SOLIDARIDAD VERSUS SEGURIDAD

















Dentro de la cárcel de Guantánamo. Foto: AFP PHOTO / John Moore

Dentro de la cárcel de Guantánamo. Foto: AFP PHOTO / John Moore













El controvertido anuncio sobre el traslado de prisioneros de Guantánamo a Uruguay, según un acuerdo con el gobiernbo de Estados Unidios, instaló en la sociedad, en los círculos políticos y en los medios de comunicación, un debate entre dos posturas antagónicas: la solidaridad versus la seguridad.
El gobierno sostiene que los posibles refugiados -o inmigrantes- no significan ningún  peligro para el país, y la oposición subraya como elemento peligroso el secreto sobre algunos aspectos de la negociación, en particular la identidad de los prisioneros (ver: Guantanamera”).  Sobre un aspecto no hay controversia; el trato dado alos prisioneros de Estados Unidos acusados de terrorismo fue condenado unánimemente (ver “Secuestrados de Guantánamo”)
El tema ha evolucionado desde la difusión de la noticia, en abril, y una vez que se diluyeron algunos extremos explotados por cierta prensa. Así, fue desmentido el presunto temor en la colectividad judía, (ver “Ya no hay temor”) de la misma forma que fueron desmentidas las imágenes de presuntos terroristas, que reforzaban estereotipos bastante extendidos (ver “Turbantes, estereotipos y terrorismo”). Por si fuera poco, el supuesto referene árabe en el Chuy deslizó una ironía en sus declaraciones a un diario de Maldonado, que fue malinterpretada, pero repetida por diarios capitalinos que “levantaron” la noticia sin confirmarla (ver “En el diario no entendieron mi ironía”).
El anuncio, sin embargo, permitió conocer la situación de prisioneros en diversas cárceles estadounidenses en el exterior, llamadas Black Sites (ver “Ahí afuera”), y el régimen de destrato y torturas a que están sometidos  (ver “Sin piedad”) .
La iniciativa del gobierno revivió experiencias protagonizadas por uruguayos que en su momento fueron objeto de la solidaridad de otros pueblos y de la ayuda concreta de otros gobiernos. Durante la dictadura, muchos uruguayos perseguidos  pudieron asilarse en las embajadas de México y de Venezuela en Montevideo (ver “Quiero ir con mi mamá”) y otros muchos lo hicieron en Chile, en diversas embajadas; los testimonios recogidos por SdR cuentan la determinación y valentía del embajador sueco Harald Edelstam, cuando negoció la liberación de uruguayos prisioneros en el Estadio Nacional, donde seguramente hubieran sido fusilados (ver Actos humanitarios”).

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