El 80% de las mujeres profesionales de la salud que completaron la encuesta elaborada por la Comisión de Género del Sindicato Médico del Uruguay (SMU) dijeron haber sufrido violencia psicológica en su lugar de trabajo. Muchas de las profesionales de la salud mencionaron que se les ha bloqueado la oportunidad de acceso a la capacitación, formación o ascenso en más de una ocasión, mientras que otras han recibido amenazas verbales, gritos, insultos y ofensas. En general, los responsables han sido varones: tanto pacientes como acompañantes, así como también superiores y jefes. El lugar en donde más suelen ocurrir estos hechos, según los resultados de la encuesta, es en los hospitales. 

Del total de las encuestadas, un 17% padeció violencia física: cerca de un centenar sufrió pellizcos, tirones de pelo o empujones y, con menos frecuencia, golpes de puño o con objetos, patadas o cachetadas. Las restantes fueron restringidas de su libertad de movimiento o agredidas por un arma blanca, en su mayoría por hombres, principalmente pacientes. 

Por otro lado, 30% de las trabajadoras de la salud señalaron haber sido víctimas de algún episodio de discriminación por maternidad en la práctica médica. Varias declararon que, en varias oportunidades, les fueron cuestionadas sus capacidades para tener éxito profesional por ser madres. Otras, en cambio, contaron que vieron afectadas sus licencias y jornadas laborales, e incluso algunas fueron despedidas. La mayoría de los agresores eran hombres, superiores, jefes o docentes. 

En tanto, un 15% de las médicas sufrió violencia sexual. Quienes detallaron el tipo de violencia, especificaron que fueron obligadas mediante fuerza física o amenaza psicológica a realizar actos sexuales o haber sido víctimas de exhibiciones o masturbación. De los agresores, un 92% son hombres: la mayor cantidad docentes, seguidos de superiores o jefes. 

Por último, un 10% de las médicas sufrieron violencia simbólica, ya sea a partir de discriminación por edad, género, orientación sexual, creencias o religión, ser afrodescendiente o descendiente de pueblos originarios, ser inmigrante, entre otras. 

La encuesta, diseñada con base en un prototipo del Colegio Médico Chileno, fue completada por un total de 1001 médicos y médicas, estudiantes de posgrado, internos, residentes y docentes: 843 fueron mujeres (84,2%), 155 hombres (15,5%) y tres personas que no identificaron género o señalaron “otro” (0,3%), según los datos proporcionados por el SMU. 

Cada una fue consultada por cinco tipos de violencia: psicológica, física, por maternidad, sexual y simbólica. Se les pidió, además, que especificaran género y cargo de la persona agresora (jefes, docentes, pacientes) y en qué espacio ocurrieron los episodios (pre y hospitalario, policlínica, gestión, anestésico quirúrgico y de emergencia móvil).

La mayoría de las médicas se encontraban en el rango de 30 y 39 años, (27%), seguido de 40 y 49 (27%), 50 y 59 (20%), 60 y 69 (11%), 20 y 29 (9%) y más de 70 (1%). El 70 por ciento trabaja en el departamento de Montevideo, seguido de Canelones, Maldonado, Tacuarembó, Paysandú, Salto y, en menor medida, el resto de los departamentos, y más del 50% trabaja en hospitales. Quienes reportaron más situaciones de acoso y violencia fueron en su mayoría mujeres médicas que trabajan en el sector privado. 

Según dijo a SdR Regina Guzmán, doctora, docente del Departamento de Medicina Preventiva y Social y encargada del procesamiento de los datos, se obtuvieron una gran cantidad de relatos en la parte final de la encuesta. Además, contó que muchas médicas jubiladas se vieron sorprendidas por la encuesta, plantearon que cuando ellas ejercían la medicina “era impensable” este tipo de consultas y agradecieron el valor que tiene para las nuevas generaciones que esto sea discutido en el ámbito sindical. 

Según reflejan los resultados, las mujeres más afectadas son las que trabajan en el ámbito privado, el sector que muestra menos interés por tratar la problemática, puntualizó Guzmán en referencia a las reuniones que han sido pospuestas en el Consejo de Salarios con las mutualistas. Por su parte, la secretaria médica del comité del SMU, Zaida Arteta, dijo a SdR que “las mutualistas no tienen interés en trabajar los temas de género porque no visualizan que sea un problema, y en realidad lo es y muy grave, ya que afecta el trabajo de muchas mujeres”.

Un enfoque a lograr 

La Comisión de Género del Sindicato Médico del Uruguay (SMU) está trabajando en la creación y aplicación de protocolos institucionales con enfoque de género para poder canalizar las denuncias y dar respuesta a las situaciones de violencia en el área médica. La Comisión de Género del sindicato recibe las denuncias de cualquier mujer que haya sufrido violencia y el nuevo protocolo tiene como objetivo “resolver” este tipo de situaciones, dijo Arteta, quien subrayó que la encuesta permite manejar datos reales para dar respuesta de forma más sólida. Si bien aún no está aprobado por el Comité Ejecutivo del sindicato, está casi listo, confirmó. 

“La idea es que la Comisión a través del protocolo sea un ámbito de apoyo, que el sindicato con profesionales capacitados en género pueda darles contención a las médicas que hayan sufrido estos episodios de violencia“, señaló Guzmán, ya que en algunos casos son trasladadas a otro lugar de trabajo o despedidas por haber realizado la denuncia.

Uno de tantos relatos

Fabiana Mattos fue una de las tantas mujeres a las que le tocó vivir situaciones de violencia en su lugar de trabajo. Hace unas semanas decidió plasmar su testimonio a través de la red social Facebook y recibió un gran apoyo por parte de sus compañeras, según aseguró en conversación con SdR. 

“Espero que esa panza sea de gorda y no de embarazada”, fue uno de los tantos comentarios que recibió de sus colegas de trabajo. En 1996 trabajaba como interna en el último año de Medicina Honoraria en una policlínica. A los 13 días de haber tenido a su hija, volvió a trabajar en un consultorio. Aunque apenas podía sentarse a causa por el parto, si tardaba más de dos semanas en regresar perdería la rotación.

Mattos pidió a su jefe ir a amamantar a su casa y volver, pero él se lo negó. “Recuerdo el dolor de mis pechos, la leche mojando mi ropa, mis lágrimas de impotencia en el silencio, pero el insistir es arriesgarse a no tener el título”, confesó. Recuerda, además, recibir abuso de poder y ser tildada de “loca” e “histérica” en más de una oportunidad en su lugar de trabajo.

En ese momento no sintió la necesidad de denunciar, recordó, y planteó que la práctica de hacerlo es reciente, ya que antes se lidiaba “como se podía” con esas situaciones. En la actualidad, Mattos trabaja como traumatóloga y jefa de guardia en el Instituto Nacional de Ortopedia y Traumatología (INOT), especialidad liderada en su mayoría por hombres. 

Hace un mes renunció a la Jefatura de Emergencia del INOT, luego de estar tres años en el cargo. “¿Hasta dónde uno se juega su salud física y mental por un trabajo? Preferí ganar menos dinero y estar mentalmente sana, a veces es preferible salir”, expresó. La renuncia la había presentado en varias oportunidades pero no se la aceptaban, hasta que en la última oportunidad lo hizo con testigos de por medio. Según contó, la pandemia de Covid-19 agudizó la situación: “no soporté tanta carga”, dijo. 

Consultada acerca de la encuesta del SMU, consideró que es una buena herramienta que marca un punto de partida. A ella en particular, dijo, la hizo enfrentar muchas emociones, y con cada pregunta recordaba las reiteradas situaciones de violencia que le tocó vivir. En relación a las denuncias, sostuvo que no deben quedar en el anecdotario sino generar consecuencias.

He conversado con muchas médicas acerca de que nosotras deberíamos denunciar. Lamentablemente el ‘deberíamos’ queda en un debe de todas porque no vemos las situaciones de abuso como un acto ilegal”, planteó. 
A su vez, destacó que van a denunciar aquellas personas que se sientan respaldadas y no expuestas, por lo que hay que proteger a las víctimas. “Es una decisión jugada. Yo no estaría dispuesta si pierdo mis años de carrera y me quedo sin trabajo, prefiero resolverlo con el psicólogo y seguir mi vida”, concluyó.

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