Hace diez años, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) decidió enviar su ejército de Cascos Azules a Haití. Cualquier ciudadano uruguayo que haya pasado por  la escuela, recordará que cuando la lección del día era la ONU, la idea principal que quedaba era esta: “Pero entonces es medio trucho, ¿cómo puede estar todo sujeto a la decisión de unos pocos, si se supone que están ‘los pueblos del mundo’?”, habrán dicho varios niños en sus pupitres, rascándose la cabeza. Y es que la ONU, y su órgano principal, el Consejo de Seguridad, están lejos de ser un ejemplo de teoría llevada a la práctica. Compuesto por quince miembros, diez que rotan, cinco fijos -adivinen cuáles- , el Consejo de Seguridad “tiene las llaves” de la institución. Los cinco miembros tienen poder de veto, porque si uno solo no está de acuerdo con una decisión, esta ya queda descartada. Así es que el Consejo, que ha prometido año tras año el retiro de las tropas, año tras año ha hecho lo contrario: prorrogado su estadía.

El pasado 30 de setiembre estuvieron en Montevideo Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz, Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Henry Boisrolin, coordinador del Comité Democrático Haitiano, y Beverly Keen, de Jubileo Sur. Estuvieron en una actividad en el Paraninfo de la Universidad de la República (UdelaR) organizada por la Coordinación por el retiro de las tropas de Haití, SERPAJ, el PIT-CNT y la Fundación Vivián Trías.
Abrió la mesa redonda el rector de la UdelaR, Roberto Markarián. Mientras los fotógrafos disparaban sus cámaras y en medio de los gritos de una niña de algo así como un año –“whisky, whisky”-, Markarián, que se había escapado por un rato del Consejo Directivo Central (CDC), leyó escuetamente un comunicado del CDC expresándose sobre Haití. Mediante el comunicado manifestó, entre otras cosas, que “el CDC se solidariza con Haití y el retiro de las tropas”, que Haití no es una amenaza para la paz y el objetivo de la misión se prolongó, como la situación de hambre y miseria. Se retiró, no sin antes saludar a Nora Cortiñas, quien estaba sentada a su lado. Más fotos. Más gritos de “whisky”– las intervenciones de la pequeña seguirán durante todo el acto, qué nervios interrumpir a un Premio Nobel-.
Suena el himno nacional haitiano. Todos de pie. Se recuerda al socialista Guillermo Chifflet, quien renunció a su banca en diputados en 2005 por discrepancias con Tabaré Vázquez y su decisión de enviar más tropas a Haití. Aplausos de pie. “Un ejemplo de hacer lo que se dice y lo que se piensa”.
Edgardo Oyendard, del PIT-CNT, recordó que Uruguay no mandó maestros o médicos, sino que mandó al Ejército, “que cuando tuvo que ocupar este país lo hizo, que está preparado para oprimir e invadir”. El PIT-CNT apoyó el retiro de las tropas por un tema de coherencia, así como rechazó otras ocupaciones. “Haití cometió un pecado original: quiso ser libre y lo fue. No se lo perdonaron nunca”.

Turismo Militar. Muchos países dicen no retirar las tropas por temor a las repercusiones: desde problemas de presupuesto a represalias, o el clásico “solos no podemos”. “No hay argumentos”, asegura con severidad Beverly Keen. Calificó como “una vergüenza más” que otros gobiernos latinoamericanos estén considerando mandar tropas, como Honduras, El Salvador o México. “Las tropas de Brasil van a Haití a aprender control social para luego aplicarlo en las favelas”, afirmó.

“Diez años. Nueve mil muertos por el cólera, niños violados. Eso están dejando las tropas”, enumeró Adolfo Pérez Esquivel. “Hacen turismo militar para utilizar todo lo que aprenden ahí y aplicarlo en sus países”.

Keen denunció que en Argentina se ve reflejada esta nueva manera de entrenamiento militar en comunidades con avance de megaminería, “integrantes de las Fuerzas Armadas argentinas están en Catamarca viendo quién está haciendo qué. Lo que no hacemos por Haití no lo hacemos por nosotros”.
Nora Cortiñas, pañuelo blanco impoluto sobre la cabeza incluído, recuerda el horror que presenció estando en Haití. “Cumplen diez años con esos entes extraños que controlan, vigilan, violan a mujeres, hombres y niños, toman su agua, comen su comida. A veces pienso de qué están hechos los soldados, ¿cómo se los educa, dónde tienen la humanidad? ¿Nunca dicen ‘nosotros no podemos hacer esto’? He visto como el arma está siempre apuntando al pueblo en esa expresión de violencia disimulada”.
A Pérez Esquivel lo que más le duele de Haití es que haya tropas latinoamericanas. “En lugar de ponerse del lado de los pueblos, están ocupando”. El pueblo haitiano cumple 100 años de invasión estadounidense. “Qué vergüenza que nuestras tropas festejen el centenario en lugar de los marines. Hacen las mismas cosas que ellos. El 90 por ciento de los haitianos piden que las tropas se vayan”, recordó Keen.
San Pepe. Concuerdan que el retiro de tropas es un paso que se tendría que haber dado hace mucho tiempo. Más temprano estuvieron reunidos con José Mujica. “Venimos inspirados con la valentía de un presidente que se animó a decir lo que muchos piensan y no se animan”, comentó Keen. “Uruguay nos inspira siempre, ‘¿qué está haciendo y logrando?’”
En Argentina, la Cancillería está de acuerdo, pero salvo algunas tímidas declaraciones de pocos funcionarios, los demás guardan silencio. El gobierno argentino no escucha el pedido de entrevista de movimientos y organizaciones sociales referentes a Haití, desde hace diez años. “Como argentina me duele que no haya diálogo con el gobierno. Tienen un presidente que escucha a su pueblo, no bajen los brazos. ¿Por qué no pensar en Uruguay dando el primer paso, mostrando y abriendo el camino a otros países?”, exclamó Cortiñas, ilusionada. “Mujica tuvo el coraje de decir ‘esto no camina más’. Nos llena de fuerza que esta Coordinadora en Uruguay haga lo que hace”, aseguró Pérez Esquivel.
El año pasado el presidente Mujica dijo que de no convocarse a elecciones en Haití en un plazo de tres meses, retiraría las tropas, porque no serían gendarmes de una dictadura. El Parlamento lo habilitó a retirar las tropas en el momento que lo creyera conveniente. Un año después, la situación en Haití está muy lejos de ser democrática, y las tropas -uruguayas y de los otros países- siguen ahí.
Desde allá. Lo que llevó a Haití a su situación actual se puede remontar al siglo XIX. En 1804, se desarrolló allí la primera revolución antiesclavista, anticolonialista y anticapitalista. Los cimarrones- aquellos nacidos en Haití, algo así como los criollos de Uruguay- fueron los que llevaron adelante la revolución y triunfaron.
Para Henry Boisrolin, las razones de la revolución se dieron principalmente porque Haití era una de las colonias más prósperas del momento, lo cual generó que se decidiera truncar ese crecimiento. “La caracterización y subestimación hacia el esclavizado fue su perdición. Napoleón nunca pensó que a un cerebro negro se le podría ocurrir todo eso”.
Esto explica el triunfo que hasta el día de hoy muchos no pueden entender. Así como hoy no entienden lo que ocurre. “Es imposible comprender que seres humanos que hace días no comen, participen en manifestaciones y peleen mejor que muchos”. Tampoco entienden qué pasaría si retiran las tropas. “Hace más de 300 años que estamos esclavizados, cuando denunciamos crímenes de lesa humanidad, violaciones, cólera, no nos tengan lástima. Tenemos coraje y razones para desafiar este pensamiento colonial”.
Boisrolin se lamenta que el proyecto revolucionario no haya podido concretarse, y reconoce que no se supo construir una nación. Esto se debe, dice, a las divisiones en las propias masas esclavizadas. “Por respeto a sus pueblos pueden retirar las tropas, pero esto se define allá. Somos conscientes que la explotación no se termina con el retiro de las tropas. El problema son las clases dominantes haitianas”Las elecciones en las condiciones actuales, son “sólo un barniz”, no sirven. Las tropas pueden retirarse, y se liberaría apenas la presión, pero la solución debe darse en Haití y provenir de sus habitantes. Aquellos que históricamente los han tratado de reducir “han fracasado porque no han encontrado la forma de domar -porque nos consideran animales- al pueblo haitiano, no nos entienden. Venimos de los esclavizados, les pido que confíen un poquitico en nosotros, lo vamos a resolver”.
Todos para uno y uno para todos. Pérez Esquivel está convencido de que la solución no pasa por los gobiernos, sino por los pueblos. “Seguimos sometidos al colonialismo cultural. Los pueblos, cuando se levantan, son transformadores. Lo del pueblo haitiano le pasa a cada país, no se puede ver como algo ajeno. O nos liberamos juntos, o vamos a ser dominados juntos”.
El caso de Haití no es un hecho aislado de lo que pasa en el continente. Pérez Esquivel hace referencia a que las fuerzas dominantes del imperialismo están presentes. “Cuando se crea la ONU, su preámbulo comienza de manera muy categórica: ‘Nosotros los pueblos del mundo’, ¿y ahora dónde están los pueblos? Se supone que uno de sus cometidos es preservar la memoria y la paz para que no vuelvan a ocurrir cosas como la Segunda Guerra Mundial. Pienso en Israel y Palestina, Ruanda y Congo. Tenemos que desarmar las conciencias armadas. Necesitamos conciencia crítica y unidad continental”, y fue muy enfático en estos dos últimos conceptos. Aseguró que hay que ser rebeldes para cambiar la situación. “¿En nombre de quién se hacen estos mecanismos de dominación? Hay que cambiar el pensamiento. No es lo mismo pobres que empobrecidos. Ahora vienen por todo: agua, recursos naturales. Esto no es casual. Defender a Haití es defender nuestros países. Las fuerzas armadas no van a resolver absolutamente nada. No hay sociedades perfectas, hay sociedades perfectibles”.
Rocío Castillo

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