“¿Te imaginás descubriendo que tu mamá y tu papá no son quienes pensás? ¿Que hay una familia que te busca?” Estas preguntas se plantean en la contratapa del libro de la periodista argentina Analía Argento y la abogada, docente universitaria e hija de desaparecidos uruguayos Mariana Zaffaroni.

El libro narra 13 historias de hijos e hijas de desaparecidos en las dictaduras de Uruguay y Argentina cuyas identidades fueron restituidas tras haber sido secuestrados por las Fuerzas Armadas en su niñez. Asimismo, cuenta con ilustraciones de Sabrina Gullino, quien fue nieta restituida y continúa buscando a su hermano mellizo. 

La obra fue publicada a finales de 2023 en Argentina, y la segunda edición fue presentada el martes 21 de mayo en el Espacio Colabora de la Intendencia de Montevideo (IM). Las autoras compartieron panel con representantes del Centro de Estudiantes de Derecho (CED) de la Universidad de la República, quienes fueron invitados por el Espacio Colabora. 

La presentación contó con una muestra fotográfica de Estela Peri que documenta la historia de los niños desaparecidos durante las dictaduras rioplatenses. “Tiene fotos del día en que nos conocimos con Mariana en la Intendencia de Montevideo”, expresó Argento al abrir la muestra, recordando que este fue el evento en el que Zaffaroni y otros restituidos fueron declarados ciudadanos ilustres.

Argento se refirió también a la Marcha del Silencio que había tenido lugar el día anterior y en la que ella y Zaffaroni marcharon juntas. “Yo tengo un tío desaparecido, consideraba que ser su sobrina era una categoría secundaria” admitió, y por eso se vio conmovida al ver cómo en la marcha “ustedes expresan que todos somos familiares, no importa si se es sobrino, nieto, vecino o amigo”. Argento concluyó  que “aprendió mucho” en su visita a Uruguay.  

Zaffaroni continuó el relato explicando cómo en el libro se plantearon mostrar la diversidad en los casos de nietos desaparecidos, entre los que hubo desde “adopciones en buena fe” hasta un caso donde una niña “fue vendida a sus padres adoptivos por las Fuerzas Armadas”. Asimismo, aseguró que lo que quieren comunicar es que no hay un proceso único para restituir la identidad. 

Dentro de las 13 historias plasmadas en el libro, se incluyen también las historias de Zaffaroni y de Gullino. Además de las ilustraciones, la obra cuenta con recursos como códigos QR que llevan a páginas web con información adicional y comparte datos de los nietos, como sus playlists y películas favoritas. 

Las autoras apuntaron a un público joven y el texto fue escrito con las intenciones de que resultara en una lectura “atractiva y ágil”. No pretendían explicar o contextualizar una “visión política”, sino que la narración se centrara en los aspectos emocionales de los nietos desaparecidos. “Nos pareció que era la manera de tender un puente a las próximas generaciones”, contó Zaffaroni, y expresó sus deseos de que el libro ayude a que la “semilla de la memoria quede plantada.”  

Zaffaroni explicó a Sala de Redacción que esta decisión se debió al público objetivo que definieron: “Pibes que tal vez no saben muy bien lo que pasó en nuestros países, o no les interesa saber demasiado”, a diferencia del joven “que tiene un compromiso político, al que generalmente ya le interesan estas cosas”. Fue así que consideraron a las emociones como un “fenómeno universal” para aproximarse a un público que habitualmente no se interesa en la política. “Humanos somos todos, y emociones tenemos todos”, concluyó. 

Quien cerró la presentación fue Analía Silva, representante del CED que junto a otros estudiantes presentó una placa nombrando a Zaffaroni socia honoris causa del gremio estudiantil. Silva opinó que las nuevas generaciones cuentan con el privilegio de haber nacido en una época con mayor libertad para defender lo que creen justo, y que por lo tanto “nos da también la responsabilidad muy grande de mantener la memoria”. Zaffaroni expresó a SdR que, al igual que cuando fue nombrada Ciudadana Ilustre, considera el reconocimiento del CED como “un honor, yo creo, inmerecido, pero no por eso menos satisfactorio”, y remarcó que en Uruguay se siente “en casa” y que ve estos “reconocimientos formales” como “formas de cariño”.

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