Durante las actividades de Montevideo Comics. Foto: cortesía de Aiko Gabrielle

El Auditorio Nacional del Sodre, que ocupa una manzana entera en la ciudad de Montevideo, está lleno. Es una tarde fría de mayo. El evento va a durar todo el fin de semana y al llegar se ve una enorme fila que se enrosca a lo largo de la vereda. Es la suma de muchos adolescentes y otros no tanto, padres con sus niños en edad escolar, incluso abuelas con sus nietos. Cada dos o tres asistentes se mezcla un superhéroe venido de otra galaxia, que se ha vuelto real por el fin de semana. La fila avanza lento hacia la puerta del auditorio que está sobre la calle Andes, parece no tener fin, pero al bajar por la calle Mercedes se puede llegar a otra puerta. Después de hacer la gran fila, con la entrada en mano, te dan el programa de actividades y se puede pasar. El piso alfombrado rojo mantiene un calor en el edificio, que se puede sentir en el preciso momento en que ponés un pie adentro. Al fin, Montevideo Comics.
Hay un corredor un poco estrecho bordeado por una cafetería, algunos están concentrados en su café y en la revista de comic que acaban de adquirir. Otros son padres, descansando un momento, mientras los niños juegan con las figuras de superhéroes sobre la mesa. En ese momento llega Freezer, el villano insignia de Dragon Ball Z, esa serie de animación japonesa creada por Akira Toriyama, que se emitió por primera vez en abril de 1989. Sigue de largo junto a su séquito, mirando alrededor con atención.
La oferta de cosas para ver es enorme, hay cuatro pisos y es difícil saber por dónde empezar. Hay zonas más despejadas y otras muy tumultuosas. Por eso para lograr ver todo hay que pasar una y otra vez por cada stand, buscando el momento adecuado para acercarse. Las tiendas copan ambos lados de los amplios pasillos y ofrecen infinidad de cosas, figuras, peluches, pósteres, ropa, libros, rosquillas de colores con grajeas dulces, batidos frutales, y hasta drones (esos mini helicópteros robóticos), computadoras y consolas.
Al subir las escaleras se puede a ver grupos de cosplayers sentados en los tapizados escalones rojos. En el tercer piso, frente al stand de Fan Zone, una tienda que ofrece peluches, figuras y otras cosas para coleccionar; hay tanta gente que cuesta acercarse a ver y hasta hay que soportar algunos empujones. A unos pocos metros, apoyados en la baranda de la escalera están Sebastián Iglesias y Matías Kohler. Tienen 23 y 28 años, pero al verlos cualquiera pensaría que no pasan los 20. Ellos son cosplayers, encarnan un personaje con su ropa exacta, pelucas, maquillaje y un gran etcétera. Sebastián es Zuko y Matías es Aang, son personajes de la serie animada Avatar the last airbender, específicamente de  la tercera temporada.
Matías lleva una peluca corta, negra y una vincha roja, el traje es negro con vivos rojos, y tiene puestos esos lentes de contacto populares en Japón y Korea.
Este traje lo hicimos en poco tiempo, empezamos el jueves a las 11 de la noche –se ríe-  porque teníamos pensado hacer un team de otra serie, pero al final se canceló.
Dice que él es estilista de pelucas, que tiene esa habilidad de transformarlas y crear el peinado de cualquier personaje.
Sebastián es el que cose -lo mira.
Sebastián tiene una peluca también negra, un poco más larga. Lentes de contacto y maquillaje que imita la piel quemada alrededor del ojo izquierdo, porque así es el personaje. El traje es parecido a un kimono en la parte superior, de color bordó y mangas amplias hasta los codos, por arriba un chaleco negro de vivos amarillos y un cinturón hecho de tela del mismo color. Es el segundo año que concurre al evento. Y esta vez lo acompaña Matías, que nunca antes había venido.
Lisa es japonesa, lleva ropa tradicional en colores verde y rosa, con estampado de flores de Cerezo. Está en el stand de la Embajada de Japón que queda en el primer piso, es la esposa de un diplomático, vive en Pocitos, sobre la rambla y habla muy poco español. Se pone contenta cuando  una chica se acerca y le dice unas palabras en su idioma.  Hace un año llegó a Uruguay. Dice que estar en el stand hoy es muy divertido e interesante.
Me gusta mucho este país, la gente es  muy amable y muy tranquila– suelta una risita simpática-.  Me gusta la rambla pero no me gusta correr, sólo pasear.
Si se le pregunta sobre el clima, cuenta que en Japón hace más calor en verano y más frío en invierno, porque allá hay nieve.
Cuentos chinos
En la otra punta del stand, se puede ver en una silla un hombre japonés con un pincel grueso, escribiendo con tinta china sobre un fino papel blanco, casi transparente. Frente a él, unos jóvenes curiosos observando, le piden que escriba sus nombres en ese idioma tan distinto al nuestro.
Hernán estudia japonés en el Centro de Lenguas Extranjeras de la Universidad de la República y tiene 20 años. Parece muy tímido, habla poco y mira hacia abajo. No deja de doblar el papel mientras éste va tomando forma.
La profesora nos dijo si queríamos venir a enseñar origami  y acá estamos. A mí siempre me gustó la cultura japonesa, y los idiomas me gustan también. Estudié francés, portugués, italiano, y ahora estoy aprendiendo griego.
Dice que los que más se entusiasman con el origami son los niños.
La grulla está saliendo bastante bien, está matando, los chiquilines se concentran un montón, quieren que les salga igual que a mí.
En el segundo piso, entre un espacio que quedó libre de stands, hay una ventana, delante de ella un grupo de jóvenes saca fotos a dos cosplayers. Uno es Boba Fett, un mercenario de la saga Star Wars. Javier, de 25 años, habla a través de un casco donde tiene un micrófono, y el sonido sale entrecortado, como el de un walkie-talkie. Está metido dentro de una armadura híper realista. El otro es Obi- Wan Kenobi, Alejandro de 27 años. Su ropa de Jedi consiste en una túnica blanca que prende cruzada, con cinturón marrón y capa del mismo color. Sostiene un sable láser de  color celeste, con la empuñadora cromada. Ambos son el vivo reflejo de la mente del escritor George Lucas.
Alejandro dice que estrenó el traje en otra convención anterior, Punta animé.
Este lo tengo hace unos cuatro meses, es un personaje que me gusta, me siento identificado. Tardé un par de semanas en hacerlo. Hasta ahora sólo he hecho tres Cosplays, hace un año y medio que estoy en el ambiente.
Javier se quita el casco para poder hablar mejor, parece acalorado.
Esto tomó cuatro o cinco meses y mucha constancia. La armadura está hecha de mucho plástico, goma, mucho laburo de pintura que es un secreto del oficio. Y tuve mucha ayuda con este traje, casi a nivel industrial. Es el tercer cosplay que hago, el primero fue un desastre– pone una cara graciosa-.
Dice que el hobby funciona a ensayo y error, cuando algo no sale hay que ajustarlo, tirarlo si es necesario, tomar muchas medidas y volver a hacerlo.
En el mismo piso pero en la otra punta, hay una montonera de chicas emocionadas, algunas sentadas en un sillón, otras paradas alrededor. Allí es el stand de Korea Fans Uruguay, donde hay unas pantallas que reproducen doramas (novelas coreanas) y videos de grupos de música pop. La cultura pop de ese país se ha esparcido por todo el mundo, las adolescentes están enamoradas de esos cantantes de facciones delicadas que usan peinados modernos y lentes de contacto coloridos.
En el último piso se encuentran las mesas de juegos. Los participantes usan cartas y dados, juegos de rol le llaman. Todos están muy concentrados porque hay premios esperando al ganador. De fondo se escucha alguna canción de rock que se mezcla con los murmullos que invaden el aire.
Al caminar un poco más se puede ver a tres personajes que posan ante las cámaras. Son Johana, Paula y su novio Stiven, que sale corriendo por un  costado al enterarse que le van a hacer una entrevista. Johana tiene 23 años, está vestida de Hagane Miku, una versión heavy metal de Miku Hastune. Se ve como un personaje, pero pertenece a Vocaloid, una aplicación software de síntesis de voz capaz de cantar, desarrollado por Yamaha Corporation.
Su vestimenta consiste en una blusa negra satinada sin mangas ni espalda, mini falda tableada del mismo color y guantes largos con tachas. La peluca lleva dos coletas altas.
Mandé a hacer el traje en Indumentaria Klavelvet, y la peluca me la importó la tienda Zero Cosplays, que es la tienda de Paula y Stiven. Es la segunda vez que hago cosplay.
Paula tiene 20 años, hace cosplay desde hace tres, y ya ha perdido la cuenta de cuántos personajes ha encarnado. De hecho ella y su novio son conocidos en el ambiente por la buena calidad  de elaboración en sus trajes. Concurre aproximadamente a tres convenciones por año y suele llevar siempre un cosplay distinto.
Lleva un sobretodo negro largo de mangas acampanadas. Por encima, una especie de chal gris atado desde el hombro izquierdo hacia la cintura. En la cabeza un gran gorro, con un lazo que cuelga hacia la espalda. La peluca es gris, larga, con un flequillo que le tapa hasta la nariz. Por debajo se asoma una cicatriz horizontal que cruza la cara. Parte del maquillaje, claro.
En sus manos con uñas negras ultra largas, sostiene un prop (arma cosplayer). Es una guadaña enorme. Tiene el torso y cabeza de un esqueleto, en parte del mango.
-Estoy haciendo de Undertaker, el funebrero, ex dios de la muerte (Shinigami) de la serie japonesa Kuroshitsuji. La verdad que con los cosplay soy buena uruguaya, siempre todo a último momento. Esta vez repetí el traje, pero cuando lo hice me llevó una semana, semana y media laburándolo en serio. La primera vez que lo usé fue para la convención One Up del año pasado.
Para leer
Hay un stand que en este momento está tranquilo. En él está una mujer sentada con un niño que mira un comic. En la mesa y en las estanterías de atrás hay cientos de comics en exhibición. El letrero arriba dice Deux Studio Comics Argentina.
Quien está atendiendo allí es Pablo, un hombre de unos cuarenta años, alto, de nacionalidad argentina. Dice que hace dos años que viene al evento, le parece muy  buena la experiencia y por eso este año repite su estadía con gusto. Del otro lado del charco, Pablo es dueño de una editorial, distribuye a librerías y participa en todo tipo de ferias literarias. Para venir a Montevideo Comics, selecciona lo que resulta más interesante a nivel comercial en el momento.
Nosotros editamos material de DC Comics, Superman, Batman. Comic europeo, japonés (Manga) y material norteamericano, que justo este año no traje. Me parece que Montevideo Comics es una muy linda feria. El centro de convenciones me parece un lugar hermoso. Comparado con las convenciones de Argentina, la única diferencia que veo es que allá hay más gente, por razones lógicas de escala. Pero en sí son iguales. Con los mismos conceptos a nivel de invitados, las charlas, Cosplays, los stands.
Como hace calor, por la cantidad de gente hormigueante en los cuatro pisos, muchos salen un rato a tomar aire. Aunque el sol hace rato que se ocultó y no se siente su calor. Al pasar por la puerta los organizadores te ponen una cinta pegada a modo de pulsera en la muñeca. Es de color naranja y dice en letras negras Montevideo Comics.
Recostados en los ventanales exteriores, sentados en la vereda hay cinco adolescentes. Emanuel, Bruno, Sebastián, Larisa y Gabo, que está sentado un poco más lejos, con la capucha tapándole la cara. Él vino junto con Bruno y no conoce mucho a los demás, se queda callado. Todos tienen 15 años, menos Gabo que tiene 17. La vestimenta que llevan es más bien rockera, remeras de bandas como AC/DC, camisas con cuadros y buzos negros.
Larisa tiene un gorro de Pokemón, esa serie japonesa en que los personajes son como animales con poderes.
Sebastián viene al evento desde 2012, los demás es la primera vez que vienen.
¡Ieii! -grita Larisa y aplaude, festejando por haber venido.
Es un horno ahí adentro– dice Bruno.
No hay cosas kawaii para comprar– dice Larisa. Usa esa palabra del idioma japonés que denomina una cosa como linda y tierna. Es el sinónimo de la palabra inglesa cute.
Hoy no compré ningún póster– dice Emanuel-. A veces cuando mis padres me dan plata encargo unos posters a una tienda, que te los hace personalizados. Yo conocí el animé de chico, porque en mi casa veían, pero ahora los volví a ver. Me gusta Dragon Ball, Caballeros del Zodíaco, Súper Campeones.
Larisa es simpática pero un poco tímida.
Cuando yo era chica miraba animé con mi papá, me gustaba Dragon Ball y Naruto. Lo veía por un canal de cable. Pero cuando tenía 10 años era plancha – se ríe mientras Sebastián le dice que es una decepción-. Es que quería estar a la moda -justifica.
Ya es noche cerrada y el Sodre no está tan lleno. Muchos vendrán mañana, sobre todo los cosplayers, porque va a realizarse el esperado concurso. Y el que gane, se va a ir a Brasil a representar nuestro país en el torneo Yamato Cosplay Cup International. Además, hay dinero de por medio y un trofeo para exponer con orgullo, en alguna repisa.
Las calles se llenan de gente que va rumbo a la Avenida 18 de Julio, para luego tomar diferentes caminos.
El frío es más intenso.
Bettina Aplanalp

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