Diego Losada. Foto: Gonzalo Escobal / SdR

 




Diego Losada tiene 46 años, su última temporada como jugador la disputó integrando el equipo de Tabaré en 2009, fue campeón ocho veces en clubes y bicampeón con la selección uruguaya. Hoy disfruta de su familia y, desde su casa, del básquetbol. “Me han llamado de distintos clubes, pero me ha costado decir que sí”, manifestó.
-Cuando uno lee tu biografía, dice que empezaste en Biguá. Es raro teniendo en cuenta que tu padre estuvo muy identificado con Cordón y luego tú también.
-Sí, arranqué en Biguá, lo que pasa es que en esa época mi padre dirigía allí, entonces a los 10 años me llevó a jugar en la categoría mini. La confusión es que yo a los 16 o 17 años pasé a Cordón para seguir en formativas. Pero a los dos años empecé a jugar en primera y justo se dio la coincidencia de que gané el puesto de titular y terminamos campeones.
-A nivel de clubes saliste campeón ocho veces, ¿cuál fue el campeonato federal que más disfrutaste, donde cumpliste todas tus metas como jugador y como parte de un grupo?
-Serían dos o tres que tendría que señalar, no podría ser uno en especial. Obviamente el primero. Siempre cuento la misma anécdota, mi padre jugó más de 20 años y nunca salió campeón y yo en mi primer año tuve la suerte de lograrlo. Después, un campeonato que quedó en la mente de mucha gente en el año 95, una final con Macabi. Los dos equipos, tanto Cordón como Macabi, acaparaban casi todos los jugadores de la selección. Fue muy recordado por los libres de Jeff Granger al final, cuando estábamos un punto abajo, en el quinto partido de la serie. Y para cerrar tengo que agregar el último campeonato que logré con Cordón, porque en una serie al mejor de cinco, arrancamos abajo dos a cero y la terminamos dando vuelta tres a dos. Un doble en la hora agónico y terminamos campeones. Todas cosas que se recuerdan para toda la vida.
-¿Cómo viviste aquella final contra Welcome en 2001?
-Bueno, esa es una final que también la pondría dentro de la respuesta anterior, porque la importancia de ese campeonato fue que, aparte de volver a Cordón y tener la suerte de salir campeón, le cortamos el quinquenio a Welcome. Nunca un club en Uruguay pudo salir campeón cinco veces, había ganado cuatro Aguada en los años 40 y Welcome lo había igualado en esa época. Acá también, un quinto partido, final agónico, todo muy estresante y logramos ganar. Con el detalle ese de que una pelota bastante fácil se le escapó a Nicolás (Mazzarino), se fue para afuera, sacamos nosotros y se terminó el partido. Todas finales lindas, muy apretadas, que es un poco lo que al jugador le gusta y el hincha más disfruta.
-Ganaste mucho y también te tocó perder de esas finales apretadas, ¿cómo viviste aquella en la que jugabas para Paysandú, donde hubo mucha polémica, frente a Defensor?
-Siempre querés ganar, esa fue de las que te tocan perder y te duele, pero me dolió más que nada por todo lo que se había generado en Paysandú. Esa final es recordada por los fallos arbitrales que notoriamente nos perjudicaron. Un partido que nosotros llegamos a sacar 20 puntos y de a poco Defensor lo fue trayendo. Si vos ves el partido, no hay errores arbitrales, hay horrores arbitrales que eran siempre en nuestra contra.
La gente se quedó con el último tiro que fue fuera de tiempo. Pero lo más grave de eso fue cinco segundos antes, cuando mi compañero Claudio Charquero tiró al aro, porque se nos iba la posesión y además se terminaba el partido, y Gustavo Szczygielski le hizo un foul intencional, totalmente antideportivo. Además le cortó los brazos de una manera a Claudio, que el juez que estaba al lado, tiró el cuerpo hacia atrás por la vehemencia de la falta. Todavía la pelota quedó bollando, la agarró uno de ellos, picó, y tiró sonando la chicharra. Y embocó.
-¿Cómo viviste esas experiencias en Alemania y España?
-Bien, formas diferentes obviamente. En Alemania era mi primera experiencia, quería ir a Europa a probarme, creo que el error en sí fue el destino. Tenía la posibilidad de ir a la segunda división de España o a la primera de Alemania. Estamos hablando del año 96, cuando no existía la tecnología de ahora, no te conocían. En ese entonces era por videocassette, hacías un compacto, lo mandabas, allá el contratista lo mostraba un poco y te conseguía un lugar. Opté por la primera de Alemania, que si bien fue una experiencia muy enriquecedora, en un nivel muy competitivo, se me hizo difícil por la idiosincrasia alemana. Todo el tiempo tenía que hablar en inglés o en alemán y no entendía nada.
La segunda experiencia ya me agarró en otra etapa, con familia, con alguna lesión, pero la resalto porque el técnico que me llevó fue “El Oveja” Hernández, que me había visto jugar en un campeonato panamericano con Aguada. La verdad que fue darme el gusto de jugar en la LEB Oro, a un nivel impresionante.
-Pasando a la selección, saliste campeón en Uruguay y en Venezuela, ¿cuál fue el campeonato que más disfrutaste?
-Obviamente el de acá. Uruguay hacía 14 años, más o menos, que no salía campeón. Pero más que nada era el tema de jugar acá, con tu gente, con tus familiares cerca, con tus amigos cerca, con el vecino cerca. Esa selección se identificaba mucho con la gente, porque hacía mucho tiempo que todos jugábamos en el medio local. Una final a Cilindro lleno, que por suerte la pudimos coronar con el campeonato.
La de Venezuela tuvo otro sabor. Imaginate que Uruguay hacia 42 años que no salía campeón afuera, lograrlo cuando nadie daba un peso por nosotros fue muy emocionante. Además pasaron 20 años y sigue siendo el último campeonato sudamericano que logró Uruguay.
-¿Qué significó José Losada en Diego Losada?
-El mejor técnico. Además de mi padre, el mejor técnico que tuve, porque tener la ventaja de estar con alguien que jugó muchos años al básquetbol y a su vez fue técnico, te da muchos piques que no te los da cualquiera. No te lo dan en formativas ni un técnico en general. Fue un plus que siempre tuve. Me hacía ver que tenía que quedarme más horas que mis compañeros, qué tenía que seguir entrenando. Es la ventaja de tener a alguien en tu hogar que compitió, eso me ayudó mucho y por eso siempre digo que el mejor técnico que tuve fue mi padre, por más que nunca me dirigió.
-En fútbol ya sabemos que sos hincha de Nacional, ¿en básquetbol?
-Bueno, es una mezcla. Me inicié en Biguá y me simpatiza, mi hijo hoy en día juega allí. Después los primeros años me desarrollé profesionalmente en Cordón, mi padre jugó diez años ahí, logré muchas cosas, muchos afectos, muchos amigos. Luego pasé a jugar en Aguada, que también, es la típica: o lo amás o lo odiás. El que nunca jugó en Aguada lo odia. Yo lo odiaba. Jugás contra Aguada y sabés que vas a jugar con las tribunas llenas, que te gritan alguna cosita. Le querés ganar sí o sí. Pero el día que jugué para Aguada fue un ida y vuelta, un feeling tremendo con la gente. Me encantó. Disfruté siempre jugar con mucha gente y por eso me identifico con Aguada también. Por otro lado está Nacional. Mi padre dirigió allí, entonces siempre estuvo presente tanto por el fútbol como por el básquetbol.
-¿Por qué Welcome no entra en esos equipos?
-No entra por cómo se dio mi salida de Welcome. Creo que no estuvo buena, no con la gente, sino por los dirigentes de turno. Tuve la suerte de salir campeón dos veces, con la mala fortuna de lesionarme. Luego volví, pero creo que eso condicionó un poco mi situación.
-¿Cuál fue el mejor extranjero con el que te tocó jugar?
-Fue en el primer año en Cordón. Se llamaba Billy Ray Bates. Había salido campeón en la NBA, ya estaba en su etapa final, pero era un excelentísimo jugador. Mal profesional, porque había adquirido malos hábitos por estar en el final de su carrera, pero técnica y físicamente estaba dos escalones por encima del resto.
-Sos técnico. ¿te gustaría dirigir en un tiempo cercano?
-Mirá, estuve dando una mano en Aguada la última vez que salió campeón. Después tuve un breve período en Tabaré, justo empezando la rueda de descenso. Fui a dar una mano y lamentablemente no nos fue bien. Después quedé ahí. Me han llamado de distintos clubes, pero me ha costado decir que sí. Me gustaría un proyecto más importante, de mayor tiempo. Veo que seguimos en la misma, ganás cuatro partidos y sos el mejor técnico o jugador y si perdés cuatro partidos no servís para nada. Es parte de la idiosincrasia del uruguayo, pasa en el fútbol, pasa en el básquetbol, pasa en lo que sea. Eso me ha llevado quizá a alejarme un poco. Hice el curso (de técnico), es más, siento que puedo ser bueno, que podría aportar muchas cosas, en parte por mi forma de ser y por cómo me manejaba con los grupos. Pero por otra parte veo otras cosas que me desalientan un poco. El exitismo propio de los uruguayos, que te ponen allá arriba o te condenan. Cuando jugaste lo defendés de una manera, pero cuando sos técnico hay otros factores que inciden: el equipo, los jugadores. Como que no dependés de vos mismo.
-Sos una figura muy identificada con el Cilindro, ¿qué sentiste al enterarte de lo que le había pasado?
-Una pena tremenda, por cómo se dio, que se derrumbara así. Si bien capaz que necesitaba una remodelación, una inversión que capaz nunca llegaba de parte del gobierno, es una lástima porque era un estadio emblemático. En su época marcó a varias generaciones de jugadores, pero siempre estaba medio olvidado, el pobre. Es una pena porque a mí me gustaría ir al Cilindro y reflotar esos recuerdos hermosos que tuve.
-Hace un tiempo te escuché decir en el programa El Entretiempo que era muy difícil que la selección tenga logros mayores, ¿hoy día creés que eso cambió?
-No, pienso igual. Mirá, a mí me tocó vivir todo el proceso de pasar en los años 90, con cuatro canales, al año 94 o 95, que llegó el cable y pasamos a tener 40 canales. Eso trajo mayor difusión y mayor cantidad de dinero en el deporte. Todo esto llevó a que países como Argentina, por ejemplo, lograran que la liga se agrandara, aparte de la cantidad de gente que tienen. Un botija que jugaba en Tucumán o en Santiago del Estero o en La Rioja, pudo decir “yo quiero jugar al básquetbol”, “yo quiero llegar a la NBA” o “quiero llegar a España”. Uruguay lamentablemente sigue teniendo 3 millones y pico, no somos un país de genética alta y todo eso juega en contra. Hay más plata en el deporte, hay países con mejor infraestructura, con más gente y que siempre siguen creciendo y apostando, mientras que Uruguay se queda en lo mismo.
Hoy en día la tecnología ha cambiado la forma de ser de los pibes. Antes la base de jugadores era mucho más grande, porque los pibes se dedicaban más. No tenías Internet, no tenías celular, no tenías la play. Ibas a un club y capaz te pasabas tres o cuatro horas jugando, compitiendo o entrenando.
A veces hay poca plata para invertir, no apostamos a futuro, no hay una cabeza de desarrollo de procesos. Es siempre en la cortita: este año, este semestre. Cuando salimos campeones sudamericanos, competíamos de igual a igual con Brasil, Argentina, practicábamos doble horario como ellos, estábamos al mismo nivel, pero, ¿qué pasó? Ellos empezaron a mandar jugadores al exterior. En un momento había 200 jugadores argentinos en Europa y de Uruguay había ocho. Esos 200 jugadores siguieron compitiendo a gran nivel e hicieron un despegue imposible para nosotros.
Siempre digo lo mismo. Todas esas cosas que dicen, el Maracanazo, la garra, toda la historia que hay, te lleva a dar un plus, por eso la peleamos. Sin eso capaz que no hubiéramos sido campeones sudamericanos en el ’95 y el ’97.
Gonzalo Escobal

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