Todo comenzó en Maldonado cuando un motociclista halló al costado de la ruta la cabeza de una mujer joven. Más tarde se encontraría el cuerpo y se sabría su identidad: era Yamila, desaparecida hace casi una semana. El portal Maldonado Noticias –posteriormente reproducido por El País– informaría que Yamila, inscripta en un contexto crítico como el del Barrio Kennedy, había dejado el liceo, fumaba marihuana y frecuentaba gente que no era de bien y la llevaba por mal camino. “Algo habrá hecho”, era el comentario generalizado.

Vuelta de tuerca
Como ocurre en la amplia mayoría de los casos, el asesino resultaría ser alguien de su círculo íntimo, y de confianza: su cuñado. Ni extraños que se sintieran tentados a asesinarla por llevar poca ropa, ni porque fumara, ni porque no asistiera a la educación media. Fue dentro de su propia familia, dejando obsoletas todo tipo de elucubraciones macabras. Su cuñado la violó, y para tapar el hecho, la asesinó. Lo cual lleva al tan repetido punto de que no hay una línea que zanje el acoso de una violación, y eventualmente de una muerte. Son parte de una misma entidad.
Aquello que había comenzado como un caso de extrema morbosidad y donde no se veía los límites que podía alcanzar una cobertura irresponsable por parte de los medios, tuvo que dar marcha atrás inevitablemente.
“El hecho de que se haya resuelto tan rápido el caso, quizá sirvió para frenar un mayor circo mediático del que se podría haber desarrollado”, señala Carolina Molla, de la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU). Pero la realidad, es que si bien APU y los colectivos feministas en su momento se manifestaron indignados ante la situación, emitiendo comunicados al respecto y organizando una manifestación, con la perspectiva que da el tiempo, al hacer un balance indican algo que quizá sorprenda: parece ser positivo.
“Salí a hacer feria y la gente, como apareció mi cara en la tele, me felicitaba, porque estaban contra la posición que estaban tomando los medios”, dice Helena Suárez, vocera de los colectivos feministas en la manifestación. Está sorprendida gratamente de la respuesta que tuvo. “‘Es hora de que se hagan cargo’, me decían. Los medios no mataron a Yamila, pero producen y reproducen”.
Lo de siempre
“Se toma una historia y se buscan elementos sensacionales, hasta eróticos, sexualizados. Se hace más que nada con las mujeres, se busca una explicación, y esta es siempre desde la víctima”, dice Suárez. “Es el mismo razonamiento que se hace cuando ocurre una violación, la primera pregunta es ‘¿qué tenía puesto?’”.
El Observador cubrió el hecho con lujo de detalles, cómo se encontró cada centímetro del cuerpo, entrevistó a la familia, y ante las críticas, respondió luego con una columna de Gabriel Pereyra en El Observador TV.
“En un momento Pereyra dice ‘las mejores crónicas son las que tienen eso’-en referencia a lo morboso de la decapitación-, se considera un cronista entonces, no un periodista, son cosas muy distintas”, responde Suárez. “Destapa una verdad de cómo se manejan los medios. Están creando historias, haciendo crónicas, no investigaciones”, afirma.
Para Carolina Molla, quien dijo no haber visto la columna de Pereyra, pero sí conocer en parte su contenido, “sigue siendo inconveniente y antiético dar el nombre, la dirección, su vivienda, y todo lo demás. Es una violación del artículo 11 del Código de Ética periodística”. Molla considera que si bien, y como señaló Pereyra, es inevitable no dar el nombre de una persona que se encontraba desaparecida y a la que buscaban “lo que debería hacer el medio luego de difundir el nombre y encontrarla, es sacarlo de la prensa”.
Los detalles del desmembramiento impactan muchísimo en la audiencia. “Nos ganó la morbosidad, hubo muchos condimentos para un circo. Sin embargo hubo reacción de medios que celebramos, se está hablando públicamente”, afirma Molla. Si bien no es mandatario, el Código ha sido beneficioso, “de a poco los medios empiezan a integrarlo”, asegura. Cree que han recibido el mensaje. “El debate es algo nuevo para nosotros y es muy bienvenido”.
Pereyra se quejó también del olvido de los niños en la violencia de género. “La cobertura tuvo que ver directamente con la sexualidad de Yamila. Somos un colectivo de mujeres, lo no quiere decir que no nos preocupan otros temas”, retruca Suárez. “Los hombres no tienen conciencia de colectivo porque no lo necesitan. Nosotras sí, porque lo necesitamos. Los hombres deben hacerse cargo, pero no echarse la culpa. Hay una diferencia”.

En la web
Los medios tienen sus homólogos digitales, que permiten incluir comentarios sobre las noticias. A Suárez le preocupa especialmente la falta de moderadores. “A fines del año pasado hice un relevamiento muy personal de esto, y ninguno está regulado, excepto Montevideo Comm, y lo único que tienen es un deslinde de responsabilidad. Todo lo que esté plasmado ahí tiene la carga de ese medio”. Son conocidos por su tinte reaccionario, burdo y retrógrado los comentarios en los portales de El País y Subrayado, por ejemplo. “Los comentarios pueden no reflejar a la sociedad en su conjunto, pero  tampoco son algo excepcional, más allá de los trolls que puede haber. Lo ves en Facebook, que para mí es más cercano a la realidad, hay más gente que comenta”.

Pero con el caso Yamila ocurrió algo impensado: la gente comenzó a manifestarse en contra, comenzó a ser crítica. Que los medios se estaban pasando, que ya era demasiado, que no era necesario, decían. “Generalmente nadie dice nada, o continúan en la misma línea. Ahora hay mucha gente cuestionando, es importante eso, de verdad”. Al momento de escribirse esta nota, los comentarios en los portales de El País y Subrayado en las notas relacionadas al caso Yamila, no están permitidos.
Como basura
Coberturas mediáticas irresponsables de feminicidios ,como ésta, se repiten año tras año: Nadia, Natalia, Camila, y más en el tiempo Melissa. En Argentina, Candela, Ángeles, Melina, y tantas más. El trato que se les da es similar. El diario Clarín tituló una de las notas en relación a Melina, cuando todavía la buscaban, “Una fanática de los boliches que abandonó la secundaria”.
“Los casos de Yamila y Melina son muy metafóricos porque los cuerpos fueron desechados como basura”. Para Helena Suárez, el cuerpo de la mujer representa algo descartable, así como también después es utilizado en los medios como un objeto. “Está la nota de Yamila, y al lado ves las notitas con mujeres desnudas. No critico a esas mujeres, sino a la posición en la que las ponen”.
“El machismo toma un reclamo, lo traga, y lo escupe transformado en otra cosa, siempre a su favor”. Cuán real es la libertad de una mujer y su cuerpo, y cuán funcional esta es al machismo, es un delicado equilibrio. “El cuerpo de la mujer está planteado como un jardín para que los hombres jueguen. Y la disponibilidad a veces se pone en peligro. Hay un tema de asumir la sexualidad y estar disponible para quien quiero y cuando quiero. Pero desde el otro lado, la disponibilidad se da como un hecho. Está buenísimo la sexualidad libre pero hay que tener esa conciencia de si realmente lo es”.
45,4% de las mujeres que están o han estado en pareja, reportan que han sufrido algún tipo de violencia. “Pensemos en una mujer que está pasando por una situación similar, y  lee esa nota que busca las culpas de la víctima. ¿Qué le pasa cuando lee eso y sabe que en cualquier momento su propio cuñado va a venir a golpearle la puerta del cuarto?”, se pregunta Suárez.

Una de las principales acciones del activista es el diálogo. “Con la sociedad no se puede dialogar. Con los medios sí”, expresa Suárez. Por eso son tan importantes. Se pueden hacer campañas publicitarias, educación, las cosas empiezan a crecer. “¿En qué sopa estás nadando? ¿En una sopa completamente machista, sin ningún tipo de crítica? ¿O estás nadando en una donde cada tanto pasa un fideo que te dice ‘esto no está bueno’? Estamos embebidos en una cultura machista. Somos todos machistas. Tu propia identidad se basa en eso. Mi deseo de ser linda, de gustar. Pero eso no implica perder la conciencia crítica”.
Rocío Castillo

 

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