Uruguay no es el único país que trabaja para revertir las diversas consecuencias que trajo consigo la pandemia. Desde hace más de un año las medidas tomadas por el gobierno apuntan a la contención económica y social de la población, dejando en segundo plano los daños colaterales ocasionados al medio ambiente.
A nivel mundial resulta evidente el incremento exponencial de la producción de plástico, material que parece ser el actor principal cuando se trata de contener el virus ya que se utiliza para la fabricación de diferentes recursos, tanto hospitalarios como domésticos. El uso de estos elementos tiende a ser de rápido descarte y en su mayoría entran en la categorización de residuos no reciclables.
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) declaró la necesidad de trabajar en la amenaza que supone la pandemia para las especies silvestres y los ecosistemas. Para ello, el PNUMA se ocupa de ayudar a las naciones a gestionar los desechos médicos de la Covid-19. La pandemia significa para el organismo un obstáculo que impide cumplir con los objetivos de desarrollo sostenible pautados para el año 2030.
¿Y después?
Un residuo sanitario puede definirse como “cualquier material sólido y semisólido, líquido o gaseoso que se encuentre contenido en un envase del cual su generador se desprenda o tenga intención o la obligación de desprenderse”. Además, según el Manual de Gestión Integral de Recursos Sanitarios publicado por ASSE, pueden catalogarse en “peligrosos” y “comunes”. Los primeros, suelen representar un riesgo potencial o real para la salud y el ambiente por diferentes motivos. Se incluyen en estos los materiales utilizados para el tratamiento de pacientes con enfermedades infectocontagiosas, como el coronavirus.
Son varias las firmas encargadas de operar con este tipo de desechos en nuestro país, la mayoría integran la Cámara de Empresas Gestoras de Residuos del Uruguay. Sin embargo, solo dos figuran como las responsables de intervenir en todas las etapas de la cadena de valor de los residuos producidos en Montevideo, desde la recolección en centros hospitalarios hasta la esterilización total de los que resultan peligrosos.
El relleno sanitario se trata de la técnica utilizada para la deposición final de los residuos sólidos; implica enterrarlos en espacios que estén alejados de la ciudad y reúnan las condiciones adecuadas. La Intendencia de Montevideo (IM) es la encargada de agrupar una gran variedad de desechos destinados a la realización del relleno, pero únicamente se lleva un minucioso registro de los que han sido tratados previamente por las empresas gestoras.
Desde el Servicio de Evaluación de la Calidad y Control Ambiental de la IM señalaron a Sala de Redacción que existe un significativo aumento de residuos tratados si se toman como referencia los últimos tres años. En marzo de 2019, cuando aún no existía la pandemia, se ingresaron 386 toneladas al relleno de la IM. Un año después, con los primeros casos en el país, el número que se registró fue 358. En marzo de este año, ya con gran parte de la población cursando la enfermedad, se produjeron 578 toneladas de residuos tratados. Estos números, explica María Susana González, responsable del Servicio de Evaluación, excluyen a los desechos no peligrosos y a los reciclables, cuyas cantidades son manejadas por los propios generadores.
Tengo que salir a ver
Guillermo Moncecchi es el director de Desarrollo Ambiental en la IM. Esta dependencia es la encargada de promover una gestión para la mejora continua de la calidad del medio ambiente, además de elaborar los informes pertinentes para prevenir la degradación y mitigar los impactos en él.
Consultado sobre la notoria crisis ambiental y los daños colaterales de la pandemia registrados a nivel mundial, Moncecchi explicó a Sala de Redacción que la Intendencia tiene un sistema de medición permanente de todas las variables de Montevideo -como la calidad del aire y del agua-, y hasta el momento no se han visto afectadas, por lo que no existe un impacto directo.
Unas de las grandes preocupaciones de la dependencia es el efecto negativo que ha tenido la pandemia en los sectores de limpieza y saneamiento. Si bien la recolección de residuos es una actividad que debe realizarse diariamente para evitar la acumulación, el personal encargado de esta gestión empieza a disminuir por la cantidad de empleados que cursan la enfermedad. Para Moncecchi esta saturación se puede considerar un impacto indirecto.
En la actualidad, para la mayor parte de la población es moneda corriente encontrarse con tapabocas tirados en la calle. Debido a su origen desconocido, es imposible adivinar si se trata de un elemento infeccioso o no. Esto puede vincularse a la falta de información oficial disponible para el manejo de residuos sanitarios de uso doméstico. Ante la consulta, el responsable del área expresó su despreocupación por la presencia de estos desechos en la vía pública, alegando que otros factores como el plástico resultan más alarmantes.
Según las declaraciones, por el momento no hay intención por parte de las autoridades de formular ningún plan de protección que vaticine las consecuencias ambientales que pueda dejar la pandemia en el país. Si bien en la actualidad no se considera que exista un riesgo significativo para la huella ecológica, “hay cosas que se ven con el tiempo”, finalizó el director.