El viernes pasado se difundió la triste noticia del fallecimiento de Macunaíma. “Se mudó para nuestros corazones, que es donde siempre estuvo”, recordó su amigo y escritor Nacho Suárez. Atilio Pérez Da Cunha, el nombre que se ocultaba detrás del apodo, fue poeta, docente, escritor, periodista, publicista y mucho más. Sus allegados lo recuerdan como un tipo alegre, que siempre estaba de buen humor y al que le gustaba dar abrazos apretados.
Otro rollo se llamó el programa radial de Emisora del Sur que condujo hasta que el cáncer se lo permitió. Además, se desarrolló como docente de Creatividad Publicitaria en la Facultad de Información y Comunicación (FIC). Mateo Magnone, compañero de radio, lo recordó como una persona apasionada y con “una energía muy por arriba de la media”. “Era un tipo que nunca se quedaba sin tema de conversación, todo el tiempo te proponía hablar sobre distintas cuestiones”, contó Magnone.
El apodo se lo puso su abuela por una novela popular de Mario Andrade. En una entrevista con La onda digital, Macunaíma contó que detestaba ese apodo, pero bajo la premisa de “si no puedes con ellos, úneteles”. Y fue así como todos lo conocieron. Su carrera comenzó a fines de los años 60 y principios de los 70; El Popular, Cinco Días, La Hora, Sincensura y El dedo fueron algunos de los diarios donde escribió. Luego de haber sido categorizado como ciudadano B por ser militante estudiantil, los años de la dictadura lo volcaron a la publicidad.
Precisamente, Suárez dijo a Sala de Redacción que esos años marcaron mucho la vida de ambos: “Fueron épocas muy duras, yo tenía un programa radial nocturno donde él me acompañaba, y Macu siempre se acordaba de esa cuevita, aquel refugio donde intentábamos encontrar cierta tibieza que no había en las calles”. La emisora se llamaba Radio Color Panamericana porque “en aquellos años grises había que transmitir un poco de color y música en las palabras”. Contó también que de esas épocas heredaron un sentido de no sentarse a criticar, sino “a meternos en la vida para cumplir lo que creíamos era una especie de misión: que el mundo fuera mejor después de nuestro paso y que el mundo se enterara que estábamos pasando por él”.
Su amigo contó que, independientemente del dolor, la pena personal o el miedo, la misión de ellos en esa época era transmitir una sonrisa y ayudar a la gente a “vivir mejor”: “Eran épocas de mucho miedo y de heroísmos pequeñísimos, la pequeña batalla para salir al aire para poder escribir de nuevo, para poder transmitir algo a quienes lo necesitaban”.
“Tenía una cosa corporal muy intensa, de agarrarte, abrazarte, sacudirte y hablarte fuerte estando cerca, era muy cómico. Si no lo conocías capaz podía ser hasta medio perturbador, pero era una cosa súper agradable”, recordó Magnone.
Junto con su amigo y docente Alejandro Barreiro crearon la agencia de publicidad Utopía y trabajaron en McCann Erickson. “Trabajamos muchos años juntos, luego entramos a la Universidad de le Empresa y a la FIC, donde era docente de creatividad”, contó Barreiro. El docente dijo que Macunaíma aportaba experiencia y práctica frente a tanta teoría que se da en las clases. “Daba las clases siempre con su parte de humor, hacía trabajar a los alumnos con ejercicios prácticos y trabajos a nivel personal donde evaluaba la personalidad de cada uno, los hacía entrar en un mundo que dejaba al estudiante de ojos y boca abierta”, dijo Barreiro.
Macunaíma no se quedaba en lo teórico, y sus allegados confirmaron que la creatividad y la poesía eran parte de su vida cotidiana. “Tenía una forma muy poética, y, por supuesto, ayudaba también esa estética, esa pinta medio de caricatura que tenía. Me parece un comunicador nato y muy creativo, con esa idea de la creatividad no asociada al diseño si no a la vida, al tomar distintas cosas y generar nuevas”, recordó Magnone. Macunaíma publicó varios libros de poesía como Derrumbado, nocturno y desván y Los caballos perdidos, así como un libro sobre publicidad llamado La publicidad es puro cuento.
“Nos metíamos en la vida para cumplir nuestra misión: para interpretarla y ayudar a interpretarla, para poder incidir en ella y mejorarla, con el sueño de hacer un mundo mejor. Nuestra patria era el mundo y eso hacía que si nos cerraban una puerta, entramos por la ventana, y si nos corrían de los medios -como pasaba habitualmente- por negarnos a cosas que había que decirles que no, ocupamos otro espacio”, dijo Suárez.
Macunaíma será recordado por todas las personas que alguna vez tuvieron la oportunidad de conocerlo, leerlo o escucharlo. Con su espíritu alegre e inquieto seguirá presente en sus poéticas palabras.