En la cárcel de Punta de Rieles, el patio era una fiesta. Los edificios de ladrillo a la vista eran testigos de los micrófonos instalados en la pequeña explanada de ese barrio, que es el patio de la cárcel, para las presentaciones artísticas. Alrededor, las mesas de los talleres exhibían el trabajo realizado por los reclusos. En una de ellas, rotulada como “taller de costura” y con varias prendas arriba, se encontraba Persi. 

Cuando estuvo privada de libertad en la Unidad número 5 “Femenino” del Instituto Nacional de Rehabilitación (INR) comenzó a asistir a los talleres de costura que imparte el Sindicato Único de la Aguja (SUA) desde 2015. Fue una de las primeras alumnas del curso, en el que le enseñaron “cómo armar una prenda completa paso a paso: un cuello, un puño, media manga, así sucesivamente hasta que aprendí a armar una prenda completa”.

Luego del curso -del que fue una de las primeras alumnas-, aun privada de libertad Persi trabajó en la confección de prendas para el INR. Hizo “ desde cortinas para las habitaciones, hasta toallas para todo el establecimiento, además de sábanas y ropa de cocina”, contó a Sala de Redacción

Cuando el momento de salir en libertad se acercaba, en Persi creció la preocupación que muchos tienen: qué hacer afuera. Con el conocimiento adquirido, decidió comunicarse con el sindicato: “los compañeros me alentaron a llevar currículums a varios lados. Me anoté a la bolsa de trabajo, pero sabemos que el proceso es medio largo y tengo varios hijos que alimentar”

Entonces, Persi comenzó a fabricar ropa deportiva por su cuenta y venderla, hasta que el sindicato comenzó a expandir los talleres hacia otras unidades y pensaron en ella. “Doy talleres a personas que están en la situación en la que yo alguna vez estuve”, contó, y añadió que gracias a los talleres que da en Punta de Rieles, el Penal de Libertad y la cárcel de Salto  tuvo “la oportunidad de compartir con personas privadas de libertad y poder decirles que se puede salir adelante. Están en esta situación y tienen que cambiar el chip”.  

Es difícil cuando las personas nacen en un contexto que se ve deliberadamente apartado, invisibilizado. “Yo nací en el mundo de la delincuencia, y no sabés otra cosa”, explicó Persi, y consideró que el primer paso es “comenzar a despojarse de las cosas que sabemos que no nos sirven o que nos van a perjudicar para comenzar a tomar cosas buenas, que sabemos que nos van a edificar y a ayudarnos a salir adelante”. De todas formas, Persi cree que este proceso no es sólo una cuestión de voluntad, sino de oportunidades: “Esperan que una persona se rehabilite sin herramientas, es imposible que alguien se rehabilite de la nada. Hay que tener herramientas, desde educativas hasta enfermería. A mí se me presentaron las oportunidades y lo que hice fue aprovecharlas”.

Punta de Rieles es un oasis en el sistema carcelario uruguayo. Los talleres y la inclusión que hay para las personas privadas de libertad es inusitada. Para Carina Zeballos, militante del SUA, los talleres son también una manera de trabajar con “valores, no sólo los de ellos, también con los nuestros. Afuera mucha gente piensa que hay que matarlos a todos o que hay que endurecer las penas y no es así”. El sindicato tiene por objetivo, justamente, generar oportunidades laborales dentro y fuera de los centros de rehabilitación. “La obra de teatro de acá dice ‘y el día después, ¿qué?’, y es verdad, no tenemos esa respuesta”. contó Zeballos, y agregó que se lucha para “que esa respuesta exista, por lo menos, una alternativa”. Los trabajadores de la vestimenta tienen de los salarios más sumergidos en el mercado laboral. Zeballos aseguró que en los talleres del SUA se transmite a los alumnos “que tienen que luchar y estar orgullosos de sí mismos”.

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