“¿Sabés por dónde pasa el bondi pa’ Las Piedras?” preguntó una señora que escudriñaba un 18 de julio desolado, en busca de alguna señal de su carruaje sindical. El domingo 1 de mayo Montevideo fue una ciudad fantasma, donde lo único que se atrevía a penetrar el gélido gris era alguna postergación de los ñoquis del 29. El primer Primero de mayo que la central única de trabajadores celebrara fuera de la capital dejó -crédito al temporal mediante – uno de los actos más pintorescos que se recuerde.
Fútil fue el esfuerzo de quienes prepararon desde el sábado el escenario frente al obelisco de Las Piedras, y de aquellos que soportaron el frío durante toda la madrugada en tareas de seguridad. Sobre el mediodía, el PIT-CNT decidió mudar el acto principal  al gimnasio del Club Juventud de Las Piedras, único recinto cerrado capaz de albergar la participación prevista -obviando las instalaciones de uno de los liceos de monjas de la zona.
El gris paisaje de un Uruguay que despertó totalmente cubierto y cortinado por una incesante lluvia, hizo dudar a más de un militante regular, que en su mayoría optaron por la reclusión hogareña junto a su estufa a leña o bolsa de agua caliente. Para los valientes que se armaron de camperas  paraguas y enfrentaron una de las jornadas más invernales en lo que va del año, la confusión era total. Pocos se enteraron del cambio de locación, y reinó la duda sobre si los recorridos de los ómnibus que dispusieron las organizaciones gremiales seguían en pie.
“¡Che, FEUU, ¿quieren jugar al teléfono descompuesto?!” nos gritó, sin percatarse de su ironía, uno de los estudiantes del Liceo IAVA que se entretenía, junto a sus compañeros, en la espera de uno de los ómnibus. Además de ellos y los estudiantes universitarios que nos resguardábamos en la parada de la explanada de la Universidad de la República se reunían algunos trabajadores. Ya en el ómnibus, que viajó con menos de la mitad de sus asientos ocupados -promedio que se mantuvo entre los cincuenta transportes que se dispusieron-, se mezclaban discusiones políticas internas, quejas y conjeturas sobre el acto, bromas, y -desde el fondo- juegos y bailes para entretener el viaje.
Llegados a destino, todo era preparativos logísticos; trabajadores y estudiantes se trepaban entre las vigas del gimnasio para colgar las banderas de sus respectivos gremios, un grupo montaba un improvisado escenario, y fuera el puesto de tortafritas colapsaba de gente que, ante las circunstancias, las convertía en su menú de almuerzo. Dentro, la cartelería propia del gimnasio ironizaba con impresos del estilo “¡Fuerza Juventud!” o “Ganamos, Perdimos… Igual nos divertimos”.
Mientras la gente seguía arribando e imperaban los saludos y abrazos, comenzaron a sonar los tamboriles y revolear las banderas sujetas de caños, tacuaras y cañas de pescar. Contrario a toda lógica, el techo no podía contener las filtraciones de agua y los paraguas comenzaron a abrirse. El escenario iba tomando forma e iban llegando las autoridades gubernamentales, al tiempo que los estudiantes intentaban alegrar la jornada con cánticos y “olas” desde las gradas. A las 14:40 el acto dio inicio.
Las limitaciones técnicas que dejó el traslado de locación provocó que el himno nacional debiera ser cantado a capela. Todos las rostros daban muestras de un duro esfuerzo para aguantar la risa; es probable que Acuña de Figueroa nunca se hubiera imaginado el acopañamiento musical de la lluvia resonando sobre la chapa, con una descordinación absoluta de la letra que entrelazaba al mismo tiempo, de un lado al otro del gimnasio, “Orientales la patria o la tumba” y “sabremos cumplir”.
En el escenario solo se veía una mujer, la intérprete para sordomudos. La alocución comenzó con los saludos de las diversas organizaciones. Eduardo Galeano, se refirió a la figura de Artigas, cuyo mausoleo construido por la dictadura cívico-militar, que solo da cuenta de victorias bélicas y oculta su ideario, es una “cárcel para que “no se escape el héroe”, según el literato.
La acústica del gimnasio hacía que fuese muy difícil seguir los discursos; alguien desde el fondo gritó que eleven la voz, y los más jóvenes cedieron ante el impulso de conversar y bromear con el de al lado. No obstante, la disposición a elevar cánticos ante cada situación oportuna fue en aumento. “Se va a acabar, la impunidad en el Uruguay” y “Cuba sí, yanquis no” fueron alguna de las consignas que se entonaron. La instancia fue también aprovechada para la convocatoria a un paro de actividades el día que se vote el proyecto interpretativo de la ley de caducidad, y un llamado a no caer en la “politiquería barata” refiriéndose a la juntada de firmas para bajar la edad de imputabilidad.
La oratoria destacó los logros “de este gobierno y no de otros”. Según la central, es necesario “el cambio dentro del cambio para seguir avanzando”. Los oradores reivindicaron que son un actor propositivo, y que no se reducen exclusivamente a la crítica, para ello subrayaron la importancia de la unidad, para que mediante los distintos compañeros se pueda realizar una autocrítica, un reconocimiento de los errores propios. “En los últimos años el PIT-CNT ha triplicado sus integrantes”, sentenció Juan Castillo. En este marco, el llamado fue sobre “un solo movimiento sindical, un solo Primero de mayo”, en clara alusión a los contra-actos organizados por otras agrupaciones de izquierda.
Como es costumbre, el acto cerró con las estrofas de “La Internacional”, también a capela, evidenciando a los pocos que no balbuceaban la letra. Tras la salida que se convirtió en un cuello de botella, y el exterior que recordaba el paisaje de barro, frío y lluvia, cada uno se dirigió a sus respectivos ómnibus, en un absoluto caos de preguntas sobre recorridos y urgencia por la vuelta a casa. Llegados a Montevideo, un adulto mayor, que viajó con nosotros en uno de los ómnibus dispuestos por la Federación de Estudiantes, me señaló entre risas su sorpresa ante el hecho de que nadie le preguntó su sindicato ni absolutamente nada. Desde la fundación de la central sindical en 1964, que significó la unión del movimiento popular, la consigna “obreros y estudiantes, unidos y adelante” no ha perdido fuerza; tal vez por eso su sola mención resultase en los mayores vítores de la jornada.
Federico Barreto

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