Carlos Acevedo es un joven oncólogo uruguayo especializado en el cáncer de mama. A comienzos de 2018 participó de un congreso de Mastología en Estados Unidos. Allí un stand le llamó la atención por su colorido y lo que se proponía. En medio de una parafernalia tecnológica para el tratamiento y la prevención del cáncer, unas mujeres tejían con alegría detrás de una sencilla mesa. El médico se acercó y tomó un folleto. Knitted Knockers era el nombre del proyecto, lo que significa: senos de punto.

Barbara Demorest, la creadora de la iniciativa, le contó al oncólogo que el propósito era simple: tejer prótesis mamarias haciendo una imitación del seno en croché o punto simple y rellenarlas de guata bien liviana para lograr los distintos tamaños de busto. Luego, colocarlas dentro o fuera de un soutien o sostén. Las únicas dos condiciones para participar del proyecto Knitted Knockers eran que las prótesis debían ser regaladas solidariamente a mujeres que se sometieron a una mastectomía y que, ya sea por elección o por motivos económicos, no se pueden hacer una cirugía reconstructiva. La otra condición es que no se puede recibir donaciones de dinero en efectivo.

En Uruguay se detectan cinco casos nuevos de cáncer de mama por día, lo que lo transforma en el cáncer más frecuente en la población femenina. Dos mujeres mueren diariamente por esta enfermedad, según la Comisión Honoraria de Lucha contra el Cáncer.

Puntualmente se abre la puerta y el local de la Comisión Vecinal Barrio Ansina de la ciudad de Las Piedras se inunda de los últimos rayos del sol, de ruido y mucho color. Mujeres de diversos puntos de la ciudad llegan cargando bolsas, agujas, guata, hilos, canastas, scones para compartir y sueños para concretar. Todas integran el grupo Amamas, fundado hace 3 años como espacio de contención solidaria para pacientes oncológicas cuya única opción de sobrevivir fue la extirpación de mamas.

“Lo importante para sobrellevar esta lucha diaria, es sentir que no se está sólo. Lo que le pasa a una mujer que pierde sus senos, los dolores físicos tras la operación, la angustia incontrolable, la sensación de no ser nunca más la misma, nos pasó ya a muchas otras. Ahí hay una experiencia en la que se pueden apoyar. Nosotras compartimos las vivencias de nuestro propio sufrimiento. Nos levantamos y seguimos cada día y eso queremos que hagan todas”, resumió a SdR Mónica Batalla, una de las fundadoras del grupo.

La madre de Mónica murió de cáncer. Como descubrió luego, ella también sufría de la enfermedad. Nunca va a olvidar el día que le dieron la noticia: el origen de su cáncer era genético. Con la imagen de su esposo y sus tres hijos en la mente, operarse era la única opción para salvar su vida. Acevedo recomendó a Mónica que su hermana y sus hijas se hicieran un estudio genético. Con apenas 15 años, una de sus niñas se enteró que tenía la misma mutación de un gen que su madre. Cuatro años después, el arte y la danza ocupan toda su vida y solo el tiempo dirá qué pasará en su caso.

“¿Querés sacarme una foto así?” – dijo Blanca, otra participante, y se puso de pie posando como una modelo con dos bolsitas con prótesis sobre los senos. En medio de las risas generalizadas y como docente jubilada pero experimentada, aprovechó el momento de atención para exhibir en el cuerpo de otra integrante del grupo un nuevo producto: un coqueto morral tejido en crochet multicolor para la bolsa de drenaje que se debe usar luego de la operación. “Las bolsitas de plástico son un asco, estas tienen glamour”,agregó entre carcajadas. Todas rieron. Nada es una tragedia, celebran la vida.

Culturalmente se nos ha impuesto el término mamas, a partir de su definición como glándula mamaria con la que las hembras de la especie segregan leche para la alimentación del recién nacido. Pero también las conocemos como senos, pechos, tetas y muchas otras acepciones. Incluso pasan por la personalización vanidosa o de modismos tradicionales de cada país.

La edad en la que se registran más casos de este tipo de cáncer está en el segmento comprendido entre los 45 y 70 años. A partir de los 50 años, se recomienda la realización de una mamografía cada dos años; previamente y desde la juventud se aconseja el autoexamen manual de mamas para detectar precozmente bultos, ganglios hinchados u otros síntomas. Aunque poco conocido, un 1 por ciento de los cánceres de mama se constata en hombres.

“Las cosas no pasan para algo, sino que pasan por algo”, reflexionó Catty Rivero en diálogo con Sala de Redacción. Ella no sufre de cáncer y pertenece a Amamas porque es amiga de Mónica y por solidaridad con las demás mujeres del grupo. Ese principio de causalidad universal fue posiblemente lo que llevó al doctor Acevedo a invitar a Mónica y su grupo a unirse al proyecto Knitted Knockers.

Esa noche, los mensajes telefónicos se activaron en Las Piedras. Mónica contó desde su celular la idea de Acevedo y a todas las integrantes de Amamas les pareció una iniciativa genial. Ixchel Gómez, una tejedora profesional de la ciudad también fue consultada porque había que saber tejer. Demorest les había mandado manuales, moldes y mucha documentación que había que interpretar.

El intercambio de anécdotas y experiencias no tiene fin. Mientras tanto, Mary no desperdicia un minuto con sus agujas enlazando la esperanza de alguna paciente oncológica del país en cada punto de hilo que trama con habilidad envidiable, destreza que la lleva a tejer una prótesis por hora. “Los senos son el símbolo de la femineidad y de un día para otro encontrarte sin ellos, te mata. Verte al espejo cuando te bañas, tocarte, sentir que no están, te afecta”, cuenta Mónica sin perder la sonrisa. Y agrega: “vernos y sentirnos bellas, salir a la calle y andar por la vida sin pensar que los demás se dan cuenta de que no tienes senos, eso es muy importante”.

Blanca cuenta que las prótesis mamarias de silicona para la reconstrucción quirúrgica provienen de Estados Unidos o Argentina y su costo ronda los 600 dólares, lo que constituye una situación prohibitiva para la mayoría de las operadas. Además, en muchos casos, esas prótesis reconstructivas se desplazan con el tiempo o deben ser retiradas por problemas médicos colaterales, como le sucedió a Mónica.

La noche que recibió el mensaje, Ixchel tenía mucho trabajo acumulado para entregar a sus clientas. Al día siguiente llamó a Mónica y le confesó que después de leer de qué se trataba la idea, no pudo dormir. Pasó toda la noche traduciendo los documentos y convirtiendo los manuales americanos en instrucciones simples de crochet y tejido de punto. Además hizo una primera prótesis y se la dio a probar a su amiga. Ese día Acevedo apareció en la reunión de Amamas con la primera donación: unas bolsas gigantescas de hilo algodón mercerizado y guata siliconada, que garantizan la calidad del producto y además no causan irritación o heridas en la piel de la zona operada.

Desde abril de 2018, el grupo de mujeres no ha parado. Algunas han resignado su capacidad para tejer, pero aportan desde otras áreas. Porque Amamas y el proyecto  Knitted Knockers necesitan de mucho esfuerzo en gestión y administración, ya que está presente a través de organizaciones solidarias en casi todo el país. Durazno y Florida seguramente se incorporarán a la brevedad y las pedrenses ya planean la próxima actividad en San Carlos, donde un grupo de mujeres solidarias quiere unirse y necesitan orientación.

Casi un año después de iniciado el proyecto, más de 300 prótesis han sido entregadas gratuitamente por Amamas en todo el país. Más allá del agradecimiento, todas destacan las virtudes del producto: no pesan y por lo tanto las pacientes no recuerdan a cada minuto que están allí. Para las mujeres sometidas a mastectomía hay cosas que se les dificulta hacer, como prender un soutien por la espalda (al retirarse los ganglios que rodean la mama, los brazos se hinchan y el dolor impide el movimiento).

Mucha gente colabora desde diversos ámbitos con estas mujeres canarias. Es el caso de Pimentón -empresa de diseño de ropa interior- que está desarrollando solidariamente un soutien con botones que permita superar la dificultad de los movimientos y a su vez no usar alambres o plásticos  push-up para levantar los senos.

Wilder, el padre de Mónica, también integra el grupo. Llegó silenciosamente a la reunión junto a su actual pareja, Elena, quien aclara que no es su madre sustituta sino la abuela de sus hijos. Wilder aporta en lo que puede transportando materiales, acompañando, ordenando, haciendo fuerza si es necesario y destaca: “el cáncer es difícil. Es una enfermedad difícil. Pero como sea… hay que combatirlo”.


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