Foto: Mides



Un refugio, escondido en el corazón del Buceo, es el hogar de 35 personas. Cada día un equipo de profesionales deja todo para sacar adelante un centro que alberga a mujeres con niños, niñas y adolescentes que se encuentran en situación de calle. SdR recorrió el lugar y entrevistó a tres de sus educadores, que contaron cómo es la convivencia en ese contexto.

El día amaneció lluvioso y muchas de las mujeres están dentro del hogar: una casa amplia, de tres pisos, que resultaría grande para una familia de cuatro o seis personas, pero en este escenario los números son diferentes. En cinco cuartos se alojan 14 mujeres y 21 niños y adolescentes, todos ellos con historias de vida y rutinas diferentes.

El clima del refugio es descontracturado. En la sala principal hay un par de chicas con un niño en un cochecito. Otras mujeres miran hacia la puerta tratando de reconocer el rostro nuevo.

Agustina Montiel, Diego Álvarez y Gonzalo De Los Heros son parte del equipo que trabaja, junto con una psicóloga, una trabajadora social y una coordinadora, para que el centro esté en el barrio desde hace casi tres años. El refugio, denominado por el Ministerio de Desarrollo Social (Mides) como centro de 24 horas, es considerado un lugar de tránsito. Aquí las mujeres se pueden quedar hasta que consigan un lugar estable y permanente para vivir.

Ellas llegan allí por derivación del programa Puerta de Entrada del Mides. Una vez que el ministerio les asinga este refugio no están obligadas a permanecer en él. Los educadores llevan un control y pasan asistencia todos los días. Si las mujeres tienen más de cinco faltas injustificadas, el sistema les da de baja y tienen que volver a Puerta de Entrada para que les asignen nuevamente otro lugar. “Esto no implica que les vuelvan a asignar este mismo centro”, aclaró Álvarez. Todas tienen distintos horarios de llegada, dependiendo de sus actividades, pero se intenta respetar los horarios de descanso, sobre todo de los más pequeños.

El refugio tiene capacidad para 35 personas pero con el Plan de contingencia que el ministerio lanza todos los inviernos, que abarca del 15 de mayo al 31 de octubre, el cupo aumenta a 38. En este momento conviven mujeres que van desde los 21 hasta los 45 años y varias de ellas tienen hijos o niños a cargo. Llegan allí con la necesidad de buscar un lugar donde dormir, cuidar a sus hijos y tratar de llevar una vida digna, lejos de la violencia que muchas veces padecieron.

Muchas de ellas no tienen trabajo y los educadores las ayudan a realizar sus currículum y les dan el impulso para insertarse en el mundo laboral. De Los Heros explicó que esto es muy “complicado” porque “la sociedad y los trabajos estigmatizan mucho”. No es fácil poner en un currículum que viven en un refugio del Mides, el empleador “seguro” lo descarta, explicó. “Se deben trabajar muchas cosas antes de presentarse a un empleo, principalmente, los vínculos”, comentó Álvarez.

Los funcionarios también ayudan a aquellas mujeres que quieren terminar sus estudios a reinsertarse en el sistema educativo.“Se trata de abarcar todas las puntas, lo que tiene que ver con lo educativo, lo laboral y con la salud”, contó Montiel.

También están los niños, que mientras sus madres o mayores a cargo deben salir a trabajar, son cuidados en CAIF o en bonos de guarderías (centros privados que el Mides paga para que los pequeños puedan ir). De Los Santos explicó que en el centro también “se promueve” que entre las mujeres se turnen el cuidado de los niños cuando una u otra tiene que salir a trabajar o estudiar.

Como en cualquier ámbito “el vínculo y la convivencia no es fácil, y menos entre tantas personas”, agregó. Por ejemplo, cuando los niños se pelean sucede que esos conflictos “se trasladan al ámbito de los adultos” y es difícil resolver esas situaciones, acotó De Los Heros.

En la casa, las mujeres se distribuyen en los cuartos de acuerdo a la cantidad de personas por núcleo familiar y por el tamaño del cuarto. Las habitaciones están amuebladas con cuchetas, la mayoría tienen roperos, otras lockers o espacios donde guardar las pertenencias, dependiendo la capacidad del mismo. Las paredes están descascaradas, por el día a día, pero todo está muy limpio. El resto de la casa no cuenta con muchos muebles.

Si bien las mujeres tienen rutinas diferentes, se encargan de la limpieza y el orden del lugar. Llevan una planilla de tareas que deben de realizar como la “higiene de los baños, de los espacios comunes y además, calentar las bandejas de comidas”, contó Montiel.

Todos los días el equipo realiza un “trabajo de hormiga” generando espacios, aconsejando y animando a las mujeres a salir adelante pero, para De Los Heros, no se puede “tapar el sol con una mano”. Por ello, es necesario seguir trabajando y sostener “criterios comunes” y lograr “funcionar todos en una misma línea de trabajo”, agregó Montiel.

Reafirmando ideas

SdR también dialogó sobre este tema con la directora nacional de Protección Integral en Situaciones de Vulneración, Eleonora Bianchi. La jerarca explicó que el objetivo principal del plan del ministerio es construir junto a los usuarios “un proyecto de vida” para lograr un satisfactorio egreso del lugar.

Bianchi detalló que es importante trabajar el tema de los hábitos y la convivencia, además de informar sobre los derechos a la salud, a la asistencia y a la identidad que tienen las personas que acceden a los servicios. Otro de los aspectos en los que se hace hincapié es en la capacitación de los individuos con el fin de  “prepararlos” para el mundo laboral.

La directora informó que las licitaciones que se hacen para cada uno de los centros son dirigidas a organizaciones de la sociedad civil o cooperativas de trabajo. Cada refugio tiene que contar con un equipo de profesionales: asistentes sociales, psicólogos o trabajadores del área social. También con un grupo de trabajo permanente en el centro, como son los educadores sociales. “Ellos lo que hacen es organizar la vida y en los casos en los que sea necesario, la contratación de talleres específicos”, agregó.

Consultada acerca de cómo es el proceso de ingreso a los hogares, Bianchi contó que cuando la persona se acerca al refugio se le realiza un relevamiento de las condiciones en las que se encuentra y se le asigna un lugar. Los tres primeros días no es un lugar estable, pero luego de transcurrido este período se otorga un cupo permanente. En el caso de que el adulto tenga a su cargo a un menor, el cupo permanente es asignado de inmediato.

El programa intenta contemplar a las madres que trabajan para que los menores asistan a distintos servicios de la educación, dependiendo de sus edades. Pero, por sobre todo, se intenta que “el cuidado de los niños sea a cargo de sus propias madres”, señaló Bianchi.

El último censo de personas en situación de calle con el que cuenta el Mides corresponde a 2016,  pero se puede decir que hubo un notorio aumento de la personas que acceden a los refugios, consideró la directora. El ministerio ha observado que en la actualidad hay personas que “no aceptan el ingreso a los refugios”, señaló Bianchi. A raíz de esto, el organismo está realizando estudios para identificar por qué se plantea esa situación y de dónde proviene. “Nosotros en este momento disponemos de 1.660 cupos que están prácticamente cubiertos”, afirmó. Sin embargo, la directora admitió que quedan personas en situación de calle que no acceden.

“La vida en la calle es lo natural y ahí me puedo instalar como si fuera un campamento”, así describió Bianchi la forma de vida que algunas personas han adquirido y que preocupa a las autoridades.

Carla Olivera

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