Del 29 de marzo al 8 de abril se llevó a cabo el 30º festival  Cinematográfico  Internacional del Uruguay.  Se proyectaron 240 películas en las cuatro salas de Cinemateca Uruguaya, a las que se sumaron salas del Cine Casablanca, Cines Hoyts Alfabeta y  Moviecenter,  además de funciones itinerantes al aire libre en  ocho municipios montevideanos.
La realización del festival  coincidió con el festejo de los 60 años de la Cinemateca Uruguaya, una institución emblemática para la cultura del país y que cuenta con un importante archivo fílmico con obras de todas partes del mundo. Fundada en 1952 como una institución sin fines de lucro,  la Cinemateca se ha abocado a la tarea de preservar y restaurar películas, pero también  intentando  acercarlas a la gente, con salas que exhiben permanentemente obras que no se encuentran dentro del circuito comercial.
Mucho de esto se pudo ver en el festival,  donde se exhibieron largometrajes y cortos  de Argentina, Brasil, Canadá, España, Japón, Polonia, Israel, Rumania y Turquía entre otros y en donde participaron gran cantidad de realizadores. Algunos ya  conocidos por estos lados como es el caso de Erik Rocha, Naomi Kawase o David Trueba (quien se quedó con el premio del público a mejor película por “Madrid, 1987”) y también directores por descubrir como Adrián Sitaru o Ozcan Alper.
Algunas exhibiciones fueron presentadas por los propios directores, editores o actores que participaron en el trabajo, quienes al final de la película también contestaron preguntas del público, curioso por entender que los inspiró o por qué decidieron plasmar sus ideas de determinada manera. Este es uno de los aspectos más interesantes del festival y que se vincula con el interés de Cinemateca de acercar a la gente al cine “de autor”.
Como  es usual en el festival, se estrenaron varias películas uruguayas, tal es el caso de Las flores de mi familia” de Juan Ignacio Fernández Hoppe, El almanaquede José Pedro Charlo, Hospi de Gerardo Castelli, Amor robot de Nicolás Branca y  “Nunchaku de Federico Borgia y Guillermo Madeiro, también con presencia de los realizadores.
La programación se completó con muestras del Festival  de Cine de Rosario (Argentina), el de Huesca (España)  y como ya es costumbre, el de Punta del Este.  Se exhibieron películas como “Violeta se fue a los cielos” de Andrés Wood (sobre la vida de la cantautora chilena Violeta Parra),  la argentina  “Medianeras” de Gustavo Taretto, “La princesa de Montpensier” de Bertrand Tavernier, “Culpable de romance” de Sion Sono, “Las razones del corazón” de  Arturo Ripstein y “Las malas intenciones” de Rosario García-Montero.
En esta edición también se realizó una retrospectiva del director argentino Raúl Perrone conocido como padre del minimalismo, así como un homenaje a la actriz francesa Juliette Binoche, con una amplia muestra de su filmografía.

Los Premiados. El cierre oficial del festival se llevó a cabo el sábado 8 de abril,  en donde se otorgaron los premios correspondientes a los filmes ganadores. En la competencia de largometrajes internacionales el l Jurado Oficial escogió a la película brasileña “Madre e hija” de Petrus Cariry como la mejor del festival.  El film, segundo largometraje de esta promesa de la nueva generación de cineastas brasileños,  trata sobre el reencuentro entre una madre y una hija, en una ciudad olvidada de Brasil llamada Cococi. La película propone una nueva búsqueda visual con elementos extraídos de la pintura y ronda los temas de las ausencias y presencias así como el de las raíces y tradiciones.
El premio a Mejor Largometraje Iberoamericano se lo llevó “Vaquero”, ópera prima del actor y director argentino Juan Minujín, quién también protagonizó la película. El film se centra en la vida de un actor que siempre se ve relegado a roles menores en el cine independiente y que al enterarse que un reconocido director extranjero  pretende filmar un western en Argentina, ve allí una gran oportunidad para cambiar su estatus como actor. El mundo actoral es presentado  de forma cínica, con una crítica al snobismo y la búsqueda del sentido de pertenencia que muchas veces caracterizan a la industria del cine.
La nueva sección de Cine de Derechos Humanos, que cuenta con el apoyo de Amnistía Internacional,  tuvo como vencedoras a dos películas. En el rubro “Ficción” ganó la película “El Premio” de Paula Markovitch (también ganadora del Festival de Cine de Punta del Este), película que narra la vida de una niña y su madre en tiempos de la dictadura argentina. Por otra parte, el premio a “Mejor documental” se lo llevó la emblemática “Esto no es una Película” de Jafar Panahi y Mojtaba Mirthamas que retrata el cautiverio de Panahí, condenado por el régimen iraní por considerar que conspira contra la seguridad de su país y  a quien no se le está permitido filmar películas, aunque no se le prohíbe actuar en una.
El Mejor Cortometraje Uruguayo resultó  “El olor de aquel lugar” de Andrés Boero  mientras que el premio a Mejor Cortometraje Internacional  fue compartido entre “Celos” de Hans Montelius (Suecia) y “Perros salvajes” de Daniel Najeson (Israel).
Además de lo que se vio en las salas, otras actividades formaron parte del festival, como charlas de los realizadores con estudiantes,  cenas,  brindis  y funciones gratuitas en los barrios de Montevideo.  La intensa actividad que se vivió en esos días, donde se conjuga mucha gente con intereses similares y se dan encuentros y discusiones sobre el panorama del cine mundial, también en muchos casos se ve reducida a un círculo de personas que están vinculadas de una forma u otra a la realización audiovisual. Hay claros intentos de “democratizar” el cine de parte de la institución, con precios razonables para los abonos, con la aproximación de directores internacionales al público, pero igualmente suele darse que quienes disfrutan de algo tan valioso para la cultura de nuestro país como es el cine y sobre todo un cine no comercial que intenta zafarse de la industria, son unos pocos.

Julia Peraza

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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