Roberto Herrscher y María Eugenia Rodríguez. Foto: Analía Pereira

Roberto Herrscher es argentino, escritor, docente y periodista; escribe sobre cultura, sociedad, medio ambiente, periodismo narrativo y guerra. Habiendo conocido la guerra desde joven, enfrentando a soldados ingleses por las Islas Malvinas, Herrscher contó su experiencia en la conferencia “Cómo narrar la guerra” de la 11° edición del Encuentro de Periodismo Narrativo que se celebró a principios de mes en Maldonado.
La conferencia, de la que también participaron Roberto López Belloso, María Eugenia Rodríguez e Ivan Kirichenko comenzó con parte de la historia de Roberto Herrscher. “Pasé toda mi adolescencia bajo estado de sitio” comenzó diciendo el argentino, “yo estaba en primer año de secundario en 1976 cuando los chicos de quinto desaparecían. En ese sentido, yo soy hijo de la dictadura. Yo, igual que cada uno de los que vivimos acontecimientos que cambiaron la historia de su país, pasé por algo que me hizo pensar que no sabría quién sería si no me hubiera pasado eso”. Al periodismo llegó tiempo después, luego de haber combatido en la guerra que, en 1982, enfrentó a Argentina y Reino Unido por las Islas Malvinas.
A sala llena, en el Museo Mazzoni, Herrscher contó que antes de embarcarse a luchar, a los 19 años, en nombre de su patria, ya tenía la idea de que quería escribir. “Quería decir algo que ayudara al mundo, pero cuando volví de la guerra tomé contacto con el periodismo por el lado equivocado: fui víctima de los periodistas de los que aprendí que no me quería parecer, porque sentí que ya contaban mi historia, antes de hablar conmigo”. Según relató, su primer encuentro con la profesión fue una “decepción terrible”. “Fue como si fuera una fábula en la que ya tenés escrita la moraleja, y solo vas a juntar el testimonio de los animalitos para completarla. En lo esencial, ellos ya sabían lo que querían decir, no me querían escuchar” reveló.
El periodista repasó parte de su trayectoria, que reúne la cobertura de conflictos como las posguerras en Guatemala, Nicaragua y El Salvador, y concluyó que siempre alguien escribe todo lo ve, según desde donde viene. Sus crónicas, perfiles y reportajes han recorrido el mundo en medios como la revista peruana Etiqueta Negra, la española Ajo blanco, la colombiana Gatopardo y la argentina Ñ de Clarín; actualmente colabora con los diarios The New York Times en español y Folha de São Paulo. Además de escribir, Herrscher dirige el Diplomado en Escritura Narrativa de No Ficción en la Escuela de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado, de Santiago de Chile.

Durante la conferencia, el argentino compartió su recuerdo de la primera vez que escribió sobre la Guerra de las Malvinas: “Yo me fui a las seis de la mañana a comprar Clarín y no sabía cómo iban a ilustrar mi artículo. Cuando lo veo, estaba en las dos páginas del medio y el gran Hermenegildo Sábat (dibujante uruguayo nacionalizado argentino) había hecho una ilustración que era un soldado saltando, bombardeado por gotas de tinta. Lo tengo enmarcado porque en ese momento me dije, ‘ese soy yo’”.

Al finalizar la conferencia conversó con SdR sobre su experiencia como periodista, lector y escritor:
-¿Cuando leíste las noticias de la Guerra de las Malvinas conociste cosas nuevas de vos mismo?
-Mucho tiempo después de la guerra, cuando escribieron perfiles sobre mí y fui leyendo a quienes me escribían, me obligaron a pensar con sus preguntas. Yo tenía una idea de que la guerra era todo horrible y que nada bueno se podía sacar de eso y de repente me di cuenta de que hay algo que te pone en frente de vos mismo y te ayuda a entender quién sos. Cuando entrevisté a quienes habían estado conmigo en la guerra me dijeron “vos fuiste un buen soldado”, “vos no tuviste miedo” y ahí me dije “sí, esto me importa”, porque esas cosas no las sabría si no hubiera estado en la guerra.
Hay un poema que (Jorge Luis) Borges escribió sobre Malvinas, “Milonga de un muerto”; es sobre un hombre que muere en combate y dice “Él solo quería saber si era o si no era valiente. / Lo supo en aquel momento que le entraba la herida. / Se dijo no tuve miedo / cuando lo dejó la vida”. Yo creo que hay un momento en la vida de un hombre, y ahora cada vez más de una mujer, donde uno, al enfrentarse a eso, sabe algo de sí mismo.
-¿Desde dónde te parás al momento de escribir sobre la guerra, habiendo participado de una?
-En primer lugar siempre sabiendo que esto es algo que yo hago para los lectores, algo que tiene que tener valor. No quiero que me tengan lástima, ni cariño, ni nada. La catarsis la hago con mi psicoanalista. Yo utilizo mi drama personal de la misma forma que utilizo el drama personal de otros, yo soy una materia prima, me uso.
Esta es una época en que todo el mundo hace marketing con su propia historia, pero a mí me sirve para reflexionar y hacer reflexionar a la sociedad, a partir de cosas que me pasan y me pasaron, y que le pasan y le pasaron a los demás. Me gusta mucho poder hablar de la guerra desde otros lugares, como periodista, como lector y profesor, no solamente seguir siendo el chico de la guerra 37 años después.
-¿Cuánto afectan a la narración de la guerra las nuevas tecnologías?
-Hoy seguimos queriendo que nos cuenten grandes y buenas historias, a pesar de que hay tanto más. Yo crecí en un mundo en el que los periodistas eran regadores que iban en el desierto, donde había sequía de información. En la sequía el periodista iba con la regadera poniendo un poquito de agua. Ahora estamos en una inundación. Pero el buen contador, el buen investigador, el periodista fiable es el que tiene lo más necesario en una inundación: agua potable. Ahora sobra el agua, pero es agua podrida.
-¿Qué tiene que tener un periodista para encontrar esa agua potable?
-Primero, una mezcla de ética y trabajo duro. Tanto los medios como los periodistas deben hacerse esa reputación que haga que la gente dentro de toda esta maraña diga “yo voy a buscar este medio o la voz de este periodista”. Eso tiene que ver con que no vas a mentir, no vas a engañar y no tenés intereses ocultos. Cuando tenés eso, vas a repartir agua potable en una inundación, que es lo primero que hace falta en una situación así; antes de las cobijas y antes de la comida lo primero es siempre esa agua potable.
Analía Pereira

FacebookTwitter