“¿Vale la pena seguir o abandonamos esto, liquidamos todo y somos la generación a la que le tocó cerrar el Cine Universitario?”, se pregunta con angustia uno de sus directores ejecutivos. Detrás de la reja que protege la fachada y las puertas de vidrio, se levanta como polvo el olor a desolación, a la añoranza de un movimiento de gente que la pandemia no permite. El Cine Universitario del Uruguay, que en diciembre cumplirá 72 años, interrumpió por primera vez su funcionamiento. Por la puerta que que quedó abierta entra el viento de la tarde fría, que quiere arrancar un póster con una punta ya despegada. 

Ante la incertidumbre del momento, las paredes no tienen más que recuerdos. Desde que empezó la pandemia debieron cerrar en dos ocasiones, ambas en marzo. La primera interrupción fue desde el viernes 13 de marzo del año pasado hasta fines de agosto; la segunda, en marzo de este año y no hay noticias de posible apertura. No es una situación que afecte sólo al cine, la sociedad entera está inserta en la incertidumbre. Pero el Cine Universitario tiene una particularidad: “ya venimos acostumbrados a las crisis”, dijo a Sala de Redacción Nicolás Rodríguez, director ejecutivo honorario.

“Nunca hubo un momento en que nos hayan dicho «esto está todo bien, encárenlo tranquilos»”, cuenta a Sala de Redacción Nicolás Erramuspe, también director ejecutivo honorario del Cine Universitario. La pandemia no hizo más que acrecentar una “herida de crisis” que el cine viene acarreando en su espalda desde hace tiempo. Pero las continuas crisis les dieron inventiva para resolver rápido y arreglarse como puedan: “ya estamos acostumbrados a que la vida es medio atar todo con alambre y seguir”, plantea Rodríguez.

Dentro del Cine Universitario tienen una apuesta importante a la participación de la ciudadanía. La crisis, dicen, también viene de la mano de una falta de participación de la gente. “Lo importante es participar y discutir en grupo”, dice Rodríguez: “me parece hasta más importante que el cine y que las películas”.

Hay dos formas de subsistencia para el Cine Universitario: la venta de los bono colaboración –al ser una asociación civil y no estar dentro del circuito comercial, no venden entradas–, y las socias y socios, que pueden serlo directamente del cine o a través de convenios: con Socio Espectacular, para estudiantes, egresados, docentes y funcionarios universitarios a través de la Udelar y para estudiantes de liceo a través de Montevideo Libre. “Con esos convenios nos da para pagar los sueldos de los funcionarios y alguna cosa más”, explica Rodríguez, pero el cine depende de estar abierto y de los bonos colaboración.

Mirar para atrás

Hay cosas que no son casuales. El Cine Universitario del Uruguay fue fundado por un grupo de estudiantes de la Facultad de Derecho el 28 de diciembre de 1949, fecha de conmemoración de la primera proyección pública de los hermanos Lumière en París. El fin era realizar y producir películas de forma amateur, pero para financiar las creaciones, comenzaron a proyectar películas. Hacían funciones con copias que les prestaban coleccionistas privados, algunas sin subtítulos. “Era tanta plata que se involucraba en hacer las películas, que funcionaba más como cine club”, dice Erramuspe.

En la historia del Cine Universitario se puede ver reflejada la historia del país: por la polarización de los años sesenta, “había quienes querían que [el cine] tuviera un rol político activo y otros tenían una visión más neutra”, sostiene Rodríguez; en los años setenta fue particular, el Estado pidió ver las listas de candidatos que se iban a presentar al consejo directivo en las elecciones de 1976. Durante esa directiva se compró la sede de Canelones 1280, recinto actual del cine. “Son pequeños hitos que fueron pasando y nos quedaron a nosotros”, comenta Erramuspe.

Intentaron irse reubicando. En los años noventa, con el auge del video, tenían una parte del hall de la entrada con VHS; en los dosmil pasaron a una estantería con DVD’s. Los avances tecnológicos les hicieron adaptarse, pero también la llegada del Movie Center y de los cines comerciales.

“Más que un cine, era un movimiento cultural, político”, sostiene Erramuspe. Ahora les toca a ellos mantenerlo vivo, enfrentándose a las nuevas tecnologías, las crisis y la falta de participación. Es una institución que tiene más de 70 años de historia y por donde pasó gente relevante de la cultura en los momentos de auge. “Y en los momentos de crisis estamos nosotros”, dice Rodríguez entre risas, medio en chiste, medio en serio.

Seguir remando

En las paredes del cine todavía se puede oler la esperanza de que vuelvan a abrirse sus puertas. “Eso es lo que nos mantiene vivos”, comenta Rodríguez. Hasta ahora han podido sobrevivir por los convenios que siguen pagándoles. No apuestan al streaming porque lo importante del Cine Universitario “es la experiencia cinematográfica”. Ese parece ser el valor agregado que tiene el cine club para ambos directores: es un lugar que ayuda a formarse, donde alguien selecciona y ayuda a hilar lo que se mira.

La comunidad es un ámbito de vital importancia. “Lo que agradecemos es que siempre notamos que es una institución muy querida”, subraya Rodríguez. La gente siempre está dispuesta a colaborar, a dar una mano. Sin embargo, critica el sentido de participación únicamente durante las crisis: “Me gustaría tener una participación más activa de las socias y los socios” y no sólo cuando están por fundirse. A pesar de la situación, sostiene que el momento de crisis sirve para replantearse y cuestionarse “qué es una institución cultural, qué debe ser, qué es el Cine Universitario y cómo debería ser”.

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