La institución ha sido durante años la fuente principal de consulta literaria en el país. Sin embargo, recientemente ha enfrentado varios problemas tanto externos como internos. El cierre de sus salas durante la pandemia de Covid-19 y el auge de la digitalización han disminuido su concurrencia. Además, las diferencias entre las administraciones y problemas recurrentes en la institución han ocasionado pequeños contratiempos que la actual gestión se propone resolver.

Para conocer la situación actual de la Biblioteca Nacional de Uruguay (BNU), Sala de Redacción se contactó con su director Valentín Trujillo. Consultado sobre las medidas adoptadas recientemente para la conservación y ampliación del acervo, Trujillo explicó que se han realizado diversas acciones en este período: “desde la inversión en equipamiento, que incluye aires acondicionados, deshumidificadores y sensores de temperatura y humedad, hasta la compra de archivos literarios y libros recibidos a través de donaciones”. También mencionó la limpieza de colecciones y la “compra de storage para almacenamiento digital de proyectos”, como el de la prensa del interior del siglo XIX y primera mitad del XX que implica el escaneo en paralelo de materiales de 14 departamentos.

Además destacó la ampliación de salas, entre las que se incluye la nueva sede del Centro Musical Lauro Ayestarán. Este espacio es “compartido con el proyecto Anáforas”, una iniciativa creada para la difusión y preservación de obras nacionales en colaboración con el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) y la Facultad de Información y Comunicación (FIC). 

Uno de los aspectos más relevantes en los que Trujillo hizo hincapié fue en la “concreción de un espacio anexo para la BNU”, en colaboración con la Dirección Nacional de Cultura. Esta iniciativa responde a “50 años de reclamos” por parte del “personal técnico” de la biblioteca: “Esto es fundamental para proyectar el tema del espacio y es crucial para el futuro de la biblioteca”, agregó.

Trujillo fue consultado sobre el funcionamiento de la Sala Infantil y Juvenil y la Sala José Pedro Varela, ante la circulación de información que indicaba que estas habían estado cerradas. Ante esto, expresó: “La Sala Varela nunca ha cerrado, excepto durante los meses de pandemia. De hecho, es el escenario principal de la mayoría de las actividades públicas de la biblioteca, que incluyen conferencias, obras de teatro y exposiciones. La sala nunca dejó de estar en uso”.

En cuanto a la Sala Infantil y Juvenil, Trujillo detalló que “las actividades se han trasladado a la biblioteca inaugurada en el Centro Cívico Aparicio Saravia [en Casavalle], un espacio fundamental para abordar la primera infancia y su conexión con la lectura”. En este sentido, el director destacó que se está llevando a cabo un “trabajo muy importante de introducción a la lectura y hábitos culturales” en colaboración con el proyecto Urbano de la Dirección Nacional de Cultura, que está vinculado a los textos escolares y liceales.

El horario de atención de la BNU se redujo especialmente durante la pandemia, pero actualmente fue ampliado: “el horario de atención es de 9 a 18 horas. En las próximas semanas el horario será de 8 de la mañana a 18 horas”.

Los libros digitales, así como la utilización de las diferentes plataformas para consultar material, han presentado un gran aumento en su demanda. A lo que se puede sumar la preferencia de las personas por realizar consultas y trámites en línea, sea por comodidad o alcance. Sobre esto, el director afirmó que “tienen un gran aumento de usuarios virtuales”.

Voces de un pasado

Alfredo Alzugarat, ex investigador del Departamento de Investigaciones y Archivos Literarios de la BNU, fue consultado por Sala de Redacción acerca de cómo ha ido evolucionando la Sala José Pedro Varela en cuanto al uso durante las diferentes administraciones. Alzugarat explicó que  “históricamente fue la principal sala de eventos de la Biblioteca Nacional”, pero que “sus imperfecciones técnicas” llevaron a la creación de la Sala Julio Castro durante la administración de Carlos Liscano entre 2010 y 2015. Esta nueva sala fue equipada acorde a las necesidades actuales, convirtiéndose así en el único espacio destinado a eventos, actos públicos y presentaciones de libros. 

El investigador también señaló que la Sala Varela se había convertido en “sala de materiales propios, donde los estudiantes o el público en general tenía la posibilidad de estudiar y trabajar en sus propias laptops, ofreciendo un nuevo servicio para aquellos que no disponían de las condiciones necesarias en su hogar”. Asimismo, añadió que la administración posterior, encabezada por Esther Pailos, mantuvo este funcionamiento.

En relación con la administración actual, Alzugarat señaló a Sala de Redacción que “este servicio fue eliminado y a pesar de sus notorias deficiencias acústicas y de ruidos provenientes del exterior, la Sala Varela volvió a ser la preferencial para los eventos”. Respecto a la Sala Julio Castro, expresó que durante la pandemia fue “convertida en depósito” y hoy “es raramente utilizada”.

Al ser consultado sobre la baja del personal en comparación con años anteriores, Alzugarat expresó que “la grave reducción del personal en la BNU afecta en la sobrecarga de trabajo para quienes permanecen activos, provocando reducción de horarios y, por consecuencia, quejas y reclamos de usuarios”. Además añadió que “existe un personal de muchos años de edad; los funcionarios que alcanzan la edad máxima de 70 años son jubilados. Algunos servicios han quedado reducidos a un solo funcionario que, en caso de falta, no tienen reemplazo. El ingreso de nuevo personal calificado es urgente”.

La administración actual ha favorecido el crecimiento de la investigación interna. Sobre esto, Alzugarat señaló que se ha “privilegiado al Departamento de Investigaciones y a los Archivos Literarios con el aumento de personal a través de pases en comisión”, con apoyo a “nuevos proyectos”, así como el “respaldo de  aquellos que venían de administraciones anteriores”. También destacó la recepción de nuevos archivos literarios, entre ellos los del escritor Carlos Maggi y la recuperación de los de Sarandy Cabrera, interdicto, es decir, retenidos por vía judicial. Otro hecho que subrayó fue las nuevas publicaciones y la restauración de la “legendaria Minerva y La Galatea”, donada en 2010, que había dejado “de usarse en 1960 pero ahora está activa”. El ex investigador supone que el costo de estas renovaciones, como el de las publicaciones, “fue alto”.

Alzugarat remarcó que la revista de la BNU, de periodicidad anual, “ha tenido solo tres números en este período”, lo cuáles han sido destinados a “los dos siglos de historia de la BNU, otra destinada a la obra de Emir Rodríguez Monegal y una más reciente destinada a Luis Alberto de Herrera”. También destacó que “el enfoque en la investigación y el cuidado de los archivos es externo a la BNU, lo que no modifica su funcionamiento general. A pesar de ello, se han realizado eventos, coloquios y exposiciones virtuales, además de una mayor difusión de publicaciones en general” concluyó.

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