Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el sobrepeso y la obesidad se definen como una acumulación excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud. Desde 1975 la obesidad se ha multiplicado en todo el mundo y entre ese año y 2016 la prevalencia mundial de la patología se triplicó. Lo que la genera es un desequilibrio entre las calorías consumidas y las gastadas y, según la OMS, se puede prevenir.
Ana Cecilia Guchea tiene 44 años y es obesa desde los 12; actualmente está en recuperación, ya que hace dos años se encuentra en su peso normal. A sus 17 años hizo una dieta por la que se restringió todo lo que le gustaba comer. El motivo de la decisión fue que se aproximaba su viaje de egresados, pero a la vuelta sufrió el efecto rebote y no se dio cuenta del modo en el que aumentaba de peso: “Una persona normalmente suele aumentar un kilo por año, yo aumentaba de a tres, cinco y siete kilos anuales”, cuenta a Sala de Redacción.
“Un día me compré un par de sandalias y cuando me las fui a probar me di cuenta de que no me podía agachar, entonces me las llevé a casa para probarlas mejor. A los pocos días tenía una fiesta y decido estrenarlas, me llevó 40 minutos poder prenderlas y ahí entendí que debía hacer algo por mi”. A partir de ese momento decidió pedirle ayuda a una amiga y comenzar a tratar su obesidad. “La llamé porque entre gordos hablamos un mismo idioma; me dijo que en el Hospital Maciel estaban haciendo un tratamiento con opción a la cirugía bariátrica, me preguntó si quería ir y le dije que sí”.
Pesando 135 kilos, a la semana siguiente comenzó a ir con su amiga a “Cambios de hábitos”, reuniones que se realizaban en el Maciel para que personas con sobrepeso compartieran sus vivencias y se sintieran comprendidas por sus pares. “Lo que escuchaba allí me terminó de hacer despertar y entendí lo que me estaba pasando”, cuenta. Luego de estar allí todos los lunes durante tres meses, quien guiaba los encuentros la derivó a una nutricionista del hospital y ese fue el último paso antes de someterse a una cirugía bariátrica, a la que llegó luego de un proceso que la ayudó a bajar aproximadamente 10% de su peso para transitarla sin complicaciones.
El proceso
Cecilia recuerda lo importante que fue el apoyo y la contención de la nutricionista al llegar a su consultorio, ya que lejos de prohibirle alimentos le “enseñó a comer”. Otro hito ocurrió después de un mes de tratamiento, cuando al pesarse vio que había logrado disminuir cuatro kilos y la profesional la abrazó y le dijo: “¿Viste que vos podías?”. “Era alguien que me trataba como un ser humano y entendía por lo que yo estaba pasando”, relata.
Seis meses después de operarse y tras una serie de incorporaciones graduales y estudios, pudo volver a consumir todo tipo de alimentos. Actualmente está en su peso ideal y aprendió a mantenerlo. “Me siento bárbara, descubrí lo que es tener salud”, expresa satisfecha.
A raíz de su proceso, Cecilia decidió formar grupos junto a compañeros que vivieron lo mismo que ella y, de esa forma, ayudar a otras personas. Uno funciona en Piriápolis, donde reside, pero también tienen presencia en San Carlos y Montevideo. “Mantengo contacto con los profesionales del Maciel y yo soy facilitadora, ayudo a través de mi experiencia”, resume. Junto a sus compañeros descubrieron la necesidad de movilizarse en reclamo de una ley de obesidad, ya que entienden que “en Uruguay aún no se considera una enfermedad, entonces hay muchas situaciones que no se contemplan”. Las situaciones a las cuales se refiere son, por ejemplo, que en los centros de salud no haya sillas de ruedas para trasladar a personas obesas, la imposibilidad de realizarse determinados estudios médicos porque no hay aparatos que aguanten su peso, o que no cuentan con asientos adecuados en el transporte público.
“Lo que buscamos con la ley es que la obesidad se reconozca y que se contemple a nivel público y social la situación de las personas que la padecen”, afirma. Cecilia agrega que en 2020 las cirugías se redujeron “por una cuestión de presupuesto, porque no se declara una enfermedad y su costo no se solventa a través de la obligatoriedad, entonces no se realizan”. Actualmente están juntando firmas para llevar el proyecto al Parlamento con la mayor cantidad de apoyo posible, tanto económico como conceptual, para lo que generaron una petición en el sitio change.org.
Colectivo
Luis Cherro tiene 57 años, hace 20 que padece obesidad y es parte de Gordos Organizados del Uruguay, un colectivo formado en 2008 por personas con sobrepeso o que sufren esta “otra pandemia”, como la llama. El grupo se formó cuando comenzaron a fallecer compañeros con obesidad mórbida, entre otros motivos, por falta de diagnósticos y atención.
“A pesar de que hemos trabajado desde 2008 intentando concientizar, como grupo no hemos logrado grandes cambios o tomas de conciencia respecto a esta enfermedad”, manifiesta. En la Cámara de Diputados, el colectivo tiene esperanzas en otro proyecto de ley que garantizaría cobertura médica y quirúrgica a quienes padecen la patología, además de médicos capacitados para tratarlos.
Luis cuenta que el grupo no ha logrado juntarse y mantener un vínculo constante. “Cuando comenzamos éramos unos veinte mil, ya vamos quedando pocos”, lamenta. Igualmente, para él, “caminar juntos” y enfrentar una enfermedad que aún no está diagnosticada es el mayor objetivo. Por último, entiende que las carencias son muchas y que los programas, planes e iniciativas llevadas acabo por autoridades sanitarias no son suficientes para afrontar un tema tan complejo. “Hay que seguir luchando”, concluye.
Según datos del Ministerio de Salud Pública, 65% de los adultos y casi 45% de los niños uruguayos padecen obesidad o sobrepeso.