Foto: Marcelo Isarrualde

El pasado sábado 16 de mayo se conmemoraron 25 años del fallecimiento de Eduardo Mateo. Uno de los compositores más influyentes de la música uruguaya, versionado por diversos artistas. Siempre bailando entre la delgada línea que separa lo raro y lo genial, Mateo fue un adelantado para su época. Quizás por eso el éxito le llegó tarde, tan tarde que apareció cuando él ya se había ido. A pesar de eso, se ha transformado en una de las piezas infaltables en el cancionero popular de este país.

Eduardo Mateo nació en Montevideo el 19 de setiembre de 1940. Fue el primer hijo del matrimonio de Ángel Manuel Mateo y Silvia López. Lleva su nombre en honor al músico Eduardo Fabini, músico al que su madre admiraba y con quien se crió de pequeña. Fue guitarrista y percusionista. A lo largo de su carrera paseó por diversos estilos musicales desde la bossa nova hasta el candombe, implantando junto al Kinto, grupo que integró con  Rubén Rada, el denominado candombe beat. Grabó con diversos músicos como Fernando Cabrera, Jorge Trasante y el ya mencionado Rubén Rada.

SdR entrevistó a Teresa, la hermana menor de Mateo, preguntándole acerca del lugar que ocupa la figura de su hermano en el ámbito cultural y el legado que dejó en la música uruguaya. Para Teresa no hay grupos que no tengan la esencia de su hermano, tanto si hacen una versión de alguna canción de él como si no. Quizás es porque ahora sí se comprende la música que hacía Mateo: “Todos, hasta incluso yo me incorporo diciendo ahora sí lo entiendo. En aquél momento nosotros lo escuchábamos y estábamos siempre alrededor de él, pero no entendíamos  la música. No digo la letra porque tú escuchas las canciones de él y todas tienen sus motivos, todas las canciones de él son para alguien”, comentó.

La fundación que lleva su nombre es una de las principales responsables de que su música haya llegado a más personas. Esta fue creada en 2006 por Jorge Schellemberg, músico y actual director de la Sala Zitarrosa. Según Teresa “La idea fue de Jorge (Schellemberg) y yo accedí, porque para crear una fundación de una persona que falta, tiene que haber un familiar. Vinieron a planteármelo y yo encantada, es algo muy lindo y ellos lo hacen para niños”.

En la fundación no se conmemora la muerte del músico pero sí su nacimiento -que es en el mes de setiembre- mediante diversas actividades que realizan los niños que van allí. Teresa va todos los días de ese mes a realizar las actividades junto a ellos y los más chiquitos que recién la conocen le hacen una entrevista. Cuando pregunta a los niños acerca de quién es Eduardo Mateo dentro de la fundación, los niños le responden que es el rey de allí, que está pero no se deja ver. No solo en una fundación aparece su nombre: hay un jardín de infantes detrás de la escuela experimental de Malvín que también lo lleva y a donde Teresa ha ido a charlar con los niños.

La figura de Mateo se hace cada vez más conocida. Teresa siente que el reconocimiento hacia su hermano se refleja en ella. “Yo noto que cuando me nombran la gente me mira”, comentó. Y agregó: “Yo tengo un hermano mayor, Carlitos, pero no habla de Eduardo, no le gusta, entonces soy yo la que sale en televisión y en todos lados. Yo siento que a Eduardo lo querían mucho por cómo me tratan a mí”.

Hay un mito sobre que Mateo murió en soledad pero su hermana lo desmiente: “No murió solo, estábamos todos con él, cuidándolo de noche, cuando estuvo internado en el Clínicas”, el mismo Hospital de Clínicas al que Alberto Wolf lo llevó “a prepo”. En ese momento él tocaba con Mateo y no lo vio bien de salud. Según su hermana, cuando lo revisaron lo internaron enseguida pero ya no había mucho para hacer. Al cabo de 10 días la música uruguaya lloraba una nueva pérdida, la de Ángel Eduardo Mateo López, para algunos un genio, para otros un loco, pero sin lugar a dudas una figura que marcó un antes y un después en la música de estas latitudes.

Germán Ires

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