Hubo que dar vueltas para encontrar un lugar para estacionar. A pesar de que la caída del sol había acarreado consigo el frío y una niebla que se comía la vista, la gente fluía como un río. Un cuidador y un solitario saurópodo en la maqueta de la entrada recibían a los visitantes en la entrada al predio. Por los laterales del edificio se ingresaba a la zona de stands y foodtrucks, en medio de los aromas a fuego y especias. La entrada, como todos los años, era libre y gratuita. El Espacio de Arte Contemporáneo, que supo ser una cárcel y la Escuela Universitaria Centro de Diseño, se convirtió, durante un fin de semana, en la sede de una feria gastronómica internacional. Cada año convoca más adeptos.
En los primeros stands se podían encontrar variedades de té y tomates, morrones, pimientos suaves, medios y muy picantes, guayabos del país, quinotos, todo tipo de hongos y zapallos. A medida que se recorría el pasillo, se podían oír las conversaciones entreveradas, risas, algo de música y el chispeo de las fogatas. A pesar del frío y la humedad de la niebla que se iba volviendo densa, el clima dentro del recinto era cálido y alegre.
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Lo que alguna vez fue el patio central de la Cárcel Miguelete era ahora el corazón de una fiesta, lleno de vida y alegría. Los visitantes podían recorrer los más de 50 locales que recorrían la comida tradicional brasileña, venezolana, argentina, italiana, india, coreana, japonesa y, por supuesto, uruguaya. La propuesta gastronómica incluía la clásica feijoada brasileña, el locro argentino, la sopa coreana, un estofado criollo de jabalí y ñoquis italianos. En el centro del ruedo se disponían varios fuegos que daban calor a la noche y, entre medio, un puesto que preparaba chocolate caliente a duelo con otro que preparaba vino especiado caliente.
Sala de Redacción conversó con organizadores, cocineros y comensales.
Aparna Soni, la propietaria de “Moshka”, el stand de cocina tradicional india, llegó a Uruguay hace 9 años y su emprendimiento es único en el país. “Empecé un año después de que llegué, cocinando en mi casa, haciendo delivery, takeaway, catering o cenas privadas, y hace 5 años abrimos nuestro primer local”, explicó. Actualmente cuenta con dos locales, en Ciudad Vieja y Pocitos, y están por abrir el tercero, que será en Malvín.
Antes de llegar a los organizadores de Garage Gourmet, Sala de Redacción se cruzó con el imperio chino hasta llegar a Corea. Allí, Jae Young, propietario de Arariyo, contó que trabajan con comidas tradicionales en base a “las recetas de mi madre, que vienen de mi abuela y su madre”. Jae Young es coreano, pero vivió en diferentes períodos en Uruguay. Vino de chico, hizo la secundaria en Montevideo, luego volvió a Corea y hace cinco años regresó para quedarse. “El emprendimiento era de mis padres. Un día me interesó la gastronomía y me sumé”, relató. Arariyo está en Ciudad Vieja, en la calle Bartolomé Mitre.
Algunos platos del local son kimchi chigue, dark guejang (ambos platos picantes), salsa kimchi y aceite de sésamo. “Últimamente tenemos mucha atención sobre nuestra cultura”, explicó, y agregó que “con el avance de nuestra economía, películas, música también, nos están dando mucha atención”. Arariyo es uno de los cinco restaurantes coreanos instalados en Montevideo.
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La noche se iba tornando cada vez más fresca y húmeda, y los fogones, estratégicamente ubicados, se iban avivando, dando calor a los visitantes. Las mesas se iban llenando de amores y amigos en torno a la comida, estrella de la noche, y el vino caliente especiado ayudaba a combatir el frío.
Natalia y Santiago contaron cuáles de las opciones se habían decidido a degustar. “Pollo al curry, del stand de comida india”, dijo Natalia, y agregó que estaba “riquísimo”. Nunca habían participado de estas actividades y se enteraron de casualidad porque un amigo fue más temprano y les hizo la recomendación. “Y bueno, queríamos salir a hacer algo, no sabíamos qué y vinimos”.
-¿Volverían?
-Sí, obvio- respondieron ambos.
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Garage Gourmet nació como idea en 2017. “Ya hacíamos otras ferias gastronómicas”, dijo a Sala de Redacción Mauricio Pizard, uno de los organizadores. Sin embargo, “nos interesaba que tuvieran una personalidad mucho más fuerte”. Así generaron una feria de picnic, similar a un emprendimiento que ya tenían antes en Buenos Aires para estudiantes, en primavera, en los parques de Palermo. La edición picnic montevideana se realiza en el Jardín Botánico en setiembre. “Organizamos dos festivales por año: uno en primavera en el Botánico y otro en invierno, acá, en este lugar”, explicó.
Esta es la cuarta edición. El primer Garage Gourmet fue en 2018, pero la pandemia obligó a hacer un parate hasta el año pasado, cuando pudieron retomarlo. “Este es un festival de comidas de olla”, expresó. Siempre se organiza en el Espacio de Arte Contemporáneo y la propuesta a los cocineros es que traigan una comida distinta a la del resto. Para asegurarlo, se construye un menú colectivo que, además, comprende otras opciones: cocina vegana, vegetariana, sin gluten. “La gente se lo apropia y les gusta mucho”, sostuvo. La idea fuerza, afirmó, es dar una opción para salir, disfrutar, apostar a todas las edades y “recuperar fuerzas en el invierno a través de la comida”.
Avanzada la noche, la luna ya casi llena ilumina desde lo alto entre aquellas ruinas llenas de historia, generando un clima entre misterioso y alegre. Para quienes se quedaron con ganas de asistir o se sienten a gusto cocinando, Garage Gourmet ha editado el libro “Ollas”, disponible en todas las librerías, para hacer el recorrido en la propia cocina.