Antes y después de la proyectada balcanización de Oriente M.edio

Crece sobre las arenas la décima luna del décimo año. El Profeta, ensombrecido el semblante en sus últimas horas, advierte a los suyos: “No temo que ustedes pongan otros dioses junto al Único después de mi muerte, temo que se enfrenten unos a otros por intereses terrenales”. Innumerables lunas después, intereses locales y foráneos desangran al Oriente Medio. La expansión del Estado Islámico (EI) en una zona estratégica amenaza con provocar nuevas divisiones en el mapa, mientras políticos, militares y analistas occidentales especulan con una modificación a gran escala de los equilibrios regionales.

Balcanistán

“El mapa de Oriente Medio está en jirones” afirmó la periodista estadounidense Robin Wright, al tiempo que invitó a sus lectores a imaginar “cómo cinco países se pueden volver catorce”, en un artículo publicado en The New York Times a fines de 2013.

“Los extranjeros han jugado por largo tiempo con el Oriente Medio: ¿Y si el Imperio Otomano no hubiese sido dividido por extraños después de la Primera Guerra Mundial? ¿O si el mapa reflejara realidades o identidades geográficas?” se preguntaba Wright, para quien la “primavera árabe” y la guerra en Siria motivan un replanteo de los límites en la zona.

La preocupación es de larga data. Junto al asesor en política exterior Leslie Gelb, el hoy vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden, abogó en 2006 por dividir a Irak en tres Estados -un modelo análogo al aplicado en Bosnia tras la guerra de los Balcanes.

Para Biden y Gelb, eso reduciría la presencia militar estadounidense “responsablemente” mientras “previene el caos” y preservaría “metas claves en seguridad”. Para el entonces senador demócrata, el Estado iraquí debía dejar lugar a un Estado kurdo, uno árabe suní, y otro árabe chií. Un gobierno federal en Bagdad se limitaría a administrar la renta petrolera y las relaciones internacionales.

La idea no prosperó en el Congreso estadounidense, pero alentó las especulaciones sobre las fronteras de la región. Un mapa que dividía a Irak y Sira en tres Estados, ya no federados sino independientes, y que desmantelaba territorialmente a Irán, Arabia Saudí y Pakistán -entre otras modificaciones- fue proyectado por las fuerzas armadas estadounidenses en la Escuela de la OTAN en Roma, en junio de 2006. El hecho provocó la ira de los militares turcos presentes, que advirtieron que el mapa incluía la reducción del territorio de Turquía en casi un tercio, en favor de un Kurdistán independiente.

“Sin revisiones importantes de las fronteras, nunca vamos a ver un Oriente Medio más pacífico”, sostuvo en su momento el autor de ese mapa, el teniente coronel retirado del ejército de los Estados Unidos, Ralph Peters.

Peters es un especialista en inteligencia militar y columnista habitual de varios medios estadounidenses, para quien los límites de Oriente Medio están entre “los más distorsionados y arbitrarios del mundo”. “El objetivo no es dibujar mapas como a nosotros nos gustaría que fueran, sino como los preferirían las poblaciones locales”, sostuvo este analista neoconservador en el artículo que originalmente acompañó al mapa, publicado en la revista castrense Armed Forces Journal.

A lo largo de la última década, la partición de Irak y su sustitución por la tríada Kurdistán, Chiastán y Sunistán (en el centro y oeste de Irak, a los que se sumaría eventualmente el centro y este de Siria) ha sido defendido con insistencia en los medios internacionales. Foreign Affairs, Washington Post, The Atlantic, National Journal, Sunday Telegraph -además de los ya citados The New York Times y Armed Forces Journal- son algunos ejemplos.

Cuidado con el eje

Desde fines de 2005 las elecciones en Irak son ganadas por partidos chiíes, que impulsan un creciente acercamiento a Irán, Líbano y Siria, países de religión afín y fuerte hostilidad a los intereses estadounidenses.

El gobierno de Irán anunció en 2011 la firma de un acuerdo con Irak, Siria y Líbano para la construcción de un gasoducto que transportaría a los mercados europeos el gas natural iraní atravesando esos tres países. El “Gasoducto de la Amistad” contaría con una capacidad de transporte de 110 millones de metros cúbicos al día y buscaba competir con el frustrado proyecto Nabucco, perteneciente a capitales estadounidenses y que sacaría gas de la región vía Turquía.

Sin embargo, el estallido de la guerra civil en Siria paralizó las obras iraníes. Actualmente extensas áreas de Irak y Siria están ocupadas por grupos yihadistas suníes que establecieron un “Estado Islámico” justo en el centro del eje chií liderado por Irán.

En este escenario, los Estados Unidos y sus aliados en la región hacen números. “Estamos ante un tipo de guerra de treinta años” aseveró recientemente a USA Today el ex Secretario de Defensa, Leon Panetta, consultado sobre la posibilidad de que Estados Unidos derrote militarmente al Estado Islámico (EI). Una empresa de larga duración, demasiado costosa y que favorecería a los menos indicados.

No por casualidad en su artículo para reimaginar las fronteras del Oriente Medio, Wright señaló: “Un mapa diferente sería un cambio de juego estratégico para casi todos, con la potencialidad de reconfigurar las alianzas, los desafíos en seguridad, el comercio y los flujos de energía para gran parte del mundo”.

Francisco Claramunt

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