor de piel y cada hincha lo vive a su manera. Muchos en silencio, otros dando ánimo para el último empujón y también se presta para la superstición: rezos, cruzamiento de dedos, mal de ojo y cualquier otro tipo de creencia que pudiera ayudar a torcer la suerte. En la tanda de cinco penales, una pelota en el palo de cada lado ocasionó la definición de uno a uno. Llegó el momento clave. Luego de que Liverpool convirtiera su remate, las miradas estaban puestas en el golero argentino Oscar Ustari. No se movía nadie, algunos ni querían ver. Con mucha calidad, el guardameta detuvo el último penal y selló la obtención del campeonato.
Todo fue euforia. Entre abrazos y llantos estaban hinchas como Washington, de 70 años, que es socio vitalicio del club e hincha desde niño. Consultado por tres palabras que definan a Liverpool, respondió: “Es como la bandera de Brasil, orden y progreso; a eso sumale la emoción y tenés a Liverpool”. Néstor, 30 años más joven, estaba muy emocionado junto a su familia. Sobre el campeonato, dijo que es un momento de felicidad en el que “particularmente se acuerda de todos aquellos que no están” y que no han podido ver campeón a su equipo en primera división.