No existe un plan individual de tratamiento para los reclusos porque faltan técnicos y programas, declaró el comisionado parlamentario para el sistema carcelario, Juan Miguel Petit, a El Observador. “Coincido totalmente con Juan Miguel en que no hay capacidades técnicas, pero el problema también tiene que ver con el sistema que pensamos”, sostuvo Denisse Legrand, coordinadora del proyecto Nada Crece a la Sombra, en diálogo con Sala de Redacción. “Para trabajar en un tratamiento hay que considerar cuestiones básicas que tienen que ver con la individualidad; quién es la persona, de dónde viene, qué sabe hacer y a dónde va”, agregó.
El fenómeno de la violencia no tiene que ver solo con quién lidere un proyecto. Legrand planteó por ejemplo, que el Comcar (Unidad Penitenciaria Nº 4) “es un sistema que tiene de los mejores directores de los centros penitenciarios del Uruguay”, y sin embargo “tiene la mayor tasa de homicidios”. “El hecho de que habiten 3.600 personas en condiciones muy hostiles y con un nivel de tráfico inmenso de todas las economías ilegales” termina siendo central, comentó.
El 1º de marzo, cuando asumió el actual gobierno, había 11.780 personas privadas de libertad y cinco meses después había cerca de 600 más. La mayoría habita en condiciones hostiles: hay más de 1.800 que duermen en colchones en el piso y, a su vez, ocho de cada diez presentan conflicto con adicciones, lo que genera problemas de convivencia. Según los últimos datos recabados por el comisionado parlamentario, al 31 de julio de 2020, en los 26 centros penitenciarios del país residían 12.398 personas privadas de libertad (11. 673 hombres, 701 mujeres, 24 mujeres trans y 45 niños y niñas). El 83% de los reclusos había sido penado y el 17% procesado.
La tasa de prisionización en Uruguay es de 351 cada 100 mil habitantes, es la segunda mayor de América Latina -según los datos publicados por el gobierno a fines de 2016- después de Brasil, que tiene una tasa de 655 presos cada 100 mil habitantes.
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La réplica de todos
Sala de Redacción dialogó con Federico González Canavesi, quien fue procesado hace nueve años por los delitos de copamiento, rapiña y porte de armas en reiteración real; la condena es de 16 años. González vive ahora en la Unidad N°6 de Punta de Rieles, ubicada a 14 kilómetros del centro de Montevideo, un establecimiento penitenciario de seguridad media para hombres que funciona desde 2010 y en el que residen alrededor de 600 personas.
La Unidad N°6 de Punta de Rieles es considerada como una cárcel de buenas prácticas en términos de rehabilitación a través de actividades educativas y laborales. Federico trabaja hace cinco años en la cocina de operadores y policías, y además ensaya, compone y canta canciones. En este momento hace salidas transitorias durante 36 horas mensuales, dos veces al mes y estima que dentro de tres años podrá salir en libertad. Esta nota recoge parte de la entrevista mantenida con él.
– ¿Cómo describirías la cárcel de Punta de Rieles?
– Dentro de todo lo malo, es algo respirable. Un lugar donde tendría que ser la réplica de todos, un lugar para la mayoría de las personas privadas de libertad. Yo creo que no tiene que haber 12.000 mil personas totalmente sacudidas por la violencia carcelaria y 600 personas con el beneficio de tener todas las herramientas, mientras que el resto sea puro ocio y fabricando cuchillos. Está mal equilibrada la balanza, creo que es el sistema del revés.
– Cuando ingresaste ¿cuál fue tu primera impresión de la cárcel?
– Mi primera impresión fue cuando la vi por tele o cuando mis compañeros habían quedado presos y lo contaban desde adentro: todo horrible, pura violencia. Después caí en este mundo de porquería… hasta que te adaptás, los seres humanos somos personas adaptables, nos adaptamos a lo lindo y lamentablemente nos adaptamos a lo feo. No me quedó otra que adaptarme, y bueno, lo empecé a naturalizar un poco.
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Aumento de homicidios
Según el último informe anual del comisionado parlamentario en 2019 se registró “un récord anual de homicidios desde 2006” en las cárceles; la tasa fue de 186,5 homicidios cada 100 mil personas, lo que significó 18 veces más que el promedio nacional. La mayoría de las muertes violentas se concentra en los establecimientos de mayor tamaño del área metropolitana, como la Unidad N°3 del Penal de Libertad, la N°4 de Santiago de Vázquez (más conocida por su viejo nombre, Comcar) y la N°7 de Canelones.
En lo que va de 2020, según lo informado por Petit a El Observador, se registraron 31 homicidios. En mayo, por ejemplo, hubo cinco asesinatos en el Comcar, cuatro de ellos ocurrieron en el módulo 11 y todos estuvieron relacionados a deudas y tráfico de drogas.
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– ¿Por qué te parece que en la cárcel se producen situaciones de tanta violencia?
– Si vos juntás abundantes abejas en el momento de la polinización van a llevar mucho polen; es decir, si el problema estaba justo en ese momento y decidió explotar va a estar en todos lados. Capaz que está funcionando perfecto el sistema carcelario en Punta de Rieles pero si mañana decide estallar un problema, es depende de qué haya pasado en ese momento. También es un problema del control de infraestructura y de hacerle entender a la persona que no tiene que consumir más pastillas, que la droga está mal y el saber identificar qué son los consumos problemáticos. Pero sin duda que tampoco dan a basto los funcionarios, es desgastante trabajar con muchos de nosotros, pero es lo que les tocó.
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Legrand explicó que, en general, cuando la persona es privada de libertad “está relacionada con conflictos extracarcelarios, es decir; cuando ocurren homicidios la mayoría se ubican en el marco de conflictos criminales”, lo que se le llama coloquialmente ajuste de cuentas o homicidios intramuros. Esto produce que se deje de analizar el fenómeno, “lo que implica que la letalidad aumente en Uruguay” y que la empecemos a ver “como algo propio de los contextos que están vinculados con el delito”. Otro factor que describe la tasa de mortalidad es el fenómeno del sicariato. “Los homicidios y la letalidad parecen ser parte de pequeñas comunidades y en realidad son un riesgo general para la población”, aclaró.
En diálogo con Sala de Redacción Cecilia Baroni, psicóloga y coordinadora de la formación de estudiantes de la Facultad de Psicología (Universidad de la República) en privación de libertad, explicó las razones por las que se producen situaciones de violencia dentro del ámbito carcelario. “La cárcel violenta por su régimen disciplinador de hábitos de conducta, que hace que la persona tenga que adecuarse a algo que no estaba adecuado”, explicó.
El “ambiente caldeado” de las cárceles lo produce el hacinamiento. “La mayoría de las cárceles están hacinadas, un montón de gente convive en condiciones muy precarias, con la falta de cuestiones básicas para cubrir sus necesidades”, dijo Baroni. Además la violencia de las cárceles está condicionada por la convivencia y por los códigos; por ejemplo en las mega cárceles, como en el Penal de Libertad o en el Comcar, “muchas veces no se tiene ni hora de poder salir al patio”, planteó la psicóloga. En definitiva, en la mayoría de los casos “la violencia es multicausal”, a veces hasta alcanzar la violencia extrema como lo demuestran las cifras de homicidios.
La Unidad de Investigación y Análisis Penitenciario del Ministerio del Interior recibe denuncias sobre hechos ocurridos en las cárceles (pueden ser anónimas), aunque en contextos de encierro, y en particular en el de los varones, “hay dificultad en decidir hacer una denuncia”, dijo Legrand. A su entender, “la institucionalidad no tiene capacidad de disminuir los conflictos”; lo único que se puede medir son los homicidios y las lesiones en personas que reciben asistencia, pero “hay un número gris que representa la mayoría de los conflictos que tiene que ver con personas que no llegan a denunciar”. En cambio, Baroni sí reconoce la existencia de mecanismos institucionales para disminuir la violencia y valoró que desde 2005, cuando se aprobó la ley de humanización de cárceles, el sistema penitenciario empezó a incorporar una perspectiva de derechos. No obstante, considera que los mecanismos no son suficientes. Por ejemplo, dijo que en el Centro de Formación Penitenciaria, donde se hace formación continua y apoyo, “los equipos están desbordados o no cuentan con las herramientas a nivel de mediación como para poder salir de la lógica carcelaria”.
Trabajar en las cárceles o vivir en ellas
Aunque Baroni valoró el esfuerzo del Centro de Formación Penitenciaria para seguir con la formación de los operadores, señaló que la mayoría de las personas que ingresan al sistema carcelario tienen una condición socioeconómica y cultural baja.
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– ¿Cómo evalúas tu vínculo con los demás internos? ¿Y con técnicos, operadores y policías?
– Más allá de presos, privados de libertad, policías, ortivas, yo me vinculo con personas. Me he cruzado con muchos pibes presos que les importa un carajo la vida del otro, así como me he cruzado con policías, técnicos, operadores, que le importa un carajo su trabajo.
– Si les decís a los directores algo que no te gusta, ¿cuál es la respuesta que te dan?
– He tenido cruces con directores en los que les digo que yo estoy acá porque no quiero. Entonces (les digo) “si yo quiero hacer las cosas bien, vos tenés que optar porque yo siga haciendo las cosas bien, tenés que defenderme, tenés que cuidarme sino, no tiene sentido”. Más allá de ser un psicólogo, ser un técnico, yo pienso que la persona que está en un rol y le pagan por eso, lo tiene que hacer por vocación. Esto no es un trabajo donde somos botellas de refresco y las tenés que acomodar en la góndola; es un trabajo donde trabajás con personas, entonces acá no existen las ocho horas, acá existen las 24 horas diarias de tu vida. Nadie te manda a trabajar en esto, yo creo que la vocación es lo primero, más cuando apostás a la rehabilitación si no, es una farsa.
– ¿En qué momento hiciste el clic en el que te diste cuenta de que había que cambiar?
– Cuando empecé a vincularme con la cultura de fondo, empecé a hacer murga, escribir letras y a mirar por internet qué estaba pasando afuera. Si bien yo supe hacer el clic porque ya tenía herramientas antes de la privación de libertad, a veces tenés que aprender desde antes muchas cosas. Porque lamentablemente hay abundantes pibes que van a terminar presos y es preferible que estén presos con herramientas, a que estén presos en la marginalidad total.
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Posibilidad de rehabilitación
El informe del comisionado parlamentario de 2019 muestra que el 25% de los internos en 2019 poseía “buenas posibilidades de integración social y rehabilitación”, que el 47% presentaba “insuficientes posibilidades de integración social y rehabilitación” y que al 26% de la población restante se la describía bajo “condiciones de trato cruel, inhumano o degradante”. Es decir que el 73% de la población carcelaria habita lugares que “no ofrecen posibilidades de rehabilitación necesarias para facilitar su reinserción social”.
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– ¿Crees en que las personas se pueden rehabilitar dentro del sistema penitenciario?
– Yo creo que hay un sistema de rehabilitación pero se está adaptando. Tienen que jugar más los jueces, porque estos son un ente aparte del INR (Instituto Nacional de Rehabilitación) y del Ministerio del Interior. El juez te juzga, te dice tantos años y vos venís al sistema a cumplirlo, el juez te dice “manejate con estos 16 años que te tocan ahí” y el funcionario tiene que cuidarte durante 16 años.
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“Para cualquier tipo de delito que se comete, la respuesta es meterlos a todos en la cárcel”, planteó Baroni. Para no entrar en conflicto con los objetivos del sistema penitenciario, hay que evitar el hacinamiento y “crear realmente un modelo de rehabilitación y no solamente de castigo de las personas”, reclamó la psicóloga.
A nadie se le aplicará la pena de muerte. En ningún caso se permitirá que las cárceles sirvan para mortificar, y sí sólo para asegurar a los procesados y penados, persiguiendo su reeducación, la aptitud para el trabajo y la profilaxis del delito.
Fallas del sistema
“Uno de los principales problemas del sistema es que no segrega a las personas por delito”; a excepción de delitos de género y sexual “que son separados del resto de la población por una cuestión de seguridad y no de tratamiento penitenciario”, criticó Legrand. La posibilidad de que las personas vuelvan a cometer el mismo delito “no depende para nada del tratamiento penitenciario en este momento”, dijo, en el sentido de que las cárceles no tienen rehabilitaciones asociadas al delito cometido.
Según declaró el director del INR, Luis Mendoza, en el programa televisivo Buen día “en Uruguay se calcula que 650 reclusos salen mensualmente y el nivel de reincidencia es de 65%”.
El hecho de que no exista una política clara de reinserción “ayuda a que se reincida en los delitos”, cuando en realidad “lo que tiene que hacer el sistema es promover que la persona que entra al sistema penitenciario pueda salir diferente para bien”, agregó Legrand. Por último, el presupuesto debe apostar más “al desarrollo de proyectos educativos, laborales y no solamente al encierro mismo, que en general genera mucho daño” manifestó Baroni.
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¿Qué cambiarías del sistema carcelario?
La principal falla del sistema es ponerte una condena y decirte que cuando termines la condena vas a estar bien. Yo creo que tiene que haber un estudio de la persona, si realmente tiene que venir a la cárcel o no; y si se manda a la cárcel vamos a laburar con esas personas a ver si realmente quieren cambiar. Por ejemplo a mí me dieron 16 años, si yo hubiese caído con la LUC, que te dan 16 años de prisión efectiva, y yo le llevo 9 ; me faltarían 7 años si o si para irme liberado, sería como raro. Creo que estoy ocupando un lugar al pedo adentro de la cárcel.
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Planes a futuro
En los próximos años los ejes de trabajo del INR van a ser el tratamiento de adicciones y salud mental, además de que el interno trabaje y estudie. A su vez “se va a trabajar con el problema del alojamiento, porque muchas de las plazas están vandalizadas”, como es el caso de la cárcel nueva de Punta de Rieles con “150 plazas que hoy no están ocupadas”, expresó Mendoza en Buen día.
Con el objetivo de revertir el hacinamiento carcelario, el plan del gobierno es crear una cárcel de máxima seguridad en la que se alojaría a los 300 internos más peligrosos y la creación de tres microcárceles de pequeño tamaño y fácil control. Idea opuesta a tener una cárcel de 3.500 internos “como el Comcar, que dificulta el trato personalizado”, mientras que en estas microcárceles “el interno pasa a ser una persona y no un número”, valoró el director del INR. Por el contrario, para Legrand no hay ningún motivo por el cual pensar que estas 300 personas deberían estar asociadas, sino que más que nada “sería hacerle una oficina al delito de crimen organizado”.
Se estima que el año finalice “con un total 13 mil presos, y el período de gobierno con 16 mil”, apuntó Legrand; con este panorama la construcción de cárceles no es la solución porque “cárcel que existe, cárcel que se revienta”. Sin olvidar que el Estado busca construir otra cárcel mientras 9.200 reclusos duermen en el piso; es decir que “hay cosas que suenan muy bien, pero no son rentables en el día a día”, concluyó Legrand.