Foto: SdR/Matías Perez Aragone

El sábado 16 de mayo se disputó en el Autódromo Víctor Borrat Fabini de El Pinar, el Gran Premio 6 horas Ancap de autos clásicos y sport. Además se disputó la segunda fecha de los campeonatos de regularidad y promedio impuesto que tuvo su primera etapa el 25 de abril en Tarariras, Colonia.

Las inscripciones a la prueba se hacen siempre en el Club Uruguayo de Automóviles Sport (CUAS). En esta ocasión el costo era de $3500 para socios y $4500 para no socios, más el seguro de competencia de $500. Los vehículos deben ser inspeccionados previo a la carrera y los pilotos, que deben contar con licencia de conducir o de piloto al día además de la Licencia de Regularidad de la Federación Uruguaya de Automovilismo Deportivo (FUAD), declaran el tiempo que van a hacer en cada formulario.

Una mañana soleada y con un poco de calor en Ciudad de la Costa parecía perfecta para arrimarse al autódromo a ver girar estas máquinas. Apenas pasadas las diez de la mañana se escuchan rugir los primeros motores que iban haciendo las primeras rondas de entrenamiento cuando Sala de Redacción llegaba para hacer cobertura de la etapa. Finalizado el entrenamiento, comenzaron las cuatro tandas de regularidad que culminaron luego del mediodía, y como frutilla de la torta la prueba de habilidad conductiva que es exclusiva para socios del CUAS.

En vistas de conocer más sobre estas competencias y sus formas de disputa, SdR conversó con Pedro, Juan e Ignacio del Club Ford Escort del Uruguay (CFEU). Pedro contó que “la regularidad son 20 minutos la serie y te toman las seis vueltas más regulares y más cerca del tiempo que declaraste. Si te pasas un segundo por arriba te penalizan y así sucesivamente. Entonces es justamente eso, el ritmo más regular”. A lo que Juan, otro miembro del club, agregó: “Lo más regular posible, no lo más veloz posible. Y si es muy veloz, demasiado, penaliza en contra tuyo. Tiene su ciencia”.

A Nacho le gusta más el promedio impuesto, o lo que se conoce más como “habilidad conductiva”. Acá son cinco vueltas, una de reconocimiento y cuatro en donde “se trata de siempre ir a un buen ritmo, a las respuestas máximas de un auto en un circuito para generar el mejor tiempo de vuelta posible” dice el más jóven del grupo, que recién este año producto de su edad puede correr sus primeras carreras. “A mi me gusta la velocidad, yo vengo por eso”, dice Pedro, mientras que Juan destaca que “La regularidad si la haces bien y la llevas bien es apasionante”.

“Una válvula de escape”

Así lo define Juan. Sirve para para “aflojar tensiones”, añade Pedro. Y es que se puede ver desde afuera que más allá de la competencia que puede haber, las preocupaciones pasan por las preparaciones de los autos y que estos lleguen a la competencia lo mejor posible. La rivalidad entre alguno de los competidores queda en un segundo plano tras el ambiente fraternal y de gran camaradería que hay.

Mientras arrancaban las tandas de regularidad, en el quincho ubicado cerca de boxes iban prendiendo el fuego en la parrilla para que tanto competidores como el público que se había acercado al autódromo puedan disfrutar de hacer una pausa para comer algo y juntarse a charlar. Pablo, que además de pilotear le toca encargarse de la preparación de los motores cuenta: “Tenemos un grupo de amigos que nos juntamos, charlamos, comemos un asado y bueno, de ahí sale un poco todo, se conversa, intercambiamos ideas, en fín”. “Nos damos manija”, acota Pedro provocando las risas de los demás.

En los vidrios laterales de varios autos se pueden ver que piloto y copiloto comparten el mismo apellido. Padre e hijo, abuelo y nieto o parejas que más allá de la competencia, comparten la misma pasión por los fierros y disfrutan corriendo juntos. Es un día en familia, la de ellos y la gran familia que parecen componer todos los que disfrutan de esto. “En mi caso, mi copiloto fue mi señora, ¡siempre! -cuenta Juan- a ella le gustaba, yo no, yo de copiloto no me gustaría regular. Así es más linda y más llevadera la competencia”.

Hasta la vuelta




Foto: Matías Pérez Aragone



 

Luego de concluida la regularidad, la gente del CUAS se encargó de preparar la pista con algunos obstáculos para el promedio impuesto que largaba a las 15.00. Los autos esta vez no salen todos juntos si no que en tandas de a tres, separados por algunos segundos y con el afán de hacer la vuelta más rápida posible.

Casi todo el público se ubica de cara a las curvas más difíciles del circuito en una de las plateas más altas donde se puede ver casi toda la pista y van girando sobre su eje siguiendo la trayectoria de los autos. Es la parte del día que todos disfrutan más. Casi todos se conocen y saben cómo maneja cada uno; quienes son los más intrépidos a la hora de tirar las curvas más arriesgadas.

Cuando había arrancado la última competencia y luego de varios minutos de señas y gritos a un fotógrafo que estaba muy cerca de una curva, la organización decidió detener la carrera por un momento. Entró en camioneta a informarle que cambiara su lugar porque venía un piloto que prometía un gran espectáculo y podía despistarse en la curva poniendo en riesgo la integridad de quien trataba de capturar los mejores momentos del día.

Una hora después terminaba la jornada y todos volvían boxes. Recordando los mejores momentos de la tarde, los integrantes del CFEU terminaron comentando a SdR cómo habían comenzado en esta actividad. Juan empezó en 2007, y Nacho entre risas comenta: “A mí Juan me impulsó a correr y bueno ta, me enganché y me gustó”. Es lo que pasa, parece que te atrapa y lo que empezó como un hobby terminó siendo mucho más que eso. “Uno siempre va a más, quiere más y más motor”, explica Pablo, mientras que Pedro que empezó a correr con un Ford Escort hace un par de años transmite lo que seguramente les pasó a muchos: “Desde chiquito quise correr y por un tema de plata nunca pude. Ahora me puedo sacar las ganas”.
Matías Pérez Aragone

FacebookTwitter