Mesa sobre Género y Cárceles, XVII Jornadas de Investigación Científica de la FCS. Foto: Leticia Rizzo.

La reciente incorporación laboral de la mujer al sistema penitenciario y las resistencias que ponen los funcionarios a esa incorporación, fue el tema central de la charla Género y Cárceles, que fue parte de las XVII Jornadas de Investigación Científica de Facultad de Ciencias Sociales (FCS).
La mesa estuvo liderada por Ana Vigna, docente del Departamento de Sociología de Fcs y María Ana Folle, docente de la Facultad de Psicología. Desde una perspectiva de género e igualdad de derechos, ambas pusieron sobre la mesa elementos que evidencian las desigualdades del rol de la mujer como trabajadora en el sistema penitenciario, ámbito históricamente masculinizado, puesto que, mayoritariamente, el trabajo era hecho por y para hombres.
Las XVII Jornadas de FCS conmemoraron los 70 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. “¿Libres e iguales?”, “¿qué son los derechos humanos?”, cuestionó Folle. Explicó que cuando se aprobó la declaración, en 1948, al término de la Segunda Guerra Mundial, se la pensó como si al nacer tuviéramos todos los mismos derechos. “Fue un artificio para hacernos creer que éramos todos iguales”, expresó. Reafirmó que hoy por hoy aún existe un abismo de faltas y debes en cuanto a los derechos universales; como ejemplo, mencionó el caso de las personas privadas de libertad y de los refugiados que intentan cruzar el Mediterráneo, para dar un panorama extenso de las miles de personas que ven vulnerados sus derechos.
Vigna se enfocó en el sistema penitenciario. Sostuvo que en él rige el androcentrismo, la idea de que le corresponde al varón trabajar en las áreas de seguridad y control, propio de una ideología patriarcal. Según Vigna la segregación que existe en las cárceles, y en muchos otros ámbitos que tienen que ver con la seguridad, se produce en dos dimensiones: las dificultades que tienen las mujeres en comparación con los hombres para acceder a los puestos de mayores responsabilidades y los estereotipos de género, que conceden a las mujeres los roles vinculados a las tareas de cuidado o de educación. Aun así, hay feminización dentro de los funcionarios del sistema penitenciario, expresó Vigna.
La cuota de género femenino comenzó a crecer a partir de 2010, a raíz de la creación del Instituto Nacional de Rehabilitación (INR), que se convirtió en el órgano rector de la planificación y gestión de las políticas carcelarias, que hasta el momento estaban bajo la órbita de la Dirección Nacional de Cárceles y de las Jefaturas Departamentales. Con la creación del INR, las vacantes en el sistema carcelario no se ocuparon más con policías, sino con operadores penitenciarios, que son funcionarios civiles que cuentan con capacitación. El INR depende del Ministerio del Interior (MI), pero la meta es que en 2021 pase a la órbita del Ministerio de Educación y Cultura.
Vigna dijo que con el INR se crearon tres subdirecciones -seguridad, administrativa y técnica- que tienen la misma jerarquía en el control del sistema penitenciario y que eso implicó, junto con la creación de cargos de personal penitenciario, que disminuyera el número de los funcionarios policiales. Así mismo agregó que dentro la reforma del sistema penitenciario se está haciendo hincapié en el buen trato, y se enfatiza el trabajo relacional, que tiene que ver con la escucha y el cuidado, lo que se relaciona más con las funcionarias.
Si bien a nivel institucional se tienen en cuenta este tipo de trato, Vigna señaló que hay ciertos relatos, incluso “argumentos fuertes” de funcionarios especialmente policías, que intentan marcar una diferencia entre hombres y mujeres en cuanto cómo se desarrollan laboralmente. Se dice que las mujeres son débiles y no podrían soportar la rutina de la cárcel, “también se dice que tienen mayor facilidad de ser manipuladas por los internos y el riesgo de violaciones o involucramiento emocional”, dijo Vigna.
Seguridad
Vigna presentó datos del censo nacional sobre los funcionarios penitenciarios, que se hizo entre fines del 2014 y principios de 2015, a través de un proyecto a cargo del Departamento de Sociología de la FCS, con financiamiento de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación. El censo consistió en que los funcionarios respondieran una lista de preguntas; entre otros aspectos, su análisis prestó atención a la opinión manifestada en cuanto al trabajo femenino en el sistema penitenciario.
Se les preguntó a los funcionarios cuán de acuerdo estaban con la idea de que estar en trato directo con los internos podía significar un riesgo para las mujeres: las funcionarias estuvieron en desacuerdo con la frase, al igual que los operadores varones, mientras que el 65 por ciento de los policías varones respondió que era riesgoso.
Los policías estuvieron de acuerdo ante la premisa de que las mujeres son más manipulables que los funcionarios varones; las mujeres y los hombres operadores penitenciarios estuvieron en contra. Los argumentos que esgrimieron los policías fueron que las mujeres, en general, tienen menor fortaleza física y agilidad, y menor capacidad de soportar el estrés que implica la rutina penitenciaria. Dijeron, además, que las mujeres tienen una mayor facilidad de ser manipuladas y un mayor riesgo a sufrir violaciones por parte de la población penitenciaria, o involucramiento emocional.
Vigna agregó que a pesar de estos argumentos, la población recluta ve positivamente la incorporación del personal femenino, ya que hay un mejor trato y se tiende más a la escucha y a la empatía. Como cierre, Vigna planteó una pregunta que amerita su reflexión: “Ante esta feminización de la fuerza operaria ¿es un proceso que disminuye el androcentrismo del sistema penitenciario o refuerza los roles tradicionales de género?
Leticia Rizzo

Carrera masculinizada
Ana Vigna presentó datos de la Oficina Nacional del Servicio Civil de 2016 sobre las áreas laborales en las que predominan los varones: el 70 por ciento de las personas que trabajan en seguridad son varones, principalmente en el Ministerio del Interior. Pero este no es el sector más masculinizado, dijo Vigna: las cifras son aún mayores en el Ministerio de Industria y en el Ministerio de Transporte y Obras Públicas. En cambio, las mujeres se concentran en áreas vinculadas a la educación y a la salud.
A nivel del Instituto Nacional de Rehabilitación, la mayoría del trabajo penitenciario (70 por ciento) es hecho por varones. Dentro de la Policía, más del 80 por ciento de los funcionarios son hombres y dentro del escalafón s (operarios) seis de cada diez son mujeres.
Más de 50 por ciento de los puestos más bajos del escalafón policial, como lo son los agentes de segunda, son ocupados por mujeres; las mujeres también se ven sobrerrepresentadas en el rango superior inmediato, agentes de primera.Lo mismo ocurre dentro del escalafón s: las mujeres están aglomeradas en los puestos de operadores penitenciarios grado uno, puesto que ocupan 80 por ciento de esos cargos.
En cuanto al nivel educativo las mujeres que tienen estudios terciarios duplican el porcentaje de los hombres: 26 por ciento mujeres y 13 por ciento hombres. Esta brecha, expresó Vigna, se puede expresar por la antigüedad en los puestos de trabajo en el sistema: el 40 por ciento de las mujeres hace menos de un año que ingresó a trabajar. 
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