Baño María destila flow, derrocha sensualidad y respira noche. El disco incendió las redes gracias a una original presentación en YouTube: un corto de 10 minutos con varios temas enganchados, acompañados con una historia protagonizada por sus propios autores que sorprendió a todos por el beso entre ambos, en la canción “Cosas Ricas”.

Aunque este es el primer disco que sacan juntos oficialmente como dúo, Ca7triel y Paco Amoroso ya habían lanzado varios sencillos que fueron grandes éxitos. Entre ellos destaca Ouke, con la participación del actor argentino Esteban Lamothe, que tiene más de 20 millones de reproducciones. Otro corte de difusión que fue un éxito fue Ola Mina XD, donde los protagonistas consumen una droga de manera poco ortodoxa que los lleva a visualizar a varios personajes que aparecen disfrazados de Boca Juniors, como una especie de chiste absurdo.

Pocos artistas pueden darse el lujo de hacer un disco hiper comercial, decirlo orgullosamente y no defraudar a sus fans. Confiesan, en una reciente entrevista en Soñé que volaba de Miguel Granados, que “antes nos cagábamos de hambre, nosotros hacíamos rock´n roll. Íbamos a Hurlingham”, ciudad de la provincia de Buenos Aires, “cargando con los equipos, y la bata; nos salvaron el Duki y Bizarrap. Ahora somos reggaetoneros”, ironizan.

Aunque es verdad que abandonaron los “acordes caros” -refiriéndose a los acordes de guitarra complejos-, que, confiesan, son los que realmente les gusta tocar, Baño María presenta una variedad de capas y texturas de diversos géneros musicales. Utiliza recursos de la música electrónica y house a lo largo de todo el disco, elementos del dembow en Dumbai, de pop rave en Supersónico, de rhythm and blues con base drum & bass en Baby Gangsta, y de EDM industrial en La que puede, puede.

Como cuenta Paco Amoroso en la entrevista con Soñé que volaba, “este disco está lleno de buenas melodías”. Esta es una afirmación con la que se puede coincidir tranquilamente. El disco no tiene un tema aburrido o descolgado del resto de la historia que busca narrar. Una vez entrás en esa pintura frenética de la noche porteña que relatan, se consume hasta el final.

Algo que se ha vuelto un recurso estético muy utilizado es la presentación de los álbumes en formato audiovisual, y Baño María no se queda atrás. El disco va a contramano de la realidad argentina; la portada (ellos mismos sin ropa, en un jacuzzi, mientras toman champaña), la temática de los temas y la postura de rockstars, refleja una época de abundancia y despreocupación general. Es que en la construcción creativa de este duo ellos están en la Argentina menemista de los años 90 con el dólar 1 a 1, donde se cuenta que la población se peleaba por pagar la cuenta en los restaurantes más top de Buenos Aires. Es decir, casi como en un completo descontrol de irrealidad. Como si no existiera la hiperinflación, la crisis institucional Argentina, ni los conflictos sociales de cada mañana.

Ellos no aclaran ni desmienten que esto sea una búsqueda consciente, pero lo que es cierto es que termina de definir la estética de este álbum. Y funciona. Sus oyentes saben que ambos artistas tienen los recursos y el talento para ser más profundos con su contenido o componer canciones con otro nivel de complejidad. Sin embargo eligen esta forma y por eso han tenido una gran recepción. El disco no busca ser una crítica ni una bandera de revolución sino que es un despliegue de recursos musicales, estéticos y juegos de palabras, donde a lo que se le canta es a la noche y sus efectos, desde los trances de éxtasis y euforia total hasta los momentos en que la fiesta termina y se enfrentan con sus peores pensamientos.

Canción por canción

El disco es frenético, arranca muy arriba, con Baby gangsta y un beat hiper bailable en Dumbai, donde una especie de reggaeton electrónico se apodera del ambiente. Uno de los momentos más turbios y oscuros se da en el tema Sheesh, en el que la distorsión y la saturación del beat contrasta con los aportes más “dulces” en la voz de Paco, que se vuelve hipnótico con el juego de luces del video, que replica una fiesta de electrónica. Sin dudas uno de los mejores momentos del disco, junto con La que puede, puede que, además de estar cantado en femenino (lo cual no es muy común para este género musical), cuenta con un rap en el que Catriel dispara barras con una métrica extremadamente rápida.

La lujuria, el deseo y el derroche llegan a su punto álgido en el tema El único, donde cada integrante del dúo le cuenta al otro que la chica con la que están saliendo está un poco cambiada y pareciera que tuviera a otro. La canción avanza como un cuento de Hernán Casciari y resulta que “el otro” es nada más ni nada menos que su compañero de voz. De un momento a otro parece un tema del dúo Pimpinela pero en pleno 2024, con house y música electrónica.

El disco avanza y baja un par de cambios en Pirlo, tema que aporta aire y deja reposar un poco de la taquicardia. Luego vuelve a subir la intensidad hasta llegar a Supersónico, que cuenta con una breve pero muy bien ejecutada participación de Lali Esposito. Finalmente Diablo, además de un buen tema, es un cierre correcto para la película que armaron.

En síntesis Baño María es un paseo por distintos moods, diferenciados entre sí por diversos recursos musicales y audiovisuales bien ejecutados que hacen que el disco no pierda coherencia. Le permite también pasar por distintos ambientes haciendo que avance agitada pero armónicamente, de manera que sus canciones funcionen en conjunto pero también de forma individual.

Ca7riel y Paco muestran sus distintos disfraces, se los prueban y demuestran que les calzan muy bien. ¿Podrían hacer otra cosa? Sí, pero eligen el minimalismo a nivel lírico y cargan toda su data musical en los beats y sus distintas capas. La búsqueda entonces transita por la locura, lo poco claro, lo escandaloso y la provocación.

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