Foto del farol y la parroquia, desde la ex cárcel de Cabildo. Foto: Ernesto Morales.

A unas cuadras de la terminal Tres Cruces, en la esquina de Cabildo y Nicaragua, una casa y una gran parroquia ocultan un oscuro pasado: la historia de más de 200 presas políticas que fueron marcadas a fuego por la represión y la tortura psicológica que vivieron desde 1968 a 1977 –período de terrorismo de Estado- cuando fueron recluidas allí.
Con motivo de la celebración del Día del Patrimonio, la ex cárcel de mujeres de Cabildo abre por primera vez las puertas a todo público. Ex presas políticas que estuvieron recluidas allí guían cuantiosos recorridos, mientras que una funcionaria penitenciaria enseña las celdas de aislamiento de la vieja cárcel de mujeres, que subsistió hasta 2011. Hasta el momento, el edificio está cedido al Ministerio del Interior por su propietaria, la Congregación del Buen Pastor, que ahora lo reclama para su demolición; por eso, la visita se plantea como la primera y, posiblemente, la última.
Recorrido
En la entrada se ve un pequeño árbol de papel y otros materiales, con muñequitos hechos en el taller de manualidad para niños que se dictaba allí. Esas figuras icónicas son las mismas que años atrás, en las celdas cercanas, muchas mujeres construyeron con el fin de que fueran vendidas por sus familiares para conseguir más sustento para sobrevivir.

Pintura en la ex cárcel de Cabildo. Foto: Ernesto Morales.

Más adelante, la guía hace tiempo para que sus compañeras puedan avanzar con sus respectivos grupos, mientras cuenta alguna de las experiencias de su llegada y estadía en el recinto. Algunos espectadores interrumpen contando experiencias relacionadas con esta cárcel, desde su lugar de familiar, amigo o vecino de alguna de las ex reclusas. Una de las experiencias compartidas, tanto por ex presas como por sus familiares, refiere a una situación que habitualmente se vivía en la cárcel: de tanto en tanto, cuando las visitas esperaban largas horas para conversar con sus conocidas, se escuchaban cánticos socialistas desde el sector de las celdas; sin que escucharan las propias presas, un grupo de vecinos las acompañaban desde afuera al son de tamboriles.
Todo comienza en un pequeño y angosto pasillo. A medida que el grupo avanza, la luz solar es cada vez más tenue. Seguir a la guía no es fácil, ya que la estrechez del pequeño laberinto compuesto por celdas y baños oscuros impide tenerla en la mira; algunos grupos disminuyen y otros aumentan su volumen, a causa de la desorientación que se produce en los cruces entre grupos.
Celdas y patios

Inscripciones en paredes de celdas de la ex cárcel de Cabildo. Foto: Ernesto Morales.

El pequeño laberinto cuenta por sí solo parte de la historia vivida. Cuartos diminutos, oscuros y con poco más que un lavamanos y un water (en el mejor de los casos) hacen de ese pasaje una experiencia surreal. La primera celda, iluminada por una gran ventana, era el lugar donde las ex presidiarias se reunían a intercambiar ideas sobre política y lo que sucedía en la sociedad, con la excusa de hacer manualidades. Una frazada hecha en esos talleres adorna ahora la única cama que hay en una de esas celdas.
Más adelante, una gran cadena y un candado limitan la entrada a una celda, tal como fue bloqueada en la época. Dentro de ese mismo recinto, un bidón de agua azul marca el comienzo del túnel por el cual 38 ex presas políticas escaparon de su cautividad, el 30 de julio de 1971. Muchas de ellas hablan de la hazaña con orgullo y emoción, aunque lamentan la poca trascendencia que se le dio en los medios en comparación con la fuga de 111 presos políticos de la cárcel de Punta Carretas, a comienzos de setiembre de 1971.
Junto a las celdas más emblemáticas, un pequeño patio acoge a otras personas que, por la estrechez de los pasillos o por claustrofobia, miran desde afuera lo que la guía relata dentro. Ese mismo lugar fue testigo de los pocos momentos de entretenimiento que podían vivir las reclusas: sentadas en el suelo, con una manta como única fuente calor, las muchachas –muchas de ellas universitarias- distraían sus mentes por pocas horas con algunas de las películas que se proyectaban en el único televisor a su disposición. Para asombro e interés de ellas, esos filmes incluían algunos ideales socialistas de los que no se habían percatado las autoridades.

Recorrida por la ex cárcel de Cabildo. Foto: Ernesto Morales

A unos pasos de allí, un patio contiguo de aproximadamente diez por tres metros de superficie guarda experiencias inolvidables para todas las ex presas. El protagonista de ese lugar es el farol apodado “Negro”. Algunas veces usado como sujetador de red de voleibol, y otras como perfecto escondite de libros en momentos de requisa, “Negro” es objeto de gran cariño por todas las expresidiarias. Debido a modificaciones espaciales en el patio, el tan querido “Negro” quedó del lado de la parroquia contigua, asomando su cabeza, como quien no quiere ser olvidado.
Al final de la jornada
En esta recorrida no faltan las anécdotas, las emociones encontradas y las experiencias compartidas entre desconocidos. Al mismo tiempo que muchos niños llenan de vida y alegría el lugar, jóvenes movidos por el interés y la curiosidad reviven una historia que quizá nunca imaginaron que fuese tan oscura.
Mientras que algunos espectadores están relacionados directamente con lo que fue esa cárcel u otros centros de reclutamiento que funcionaron durante la dictadura, otros se acercan solamente para aprender acerca de la historia nacional.
Hace 40 años las protagonistas de esta historia no imaginaban que estarían guiando a otros por lo que fueron sus prisiones. Tampoco es fácil imaginar que, por primera vez, funcionarios y autoridades de la cárcel de mujeres que funcionó hasta 2011 en ese mismo lugar, compartirían tristes y emocionadas lo vivido años atrás.
Ernesto Morales

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