DERRUMBANDO BARRERAS
El curso, que se desarrolla semanalmente a lo largo de dos meses, brinda herramientas básicas para vencer barreras comunicacionales. Mariángeles Caneiro, coordinadora de la UAE, explicó a SdR que se trata de una sensibilización introductoria que busca promover el intercambio y generar mayores vínculos. En una comunidad diversa es necesario incluir a la cultura sorda, y para eso es fundamental aprender su lengua.
La tarea es parte del cometido del EIE, que apuesta a facilitar el tránsito de estudiantes con discapacidades y fomentar la educación inclusiva; con este tipo de cursos, el espacio y la UAE promueven la convivencia y el buen manejo de acuerdos con otros centros, como el Cereso.
Las inscripciones para este curso demostraron el gran interés que existe por generar vínculos y ser más inclusivo; los interesados debían anotarse de forma presencial en un plazo de dos días, pero en cuatro horas se llenaron los 25 cupos y la demanda pasó las 100 personas, informó Caneiro.
Comunicados
El curso se inició con la presentación de Maximiliano Meliande y su intérprete, pero transcurridos algunos minutos, sin necesidad de que su intérprete lo acompañara y sin preámbulos dejó atrás la lengua como la conocemos y como la empleamos: pasó a comunicar en lengua de señas.
Dibujó dos caras en el pizarrón: una con grandes ojos, la boca con una cruz y las orejas chicas; y la otra con ojos chicos, grandes orejas, al igual que la boca. Por debajo de cada una escribió: “Sordomudo” -así, tal cual, tachado- y por otro lado escribió “oyente”.
Maximiliano es profesor de lengua de seña y es una persona sorda, así se presentó. Arrancó la clase haciendo hincapié en que es sordo pero no mudo. Empleando ya la lengua de señas y ante una clase entera que desconocía ese mundo, le hizo entender perfectamente a todos que sus capacidades son ilimitadas, pero que ser sordo no es ser menos.
El salón estaba organizado tal cual lo están las clases magistrales, con los alumnos sentados en filas mirando hacia el profesor. Maximiliano hace cuatro años que dicta clases en el Liceo N° 35 Instituto Alfredo Vásquez Acevedo (IAVA) y dice que cuando da clases es distinto a cuando se enseña inglés u otra asignatura.
“La lengua de señas es diferente, no hay voz, es solamente con las manos y es más visual”, dijo. Hizo entender que en lengua de señas lo mejor que todos se ubiquen en ronda o, en lo posible, viéndose las caras, porque la completa observación es fundamental para alcanzar buena comprensión. Los 25 alumnos, ya más cerca e interactuando con la lengua de señas, entendieron la propuesta y se acomodaron.
Maximiliano considera que quizás en el día a día y en otros ámbitos sociales, se sienten un poco más las barreras comunicativas que hay entre el español y la lengua de señas, pero remarcó que a la hora de dar clases no se siente así. “Las barreras se levantan”, dijo, “porque los que están allí realmente están interesados en aprender y comunicarse”.
Enseñó cómo se dicen las horas, los minutos y los segundos, y todos lo seguían. Cada tanto, mechaba adjetivos como “difícil”, “fácil”, y sonreía y mostraba gestos de gratificación ante la respuesta de los alumnos.
Explicó cómo llamar las estaciones del año y preguntas frecuentes, como por ejemplo decir “qué”, “dónde” y “por qué”, entre otras, y hasta presentó cómo se diferencian esos términos en tiempo pasado y presente, algo que en español no existe.
En la clase reinaba un total silencio, un silencio que comunicaba mucho. En el patio, que estaba al costado del salón, hervía el murmullo, en contraste con lo que ocurría en el aula, en donde no se escuchaban las voces. Quizás no se escuchaban como estamos acostumbrados, pero el flujo comunicativo y el diálogo estuvieron más que presentes en esa primera clase.
El docente preguntó cómo se sentían, si comprendían, y todos respondían por medio de sus manos. No faltaron las risas, a algunos alumnos les daba gracia el propio el movimiento de sus manos, que al principio eran exagerados, pero no dejaban de ejercitarlos hasta que lograban hacerlo adecuadamente.
Concluidos los 90 minutos de clase Maximiliano se despidió y acordó el próximo encuentro.
Dedicados a incluir
Cereso tiene su sede en el IAVA y si bien desarrolla líneas de trabajo junto con estudiantes sordos desde el año 1999, en 2015 comenzó a funcionar como organismo del CES. El centro está compuesto actualmente por un equipo de ocho personas: intérpretes en lengua de señas, integrantes del área tecnológica y pedagógica, un equipo de traducción e interpretación y dos docentes de Lengua de Señas Uruguaya (LSU).
Mediante los Programas de Exploración Pedagógica (PEP), Cereso asiste a 25 liceos del país (cuatro en Montevideo y 21 en el interior). Este año tiene alrededor de 140 alumnos en todo el país.
Mariela Rodríguez, coordinadora pedagógica de Cereso, explicó a SdR que el centro crea materiales educativos accesibles para los estudiantes sordos. Los docentes que trabajan en el IAVA les acercan textos de temas que se dictan en sus asignaturas -en lo posible creados por ellos- y el equipo de Cereso -intérpretes y los profesores sordos que lo integran- traducen a la par los materiales. Estos materiales se publican en la página del organismo y están en un formato bilingüe: español y lengua de señas.
Las aulas bilingües pertenecen a la plataforma de Uruguay Educa y están visibles para que cualquier estudiante o docente del país pueda acceder.
También elaboran glosarios para las asignaturas: los docentes les acercan palabras específicas que se utilizan para denominar términos propios de la asignatura. Este tipo de actividades facilita la comprensión y el acercamiento.
A nivel de secundaria brindan cursos de acercamiento a la lengua de señas para docentes, estudiantes y funcionarios (se dictan en el Museo del IAVA), y esta semana lo extenderán a funcionarios del Plan Ceibal. Rodríguez cree que es importante promover e incentivar este tipo de contacto. “Los oyentes también podemos abrir nuestra cabeza y aceptar su lengua, y que no sean siempre ellos los que tengan que aceptar la nuestra”, expresó.
Leticia Rizzo