“Mi conexión con la lectura se hizo más fuerte gracias a Harry Potter”, contó a Sala de Redacción Joanna Peluffo, cofundadora y coordinadora de la Red Nacional de Clubes de Lectura. Desde niña padeció meningococemia, mejor conocida como púrpura fulminante (enfermedad muy grave y rápidamente evolutiva que ocasiona lesiones en la piel) y gracias a los libros de J.K. Rowling podía escapar a otro mundo y no pensar en el proceso de recuperación. “Para mí eso está muy presente, significó un cambio de conducta en mi ser y me volví mucho más extrovertida en muchos aspectos. Ahí es cuando sentí en la lectura ese refugio, me sentía protegida”, comenta Peluffo.

Hace siete años participó del surgimiento del Club de Lectura UY (uno de los tantos clubes que integran la Red) ante “la necesidad de compartir”. Para ella, la lectura es un acto individual, es la interpretación de cómo uno entiende al autor, sin embargo “enriquece más cuando se comparte”. Es lectora desde muy pequeña, afición que logró gracias al cariño de sus padres que le transmitieron oralmente las historias y las idas a la biblioteca pública en el barrio de La Teja.

Cuando estaba en el liceo, sus compañeros no compartían el hábito de la lectura como ella pero pasados los años conoció a Agustina Aguilera y Stephanie Campi. Entre ellas pudieron expresar lo que significaba la lectura y la experiencia de leer un libro, entonces con eso en mente plantearon la idea de abrir un espacio para poder hablar de lo que las conectaba. Así nació el Club de Lectura UY y “se convirtió en un refugio lector para aprender, socializar y desarrollar el espíritu crítico”.  

Los clubes de lectura son espacios de encuentro, considerados un recurso terapéutico que genera un fuerte componente social gracias a la lectura. Joanna explica que en los encuentros entre los lectores “la palabra va a circular, va a dinamizar y vos sos consciente que la mirada del otro es válida y a la vez es necesaria para enriquecer tu experiencia”. Esto genera que el lector pueda conectar con los textos, pero también con sus pares, conversar de lo que le apasiona, sintiéndose escuchado y respetado. “Los clubes de lectura son espacios de inclusión, de desarrollo personal, absolutamente imprescindibles hoy en día”, destaca la entrevistada.

Aclara que ellas no inventaron los clubes de lectura, “ya existen y desde hace muchos años, en España sobre todo”. El club es un espacio de reunión “para romper la dupla del aburrimiento-lectura”. El proceso del club fue de a poco, gracias al boca a boca, juntando gente que le gustaba la lectura como a ellas. Peluffo comenta que “la lectura solitaria no se va a eliminar -la tenés que tener-, pero al compartirla podes expresar lo que pensás y sentís”, subraya.

Empezaron siendo ellas tres y después el movimiento comenzó a crecer, llegaron a ser tres mil personas en su página de Facebook y 30 participantes por reunión: “era un caos, pero del bueno, del que crea y te saca de las estructuras”.

El club fue uno de los primeros espacios que hizo promoción y difusión de la lectura desde un lugar para los jóvenes. Peluffo plantea que “los jóvenes se pueden organizar, pueden leer y gestionar proyectos culturales como este” y menciona que desde la organización “les damos la posibilidad de que sepan cómo organizar y coordinar un evento, el trabajo en equipo, la conformación de grupos. Muchos eran tímidos y ahora se encargan de gestionar sus propios proyectos”, resume.

Llegó el momento de expandirse

Siendo los primeros en la materia, quisieron lograr que existieran más clubes. Así surgió el “Club Tour”. A través del Centro Cultural de España (CCE) se pusieron en contacto con distintas bibliotecas del interior del país para llevar la experiencia a los departamentos, “más que nada para salir de la centralización montevideana; tenemos muchos integrantes del interior y siempre nos escriben diciendo que a la capital no podían venir”.

El primer club que nació en el interior fue en Parque del Plata. Joanna cuenta que fueron a un liceo, plantearon la experiencia y “hasta el día de hoy ese club sigue funcionando, con gente que terminó el liceo pero que sigue participando por una cuestión de pertenencia”. Esto fue algo que las dejó felices, también la experiencia de “ir a distintos lugares, tirar la semilla y ver qué pasa. Hemos cosechado cosas hermosas”. Además de Parque del Plata (Lectu Parque), también se crearon clubes en Maldonado (Maldonautas), Paysandú (Clep), entre otros. 

Después de un tiempo, el club de lectura se dio cuenta que faltaba algo más. Las herramientas y los contactos estaban, pero se necesitaba una mejor articulación para poder gestionar cosas en red. Ahí es cuando conocen a Maite Vallejos, promotora de lectura con niños y adultos mayores. “Es un torbellino como yo, se complementa con nosotros que estábamos trabajando con jóvenes. Entonces probamos de hacer cosas juntos”, argumenta Peluffo. Así nace este colectivo para facilitar espacios de intercambio, potenciar las sinergias lectoras, transmitir experiencias y fomentar la relación de clubes autogestionados. “Junto a otros representantes de los clubes fundamos entonces la Red Nacional de Clubes de Lectura en 2018, Maite y yo como impulsoras”. Gracias a esto se generó un descentralización del Club de Lectura UY: “el club de lectura pasaba por un momento de reorganización, esto llevó a formar el equipo de coordinación con los miembros más veteranos del club”, lo que permitió entre varias cosas la realización de eventos como la Librofest.

Pandemia como trampolín

La llegada de la pandemia hizo cambiar el modo de trabajo, “si no hubiera existido la Red, que nos da la contención y nos permite crear, hubiera sido muy difícil poder generar cosas como las que hicimos en pandemia”. La Red sigue trabajando, en 2019 hicieron un relevamiento de los clubes existentes y en 2020 tenían planes, pero la emergencia sanitaria generó un cambio de rumbo. “Una cosa que nos estampó la pandemia en la cara fue que los clubes de lectura son un bastión de defensa de lo que es el hábito lector. Además son una red de apoyo y un bálsamo para sortear las emociones en estos tiempos de incertidumbre y distanciamiento”, puntualizó Joanna.

“Tuvimos que pensar rápido y pasar a la virtualidad, con todo lo que eso significaba. Estar 24/7 delante una pantalla”. Después de un relevamiento, la plataforma elegida fue Zoom. El otro desafío fueron los libros, que tenían que ser accesibles debido a que mucha gente no podía ir a una librería: “teníamos que asegurarnos que los libros tuvieran su versión digital, de manera legal. Usamos la Biblioteca Ceibal, que fue una gran herramienta que facilitó un montón”. Se había logrado un protocolo en la virtualidad. Cuando se permitió volver a la presencialidad, hicieron las clásicas reuniones en su guarida de hace años, el Instituto Nacional de la Juventud (INJU). Después de tres o cuatro reuniones, la pandemia empeoró y volvieron nuevamente a la virtualidad. 

La Red de Clubes de Lectura y el CCE impulsaron la experiencia de vivir en un club de lectura: “agarramos centenarios literarios, el primer grupo trabajó con tres cuentos de Benedetti. Se anotaron 60 personas aproximadamente y finalmente participaron 20. Después de esto fuimos facilitando la experiencia y la gente quedó muy contenta”. Gracias a esta iniciativa se crearon cinco clubes en tiempos de pandemia, con un promedio de veintidós participantes cada uno.

Posteriormente se hizo una evaluación de la Red y decidieron hacer una “merienda virtual” con todos los clubes de lectura, incluyendo los creados en tiempos de pandemia. Joanna cuenta que lo que allí se contó los hizo llorar a todos, “lo que había sido para ellos, esa ventana de reconexión e incluso no sólo por temas de la pandemia, sino temas personales, rupturas de pareja, divorcios, pérdida de seres queridos, un montón de cosas tan fuertes que en el club de lectura consiguieron una contención y un sostén increíble”. También destaca la unidad de los clubes: “esas personas se conocen ahora, se han hecho amigos entre sí. Se volvió algo más fuerte que genera cosas entre ellos, y eso es lo mágico”.

El acercamiento de los clubes a través de la virtualidad dejó planteada la idea de los clubes híbridos para cuando se vuelva a la normalidad. “Ahora hay gente de otros países, de toda América Latina”, dice y agrega que cuando se haga una evaluación del impacto que tuvo la virtualidad, seguramente haya sido un “boom” para los clubes de lectura. “Estuvimos en el programa Quién te dice (Del Sol Fm) y después de esa nota explotaron las redes, explotó el mail, toda esa gente quería un club de lectura ya. En menos de 48 horas teníamos 400 nuevos seguidores en Instagram”. Hoy en la Red Nacional de clubes de lectura hay 24 clubes temáticos.

Cualquiera puede integrar un club de lectura, cualquiera que tenga ganas de aprender, de escuchar y de respetar ese espacio. Peluffo deja claro que no es un lugar de ”crítica literaria, lo digo con mucho énfasis porque tuvimos que trabajar en comunicar eso también para evitar decepciones. El tipo de club que nosotros hacemos no es el tipo literato de especialistas en letras, lo que hacemos es democratizar el acceso a la posibilidad de tener un espacio para hablar de libros, tu experiencia y tu sentir. Obviamente que no es todo ‘me gusta’ o ‘no me gusta’ porque el intercambio es el aprendizaje”. La lectura “comunica, te da libertad, permite acceder a herramientas que te hacen más humano, eso te permite proyectar e introyectar aspectos tuyos que son geniales”, concluye. Este mes, la reunión número 80 del Club de Lectura será dedicada a “Patria” de Fernando Aramburu.

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