Peces muertos en las costas mexicanas. Foto: AFP / HECTOR GUERRERO

Nadie sabe por qué en ambas márgenes del Plata se acumularon más de 3.200 toneladas de peces muertos. En Montevideo y Canelones, unas 200 toneladas de lacha (Brevoortia aurea, en jerga científica) forzaron a los equipos de remoción y limpieza de ambas municipalidades a redoblar esfuerzos. En ese mar de dudas, científicos y autoridades superpusieron hipótesis y opiniones de todo tipo.

Que se debiera a la contaminación de las aguas fue descartado de pique por la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (DINARA), según publicó el diario El País un día después del arribo de los primeros peces. El Servicio de Evaluación de la Calidad y Control Ambiental de la Intendencia de Montevideo, que monitorea las aguas de la bahía y el Río de la Plata a 200 y 2000 metros de la costa, coincidió. De las 30 muestras diarias tomadas desde Punta Espinillo hasta Miramar ninguna mostró niveles anormales de contaminantes.

El biólogo Alfredo Pereira, coordinador del Departamento de Biología de la DINARA, afirmó que “seguramente este caso responde al descarte de algún buque industrial”, dado que la lacha es una especie de bajo valor comercial. En la misma línea se manifestó Juan Canessa, director de Desarrollo Ambiental de la Intendencia capitalina, quien declaró a El Observador que quizás un barco con la bodega llena de lacha la tiró porque encontró una especie más rentable. Pero desde la Coordinadora de Pescadores del Oeste de Montevideo se rechazó esa hipótesis, argumentando que la cantidad de peces era demasiada para ser descarte y que muchos estaban moribundos al llegar a la costa. Para que esa hipótesis fuera factible se tendrían que haber hallados ya muertos. Los pescadores sostenían que la mortandad pudo deberse a un cambio brusco de marea, a inundaciones ocurridas en Argentina o al uso de fertilizantes.

QUIZÁS FUE LA TEMPERATURA DEL AGUA. El 13 de marzo la DINARA emitió un comunicado de prensa. Anunció que lo ocurrido pudo deberse a un leve aumento de la temperatura del agua constatado durante febrero. Además, el cardúmen era grande y las hembras estaban débiles porque acababan de terminar el período de desove. Así, la disponibilidad de oxígeno en el agua habría sido menor a la requerida, por lo que murieron por anoxia (falta de oxígeno en los tejidos). Se hizo hincapié en que la Facultad de Veterinaria recogió cuerpos y realizó necropsias, detectando la ausencia de parasitosis y agentes tóxicos y constatando que muchos de los cadáveres eran hembras. Asimismo, se echó por tierra la teoría otrora sostenida del descarte de buques pesqueros, arguyendo lo mismo que en un principio dijeron los pescadores: la cantidad era demasiada.

Un día después, el Instituto de Investigación y Desarrollo Pesquero de Argentina (INIDEP) lanzó un primer comunicado. La mortandad de lachas en la vecina orilla afectó el norte de la costa bonaerense y fue mayor que la contabilizada en Uruguay (unas 3.000 toneladas). El 19 de marzo se hizo público un segundo comunicado, que apuntaba a que no se pudo establecer la causa de la mortandad porque no había ningún factor evidente, pero que el descarte nada tuvo que ver.

Miles de peces muertos en la Bahía de Guanabar, Brasil. AFP PHOTO / Christophe Simon

QUIZÁS FUERON LAS CIANOBACTERIAS. Las cianobacterias –o algas verdeazules- son fotosintéticas y secretan una toxina denominada microcistina, explicó a SdR la oceanógrafa Laura Ares. Cuando hay baja salinidad y poca movilidad en el agua, proliferan y cubren su superficie como un turbio manto verdoso. Otro factor que desencadena y acelera su reproducción es la presencia de fósforo y nitrógeno en el agua, dos elementos presentes en los fertilizantes usados en el agro, que llegan desde los ríos Uruguay y Negro.

A mediados de marzo, cobró fuerza la afirmación de que un nuevo tipo de cianobacteria estaba detrás de la mortandad. Así lo afirmó Juan Canessa al diario El País. Al cruce salió la química y directora del Servicio de Evaluación de la Calidad y control Ambiental de la Intendencia de Montevideo, Gabriella Feola, que precisó que no se descubrió una nueva cianobacteria sino un alga diferente, una variedad de fitoplancton (plancton con capacidad fotosintética). Aseveró que se la estaba estudiando y que nada tenía que ver con la muerte masiva de peces.

La sospecha sobre la responsabilidad de las cianobacterias coincidió con un nuevo suceso: aparecieron nuevamente especies de peces muertos en costas capitalinas y canarias. Chuchos de río y pejerreyes se sumaron a la lista de difuntos.

En conversación con SdR y concordando con Feola, Anahí Sánchez, microbióloga del laboratorio Nortesur, afirmó tajantemente que “la muerte de los peces no tiene nada que ver con las cianobacterias”, ellas “no hacen morir a los peces”. Y tildó de “divague” suponer lo contrario. Pero Laura Ares explicó a SdR que, a su juicio, la mortandad de lachas pudo deberse a las cianobacterias por al menos dos razones: por haber absorbido demasiada toxina al filtrar el plancton* o por haber sufrido anoxia, a causa de que las cianobacterias cubrían la superficie del agua, impidiendo su correcta oxigenación por difusión**. De todos modos, la profesional no descartó que una leve suba de la temperatura del agua haya determinado las muertes.

Desde la DINARA, Alfredo Pereira recalcó a SdR que no fue ese organismo quien habló de floraciones de cianobacterias en Montevideo y añadió que se realizaron análisis de fitoplancton y no se detectaron anomalías. También precisó que la sintomatología apreciada en los peces no se condice con intoxicación alguna.

PASÓ, PASA Y PUEDE QUE SIGA PASANDO. Al día de hoy, la ausencia de respuestas concretas aparentemente se aceptó como el final del episodio. Luis Reolón, director de la División de Evaluación de la Calidad Ambiental de la Dirección Nacional de Medio Ambiente (DINAMA), aclaró en charla con SdR que lo ocurrido es algo muy difícil de esclarecer con certeza, pero que desde el organismo se continúa trabajando. Incluso se continúan cruzando datos con instituciones argentinas.

Desde la DINARA Pereira coincidió con Reolón, enunciando a SdR que “lo más probable no siempre es lo cierto” en casos de mortandades masivas. Es difícil llegar al porqué. Para subsanar limitaciones metodológicas del procesamiento de muestras a estudio, Pereira precisó que la DINARA mantiene estrecho contacto con las facultades de Veterinaria y Química y con entidades de países vecinos.

Pero el fenómeno no es nuevo. Existen numerosos antecedentes de estas muertes a gran escala, tanto en Uruguay como en la región. Un hecho similar se dio en 2001 en los departamentos de Montevideo, Canelones y Maldonado. En esa instancia la DINARA argumentó que la causa fue el cambio en la salinidad del agua, pero desde el Sindicato de Pescadores, la oposición y aún desde fuentes oficiales se sostuvo que la respuesta era el descarte (véase nota Descarte descartado).

Ante la pregunta de si estos sucesos son normales y asiduos, Reolón respondió a SdR que en el Río de la Plata el fenómeno es frecuente “pero no en esta magnitud”. En Uruguay se registran cuatro o cinco episodios de mortandad de peces por año, la mayoría en ríos y arroyos. Las causas de muerte en esos casos suelen ser anoxia producida por incremento de la temperatura del agua, hipotermia o encharcamiento (los peces quedan en charcos exteriores al cauce del curso de agua, cuando esta retrocede luego de una inundación). De hecho, el 15 de febrero la Comisión Administradora del Río Uruguay comunicó que hubo mortandad de sábalos a unos tres kilómetros de la ciudad argentina de Concordia, 30 kilómetros aguas abajo de la represa hidroeléctrica de Salto Grande. Los resultados de los estudios que se dijo se estaban haciendo aún no se conocen. Lo que hoy sí se sabe es que en la Usina Municipal Felipe Cardozo descansan sepultadas toneladas de lachas muertas.

Texto: Marcelo González Fehér
Producción periodística: María José Barragán, María Laura Debenedetti, Lorena Lavecchia, Bruno Petrullo, Marcelo González Fehér

*Microorganismos marinos que sirven de alimento a muchos peces del inicio de la cadena alimenticia, como la lacha.
**Pasaje de una sustancia de un medio a otro.
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