Históricamente, Rivera ha sido un bastión clave para el Partido Colorado. Tras seis períodos de gobierno y varios intendentes bajo su mandato, es el único departamento que mantiene el liderazgo del partido de manera ininterrumpida desde 1995. Este año, busca consolidar su dominio con una nueva reelección departamental y continuar con la bandera roja con sol amarillo en alto.

El 30 de junio fueron las elecciones internas y registraron una baja asistencia a las urnas a nivel nacional en comparación con otros años electorales, convirtiéndose en las de menor participación en su historia. De un total de 2.765.903 habilitados, solo 990.200 uruguayos concurrieron a votar. 

Estas elecciones se celebran en Uruguay desde 1999 el último domingo de junio y constituyen un componente fundamental del sistema democrático del país. Este proceso es crucial para seleccionar los candidatos únicos de cada partido que competirán en las elecciones generales de octubre y la integración de los Órganos Deliberativos departamentales y nacionales. 

En diálogo con Sala de Redacción Daniel Chasquetti, investigador y doctor en Ciencia Política, mencionó que un factor explicativo de la baja participación es la falta de entusiasmo del electorado: “Por un lado el Partido Nacional tenía una elección definida por Álvaro Delgado y en el Partido Colorado, a pesar de una oferta extremadamente grande, ninguno de los precandidatos logró despertar pasiones. Sin embargo, el Frente Amplio votó muy bien”.

El conteo de votos en los 19 departamentos anunció que el Frente Amplio (FA) encabezó las elecciones con 418.014 votos, seguido por el Partido Nacional (PN) con 331.556, el Partido Colorado (PC) con 103.659 y los partidos menores que sumaron 36.062 votos en conjunto, según datos de la Corte Electoral.

El PC contó con seis precandidatos en la contienda interna. Andrés Ojeda, abogado perteneciente al sector Batllistas, se destacó al obtener 40.966 votos y se posicionó como el precandidato colorado más votado en la mayoría de los departamentos. Paysandú, Rivera y Salto tuvieron otros preferidos; el primero escogío a Robert Silva, del sector Ciudadanos, que en términos nacionales obtuvo 23.185 votos, y en los otros dos lideró el exministro de Turismo Tabaré Viera, también batllista, que obtuvo 18.757 votos.

Una particularidad de este año electoral dentro del Partido Colorado fue la candidatura presidencial de dos mujeres. La primera fue Carolina Ache, abogada y sobrina nieta del expresidente Jorge Batlle, perteneciente al sector Vamos Uruguay. En esta instancia, su primera elección, obtuvo 1.177 votos.

La otra mujer fue Zaida González, del sector Laura -por el seudónimo que utilizaba José Batlle y Ordoñez para escribir artículos que reivindicaba los derechos de las mujeres en el diario El Día-, que concluyó la lista de precandidatos con la menor cantidad de votos, 170. 

Rivera es así

El Partido Colorado logró mayoría de votos únicamente en Rivera, departamento donde ejerce una influencia significativa e histórica. Según datos de la Corte Electoral, el 30 de junio se posicionó primero en la escala con un total de 11.259 votos, seguido por el Partido Nacional con 8.599, el Frente Amplio con 5.075, Cabildo Abierto con 1.582 y los partidos menores que sumaron 267 votos en conjunto. 

En esta instancia también se define la integraciónes de los Órganos Deliberativos Departamentales que, posteriormente, habilitan las candidaturas a las intendencias. En el caso de Rivera el escrutinio reveló que el sublema “Batllistas Unidos” logró 8.312 votos. Dentro de este sector, la lista 2000, liderada por Richard Sander, se destacó como la más votada con 6.850 sufragios. Le siguió la agrupación “Todo Por Rivera” de la lista 121, encabezada por Mauricio González, director general de Tránsito y Transporte de la Intendencia de Rivera, con 1.997 votos. La lista 1225 que forma parte del sublema “Unir Para Ganar” y es liderada por el dirigente colorado José Ignacio Beis, obtuvo 663 votos.

Por su parte, Ximena Piqué Machado, quien compitió con la lista 29500 bajo el sublema “Crece”, recibió 328 votos. Adrián Silveira, con la lista 7009 del sublema “Tercera Vía”, se posicionó en el penúltimo lugar con 110 votos. Finalmente, Pedro Berrutti, representante del sublema “Vamos Con La Justa” y candidato de la lista 10919, obtuvo 18 votos.

En comparación con las elecciones internas de 2019 el PC experimentó una disminución en la cantidad de votos: obtuvo un total de 14.598 en el departamento. Sin embargo, mantuvo una similitud con los resultados de 2014, cuando alcanzó 12.650 votos.

Una conexión en sus orígenes
Durante la presidencia de Máximo Santos se promulgó la Ley de creación del departamento de Rivera. Oficialmente se fundó el 1° de octubre de 1884 y recibió su nombre en honor al General Fructuoso Rivera, fundador del Partido Colorado y primer Presidente Constitucional de la República.

Ernesto Nieto, doctor en Ciencia Política, señaló a Sala de Redacción que la llegada de Tabaré Viera a la Intendencia en el 2000 marcó “indudablemente el comienzo de la retención del poder por parte del Partido Colorado en Rivera”. Además, añadió que el líder político “marcó un antes y un después; supo aprovechar la oportunidad de ser reelecto y generar condiciones para que el PC se estableciera como un partido predominante”.

Una particularidad a destacar es que todos los intendentes que sucedieron a Viera hasta la actualidad no solo fueron integrantes del mismo partido, sino que también formaron parte del mismo sector y línea de acción. 

Mantenerse en el poder

Chasquetti explicó que la estructura de líderes y de control de las políticas departamentales que el PC mantiene en Rivera lo convirtieron en una fuerza muy potente. Según indicó, figuras como Tabaré Viera en el senado, Marne Osorio como diputado, Richard Sander frente a la Intendencia, han gestionado el gobierno departamental de manera efectiva y sin generar escándalos y eso “hace que sea muy difícil para otros partidos desafiar su dominio”. 

Por su parte, Nieto indicó que existen tres grandes factores que permiten que los partidos retengan el poder a nivel departamental: institucionales, de gestión y culturales. Los institucionales apuntan a que, tras la reforma de 1997 que separó las elecciones nacionales de las departamentales, se creó un entorno en el que los intendentes son reelegidos con mucha mayor frecuencia que en el pasado. 

Lo vinculado a la gestión explica que el poder de los intendentes en los territorios es muy significativo y casi no tiene contrapesos. Según el politólogo “las juntas departamentales en realidad tienen muchísimo menos capacidad de ejercer algún tipo de contralor o de poder que el intendente, que es la máxima figura ejecutiva departamental”.

Por último los factores culturales que están actualmente en investigación e intentan delimitar “hasta qué punto existen prácticas clientelistas, nepotistas o de otro tipo que podrían influir en la predominancia de un mismo partido en los departamentos”.

La última vez

El Partido Colorado gobernó Uruguay gran parte de su historia política y, según la academia, su mandato se puede dividir en cuatro períodos. El primero se conoció como la “hegemonía colorada” y abarcó desde 1830 hasta 1958, tiempo en el que el partido se mantuvo en el poder, aunque con algunos intervalos en los que el Partido Nacional ocupó la presidencia. 

El segundo período se dió entre 1967 y 1973, cuando el partido recuperó la presidencia con Óscar Gestido, seguido por Jorge Pacheco Areco y Juan María Bordaberry quien, en 1973, disolvió el Parlamento con el respaldo de las fuerzas militares y policiales y marcó el comienzo de una dictadura cívico-militar que duró doce años en el país. 

Tras el fin del golpe de Estado, comenzó el tercer período, entre 1985 y 1990, con la presidencia de Julio Maria Sanguinetti. Cinco años después, para el periodo 1995 a 2000, fue reelecto para un segundo mandato y concluyó así la última etapa de un gobierno colorado en la historia reciente de Uruguay. 

El doctor en Ciencia Política Antonio Cardarello enunció a Sala de Redacción que el proceso de declive de los partidos tradicionales comienza a darse a partir del surgimiento del Frente Amplio. 

En el caso del Partido Colorado “el FA en particular comienza a apropiarse de valores que históricamente habían sido defendidos por el batllismo, sobre el rol del Estado, la protección de los sectores más vulnerables y determinadas políticas públicas que fueron banderas que el Partido Colorado dejó de levantar gradualmente. Si uno mira electoralmente, las bases donde tenía su poder electoral, que eran Montevideo y Canelones, son hoy los principales bastiones del Frente Amplio”, mencionó Cardarello.  

Durante el siglo XX, el Partido Colorado se organizaba en dos líneas: los batllistas, considerados socialdemócratas, y los no batllistas, considerados liberales. Sin embargo, a inicios del siglo XXI, específicamente tras la crisis del 2002, el partido fue “duramente castigado por el electorado en la elección del 2004” dado a que “se vió reducido a un 10%”, concluyó el investigador.

Jaime Yaffé, doctor en Ciencia Política, habló con Sala de Redacción sobre la evolución del PC y destacó varios factores que explican por qué pasó de ser un partido con tantos períodos en el gobierno a no volver a tener un presidente electo. Según Yaffé, “es un partido que sale muy castigado de una gestión de gobierno donde se produjo una tremenda crisis, tienen dificultades para renovar los liderazgos y además quedó muy hegemonizado por el sector de [Pedro] Bordaberry después del 2004. La pata batllista más tradicionalmente volcada al centro o centro-izquierda no ha logrado reposicionarse, lo que, en mi opinión, le quitó potencial electoral”.

Según el politólogo, para que el PC retorne al gobierno necesita dos elementos claves: por un lado, una oferta interna articulada en torno a dos grandes bloques: “uno que atraiga a electores inclinados hacia la derecha y otros más hacia el centro” y un liderazgo renovado “con capacidad de comunicación y carisma, similar a lo que sucedió en el Partido Nacional con la Luis Lacalle Pou”.

Los caudillos que no pudieron ser

Cardarello dijo que el PC en estas elecciones internas no generó un “efecto similar” al que había generado Ernesto Talvi en 2019 cuando su discurso de renovación del partido y la expectativa de alternancia tras 15 años de gobierno del Frente Amplio marcaron la campaña electoral. Según el experto, esta vez no se repitió esa situación ya que ninguna de las condiciones previas estaba presente y “esto se debe a que actualmente el Partido Colorado se encuentra en la coalición de gobierno”.

Además, explicó que Andrés Ojeda se convirtió en candidato del PC pero señaló que su discurso no se centró en la renovación ni en la creación de un liderazgo, sino que “es muy de favorecer a la coalición de gobierno, de impedir que el FA acceda nuevamente al poder, sin proponer un crecimiento o reconstrucción del coloradismo”, concluyó. 

Las dificultades en la renovación de liderazgo fueron un aspecto en el que Yaffé coincidió: “primero fue [Pedro] Bordaberry, que parecía que iba a ser un nuevo líder y se terminó yendo, y después Talvi, que parecía prometer, pero también se fue”.

Para Chasquetti, Talvi generó un fenómeno particular porque “despertaba algo en todos los sectores del electorado: gente joven, gente de centro y de centro izquierda”.

En medio de esta búsqueda, que pareciera insaciable, emerge nuevamente Pedro Bordaberry como una figura “que suma atractivo electoral y que beneficia al conjunto del Partido Colorado porque tiene mucha potencia”, argumentó Yaffé. 

Bordaberry hijo surgió como líder indiscutido después de las elecciones de 2004 y estableció “una reconfiguración” en el partido. Por esa razón, el politólogo señaló que el único problema de su reaparición en el ámbito político es que si su lista obtiene más votos que la de Andrés Ojeda, aunque no tenga aspiraciones presidenciales, podría convertirse en un competidor fuerte dentro del partido, lo que podría provocar más fragmentaciones internas.

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