La pesadumbre se sentía en el aire. En el Monumento a los Detenidos Desaparecidos en la intersección entre Rivera y Jackson, la pared se encontraba cubierta por sus fotos; entre ellas, resaltaba un texto que citaba la canción de María Elena Walsh “Como la cigarra”:
Tantas veces te mataron
tantas resucitarás
cuántas noches pasarás
desesperando
y a la hora del naufragio
y la de la oscuridad
alguien te rescatará
para ir cantando
cantando al sol como la cigarra.
El silencio reinaba entre el mar de gente que cargaba con cuidado carteles de personas que quisieron y quieren, que no olvidan y todavía buscan.
La multitud comenzó a avanzar, sin emitir más ruido que el de sus pasos. En lo alto, una joven llevaba un cartel que preguntaba: “¿Dónde está mi abuelo?”, acompañado por la imagen de Carlos Enrique de la Fuente, detenido desaparecido el 11 de mayo de 1976 en Argentina.
Al llegar a las inmediaciones de la Universidad de la República, las fotografías de detenidos desaparecidos en la dictadura comenzaron a proyectarse en los edificios aledaños, para remarcar, de otra manera, una ausencia que ya se hacía eco en el silencio de los presentes.
Unas cuadras más adelante, una persona levantaba una pizarra blanca, escrita con marcadores rojos y azules, con el texto: “¡Sus lápices siguen escribiendo! ¡Docentes y estudiantes desaparecidos, presentes!”.
Fotos: cobertura colaborativa de Sala de Redacción
Compromiso de generaciones
Ya van 28 marchas del silencio, en junio se cumplirán 50 años del golpe de Estado y cada vez son más los jóvenes que se suman. Un veterano le manifestó a las dos personas que lo acompañaban: “Los jóvenes han tomado esto como propio, como si hubiera pasado hace un par de años”.
Joaquín Gervas, de unos 26 años y familiar de desaparecidos, comentó que concurrió por primera vez a la marcha con su padre, cuando tenía 4 o 5 años, y que desde que empezó a ser más consciente, cambió el sentido por el que concurre: “Antes era para acompañar, ahora es para ser parte”. Al preguntarle acerca del significado del olvido, contestó: “Es muy difícil, porque no creo que se olviden. Mientras no haya una respuesta, siempre va a haber un vacío, una pregunta por responder”.
Catalina Ibáñez y Clementina Pérez, oriundas de Rocha y con menos de 20 años, asistían por primera vez a la marcha en Montevideo y la calificaron de “muy emocionante”; en su ciudad, en donde habían marchado en 2022, “se vive de otra manera”. Catalina remarcó la importancia de entender el concepto de “terrorismo de Estado” porque “es el Estado el que tiene que velar por el bienestar de todos los ciudadanos; el que tiene que protegernos a todos”. Reflexionó que para el futuro, espera “se tengan que dar menos nombres porque [los desaparecidos] se hayan encontrado, se sepa dónde están”. Clementina replicó que “aunque se sepa, hay que seguir velando por recordar la memoria de nuestros 197 desaparecidos”, y acotó que no se puede cerrar una página que no se ha escrito.
La Intersocial, colectivo que organizó la marcha, colocó bajo el obelisco ubicado en el centro de la Plaza de los 33 Orientales, fotografías de los detenidos desaparecidos, con sus respectivos nombres y fechas de desaparición.
Al finalizar la marcha, se propuso que cada una de las personas que tuvieran fotos, se acercaran al micrófono para decir los nombres de quienes aparecían en sus fotos. En respuesta a cada nombre, la gente allí reunida respondió: “¡Presente!”.
Finalmente, se colocaron las fotos al lado de la margarita que hay construida en hormigón en una de las esquinas de la plazoleta y se entonaron las estrofas del himno nacional.
Gonzalo Diana
Durante las cuadras del trayecto final hacia la Plaza Libertad, mientras la multitud se movía, se escuchaban sollozos y se veían ojos llorosos que miraban la pantalla del IMPO, frente a la Intendencia de Montevideo, con las fotografías de aquellos que aún faltan.
Empezaron a escucharse por el altoparlante los nombres de cada una de las personas detenidas desaparecidas. Quienes marchaban replicaron con un rotundo “Presente”. Después de escuchar la larga lista, sonó con fuerza el himno nacional y volvieron a oírse las voces de los presentes, más todavía al cantar con puños al cielo “tiranos temblad”. Los ojos de muchas personas se llenaron de lágrimas. Después llegaron los aplausos, que resonaron sin encontrar fin a lo largo de la ya poblada 18 de Julio.