La cancha de Miramar Misiones, foto viralizada en redes sociales.

Mediodía en el Parque Méndez Piana, sobre Avenida Ramón Benzano, se escucha un estruendo. Un ómnibus hace explotar la tercera pelota que se fue de los límites de la cancha. La quinta división de Defensor Sporting y la de Miramar Misiones paran el juego, no hay más pelotas. Luego de algunos minutos, un hombre con la indumentaria de Miramar, que además tiene un claro problema para caminar, intenta realizar un “sprint” y recuperar una de las dos “globas” que aún quedan sanas fuera del predio. Demora pero lo logra, el juego puede continuar.
Defensor le da una paliza al local, en una cancha en la que no se puede jugar. No solo por la ausencia de pelotas, sino por el pésimo estado del césped. El centro del campo se asemeja más a una playa que a una cancha. Defensor ni siquiera intenta pasar por ahí, pelotas largas a los puntas y con eso basta. Al finalizar el partido, aparecen las explicaciones. Hace unos cuantos meses que la cuarta división de Miramar no juega en una cancha de fútbol 11, si no en una de 7, debido a problemas económicos. Este es un ejemplo de las diferencias entre los cuadros más pudientes y los más pequeños del país.
Miramar es solo uno de los equipos con más carencias en el fútbol uruguayo. “Los equipos más chicos le dan poca importancia a las formativas, prefieren invertir toda la plata en el primer equipo. Se olvidan que el futuro son las formativas”, planteó a SdR un futbolista que integra las juveniles del equipo “cebrita”. Recordó, además, que hay varios casos de equipos que no llegan a pagarle a los técnicos, que muchas veces van igual porque les gusta su profesión, pero muchas otras los equipos quedan sin entrenar: “Hay veces que vas a competir contra los mejores equipos del país, como Nacional, Peñarol o Defensor, sin haber entrenado en toda la semana”.
Andrés Suárez, entrenador en formativas, plantea que el problema es multifactorial. En primer lugar, no hay un plan estructurado y organizado, con una visión a largo plazo, lo que limita el accionar de los entrenadores. Marcelo Albarenga también trabajó en formativas, y en la misma línea que Suárez, afirmó: “Los clubes no tienen claro qué es lo que quieren. Muchos dicen que buscan formar, pero en los hechos no es tan así”.
La cuestión humana
Óscar Méndez es entrenador. Tiene trayectoria en juveniles en Uruguay y España, actualmente trabaja en China, y distinguió que en el país hay una gran diferencia entre los cuadros de Primera División y los equipos de Segunda División y Segunda B a nivel de infraestructura. Sin embargo, entre los equipos de Primera, la diferencia no radica en la infraestructura material, sino en los recursos humanos. “A nivel de captación, los equipos como Nacional, Peñarol o Defensor se llevan a los mejores jugadores. Muchas veces priorizan a los que son mejores desde el aspecto físico, cosa que les garantiza resultados inmediatos en inferiores”, manifestó. En su paso por Wanderers, Méndez se quedaba con lo que sobraba de la captación de los grandes.
En juveniles no existen equipos de interdisciplinarios, integrados por asistentes sociales, psicólogos, médicos, fisioterapeutas, entrenador de goleros. A veces ni siquiera hay un ‘profe’ (preparador físico) o un kinesiólogo”, aseguró Suárez. Según Albarenga, “muchas veces no te da el tiempo para atender 25 jugadores en un plantel, ni deportiva ni personalmente. Con el equipo adecuado vas a cubrir mejor la necesidad de todos los jugadores”.
Y las necesidades de los futbolistas en edad de formación son de las más variadas. En muchas de las casas hay problemas económicos -lo que los posiciona como la salvación de toda una familia-, además de las preocupaciones por los estudios secundarios y la vida más allá del fútbol. Esto último es importante que no quede relegado, porque es muy probable que la mayoría de esos jóvenes no lleguen a jugar en Primera División. Para Albarenga, “el fútbol es una oportunidad de formar a los jóvenes como personas y deportistas. Hay que tratar que el joven se desarrolle, fomentar el estudio y los valores, prepararlo para el caso de que no llegue a jugar profesionalmente”.

La sub 16 de Peñarol gana el campeonato, en diciembre de 2017. Foto: Twitter de Peñarol

Esto es muy difícil en un contexto en el que lo más importante son los resultados inmediatos. Sobre esto Suárez opinó que “la inmediatez provocada por el resultadismo termina por deformar a los chicos. Condiciona la forma en la que proceden los entrenadores”, porque muchas veces tienen que priorizar el resultado sobre la formación, con el afán de conservar su trabajo.
Albarenga aseguró que los dirigentes no entienden las prioridades a la hora de formar juveniles, y puso como ejemplo a Jorge Griffa –reconocido entrenador de divisiones formativas en Argentina-, que piensa que el objetivo deportivo de cada club debería ser lograr que lleguen a Primera División al menos tres jugadores por generación. “A esos tres que llegan y a los otros que quedan por el camino, hay que darles una formación correcta para el fútbol y para la vida”, continuó.
Aquí es donde entra el criterio con el que se evalúa a un entrenador en formativas. Para Méndez, “la posición en una tabla es un indicador muy pobre para formativas, hay muchos otros factores. Cuando estás en categorías formativas hay que evaluar cuántos llegaron a Primera División, cuántos se vendieron, cuánto dejó el entrenador en las arcas del club”.
Los entrenamientos
A menudo se señala que los clubes uruguayos están en desigualdad de condiciones para competir con los extranjeros por carencias económicas y de infraestructura. Sin embargo, estos tres técnicos plantean que las metodologías de entrenamiento también son relevantes. Méndez contó que “en Uruguay el entrenamiento estaba sacado del contexto de juego. Se trabajaba mucho en gimnasio, también se ejercitaba la resistencia aeróbica y anaeróbica, pero en la cancha se hacía poco”.
La metodología en el fútbol ha cambiado radicalmente en los últimos 20 años”, dijo Méndez. Mientras que “en Europa el entrenamiento es en cancha, en contexto de juego, en situaciones reales”, la forma de entrenar ha empezado a cambiar en las formativas uruguayas, pero aun no de forma significativa. Suárez planteó que “acá hay una metodología mixta entre la preparación física más específica, que deja de lado ciertos esfuerzos que se sabe que no ocurren en el juego, combinada con la metodología que reproduce lo que puede pasar en un partido”.
Más allá de las carencias monetarias y de infraestructura, un cambio en las metodologías de entrenamiento puede lograr una mejora en esas otras áreas. Suárez puso como ejemplo a Argentina, donde a nivel juvenil aparecieron entrenadores que están actualizados en cuestión de metodología, y esa mejora repercutió a nivel general. Suárez resumió su idea con una frase: “Hay entrenadores que preparan mejor a sus jugadores en un cantero de Avenida Italia que otros que tienen a disposición tres canchas y un montón de recursos”.
El juego ha cambiado. Con la aparición de nuevas tecnologías, actualmente hay nuevos factores que inciden en la preparación deportiva y en la forma en que se entiende el fútbol. Méndez afirmó que “en Uruguay se sigue pensando que lo físico es la capacidad primordial y no es así. Está demostrado científicamente que el juego depende mucho más de factores tácticos y técnicos que en lo físico. No te sirve de nada saber que un equipo corrió más, no es un indicador válido para saber si va a ganar o no”.
El futbolista de Miramar comentó que generalmente las sesiones de entrenamiento están orientadas a mejorar el aspecto físico. Sugirió que el mal estado de las canchas inclinan a los entrenadores a buscar que se ganen los partidos por “fuerza física o corriendo más que el rival, y dejan de lado la mejora de la técnica”.
Más en profundidad
Luego del fracaso de la selección belga en la Eurocopa del año 2000, la federación de ese país ideó un proyecto a largo plazo respecto a la formación de sus jugadores. El encargado fue Michel Sablon -segundo entrenador de la selección belga durante tres mundiales-, que vio más de 1.500 horas de partidos de categorías infantiles en búsqueda de posibles mejoras. Finalmente llegó a la conclusión de que los niños no tienen casi contacto con la pelota durante los partidos. Y para mejorar esto, impulsó varias medidas. Una de ellas fue que en las categorías más jóvenes, los encuentros fueran de 5 versus 5 y de 7 versus 7, con el objetivo de que los jugadores entraran más en contacto con el balón.

La categoría 2012 de Progreso. Foto: Facebook de Baby Fútbol Progreso

Este es un ejemplo de planificación que no se aplica solamente a las formativas juveniles, sino que se debe comenzar a aplicar en los primeros años de entrenamiento de los futbolistas. En Uruguay, la primera etapa de formación futbolística para los niños es el “baby fútbol”.
Por la propia cultura del país, los niños uruguayos son expuestos a una gran cantidad de atención en sus primeros años futbolísticos. Méndez comentó que “los niños uruguayos son más maduros que los colombianos, los peruanos o los chilenos a la hora de competir”. Albarenga también se refirió a esto, y apuntó que “si a los 6 u 8 años estás jugando finales en una cancha chiquita y con 200 personas al lado tuyo, un estadio para 60 mil personas, con la gente más lejos, capaz que ni se siente. El jugador uruguayo tiene una gran fortaleza mental”.
Albarenga también distinguió que el baby fútbol es un sistema de captación excelente. Y Méndez agregó que es una ventaja que los jugadores lleguen a divisiones formativas con la gran cantidad de horas jugadas que tienen en el baby, pese a que no vengan correctamente formados. Pero Suárez ve un problema: los niños llegan cada vez con menos horas de juego. Argumentó que “hoy en día los espacios para jugar al fútbol de forma recreativa ya no existen. Los padres no los quieren en la calle, no hay plaza, no hay arcos. Hay otros intereses, otras disciplinas, los videojuegos, las redes sociales, todas esas cosas que te alejan y te quitan horas de juego, terminan repercutiendo”.
La conclusión es que si a una formación no adecuada se le suma que los niños juegan cada vez menos, la calidad con la que llegan a las formativas es cada vez peor. La formación inadecuada se debe a que muchas veces los entrenadores que se hacen cargo de las infantiles no están ni siquiera titulados. Para Méndez esto tiene como consecuencia que “cuando llegan a Séptima División, tenemos que empezar a enseñarles a hacer la pausa, a jugar en todos los sentidos, porque vienen solo jugando para adelante”.
Suárez puso como ejemplo a Irlanda del Norte, en donde desde las infantiles, los jugadores son preparados por entrenadores con las licencias más calificadas, cosa que no ocurre aquí. Para este entrenador lo ideal sería que el proceso de formación juvenil en Uruguay fuera acompañado por una correcta preparación en el baby fútbol. Sin embargo, Méndez planteó que hacer esto es muy difícil, ya que muchas veces los entrenadores del baby trabajan de forma honoraria o son muy mal remunerados, y “es muy costoso contratar a un profesional capacitado para formar correctamente a los niños”.
Los cambios necesarios
Pese a los esfuerzos que puedan hacer los entrenadores en sus respectivos equipos, son los dirigentes los que tienen verdadero poder para cambiar las cosas. Para Albarenga, hoy en día no están claros los criterios con que los dirigentes contratan a los entrenadores. Un club es como una empresa, un entrenador debe ser elegido por su currículum, por cómo juegan sus equipos, planteó este entrenador. Pero esto no es lo que se hace: según Suarez, se elige a los entrenadores “dependiendo de si tuvieron problemas en sus trabajos anteriores, por amiguismo o por resultados deportivos”.Muchas veces se contrata al entrenador más barato y no al más capacitado”, continuó.
Suárez sostuvo que es esencial capacitar a los dirigentes de los clubes y espera que sea el “Maestro” Óscar Tabárez el impulsor de cambios a nivel de la Asociación Uruguaya de Fútbol, para que se “generen estrategias a nivel infantil y juvenil. Que genere leyes, reglamentos para mejorar nuestro sistema”.
Para Méndez, el primer paso está hecho, que es la mejora de los cursos de entrenadores. El siguiente es que los clubes se abran a contratar gente que esté interesada en formar y no en ganar. “Los clubes uruguayos deben entender que este es un medio exportador. Si no vendés, te morís de hambre. La prioridad tiene que ser que los juveniles lleguen a Primera División y si podés, venderlos, así recuperás la inversión que hiciste y generás ganancias”.
Albarenga comentó que es increíble que los clubes uruguayos prefieran contratar jugadores antes que utilizar a los de sus formativas, debido a que esto estanca su progreso, además de que desde el punto de vista económico es una inversión mal hecha. Incluso cuando logran vender futbolistas, la plata muchas veces no va a los clubes, porque hay una gran cantidad de jugadores que pertenecen a representantes. “Es como una zapatería que pone en su vidriera los zapatos de los demás”, ejemplificó.
Para Albarenga, uno de los posibles gestores del cambio es el Estado. Puso como ejemplo el programa “Gol a Futuro”, que ayuda a los clubes con materiales de entrenamiento, indumentaria deportiva y barras de cereales. Pero no se limita al aspecto material, sino que también colabora con asistentes sociales, charlas con psicólogos y un seguimiento a cada jugador sobre su rendimiento en el liceo. Planteó que muchas veces “los equipos de la B solo cuentan con dos arcos y un pedazo de terreno en el que apenas se puede jugar, y Gol a futuro aporta los materiales de entrenamiento”. Para él, lo ideal sería que el programa contara con muchos más recursos de los que tiene actualmente.
El joven futbolista de Miramar también se manifestó sobre Gol a futuro, y contó que “impulsa a que los gurises estudien, porque si los clubes dan boletines y comprobantes de estudio de los chiquilines, se les da material de entrenamiento a cambio. Eso está buenísimo, hay que priorizar el estudio, porque al fin y al cabo son pocos los que llegan a Primera”.
En cuanto al seguimiento por parte de los clubes, contó que muchas veces depende del técnico. “Se dice que se prioriza el estudio, que a veces no te dejan jugar por que no estudiás. Pero yo conozco muchos casos de gurises que juegan y no van al liceo. Eso va a criterio del técnico, hay algunos que te exigen el boletín y otros a los que no les importa nada, solo el fútbol”.
Entonces, ¿qué es importante? ¿Mejorar el estado de los terrenos de juego? Sin duda. Eso hace falta para mejorar la calidad del juego, para llevar de forma eficaz a los partidos determinado estilo de juego y determinados conceptos. Pero me parece que hay pasos previos que son fundamentales para sacarle mayor provecho a la infraestructura”, concluyó Suárez.
Leandro Fernández

FacebookTwitter