El libro "No me halaga, me molesta". Foto: Colectivo Catalejo









Finalmente se presentó el primer libro de aportes a la discusión sobre el acoso sexual callejero en Uruguay, en el marco de la campaña Libre de Acoso del Colectivo Catalejo. El informe plantea la dificultad de las mujeres de apropiarse del espacio público y los diversos tipos de hostigamiento que sufren: verbal, tocamientos, persecución o exhibición de genitales, entre muchos otros.
“Shock, después asco. Miedo. No sé como describirlo, tenía 16 y era la primera vez que veía un pene”. Este es apenas uno de los tantos relatos que recoge la publicación titulada “No me halaga, me molesta: aportes a la discusión sobre acoso sexual callejero en Uruguay””, en el que se concluye que el acoso comienza desde edades muy tempranas y que en algunos casos impacta en la construcción de la sexualidad de las mujeres. En el libro publicado por Colectivo Catalejo se define al acoso callejero como la interacción efímera y no consentida por una de las partes en el espacio público, que genera distintos sentimientos en las personas víctimas de esta situación. Es una expresión de violencia, basada en género, naturalizada socialmente y avalada culturalmente.
Se realizaron 509 denuncias en la plataforma virtual Libredeacoso.uy, de las cuales 465 fueron hechas por mujeres, lo que representa al 91,04 por ciento del total. Los varones realizaron denuncias en 37 oportunidades (7,3 por ciento), cuatro denuncias fueron hechas por varones trans (0,8 por ciento) y dos por mujeres trans (0,4 por ciento), también una persona de género no binario (0,2 por ciento). En cuanto a los acosadores, los varones representan el 93,1 por ciento del total, las mujeres el 6,1 y no hay datos del restante 0,8 por ciento.
Según los datos proporcionados en este trabajo, las edades de las mujeres que sufireron acoso varían entre los 11 y 28 años, mientras que las edades de los acosadores superan los 30 años. Además se destaca que al tratarse de prácticas cotidianas, no se reconocen como una construcción social que genera limitaciones tanto para mujeres como para hombres en cuanto al tránsito libre en la ciudad.
Las situaciones de acoso ocurren principalmente en la tarde, y no por la noche o la madrugada como podría pensarse. El 50,5 por ciento de las denuncias fueron episodios que tuvieron lugar durante la tarde y el 25,7 en la mañana, mientras que en la noche se registraron el 16,01 por ciento de los casos y en la madrugada sólo el 7,7. En el informe se plantea la problemática que esconden estas cifras: los acosos más frecuentes suceden en horarios en los se movilizan para ir a los centros de estudio, por lo que las personas (en su mayoría mujeres) no pueden hacer un uso libre del espacio público. El problema en la noche disminuye porque el espacio en esas horas es usado más cómodamente por los hombres, mientras que las mujeres lo abandonan por no sentirse seguras.
Existen distintos tipos de acoso y entre ellos el estudio señala que el más frecuente es el verbal y “verbal grosero” con el 53,5 por ciento del total de los casos. Le sigue el “tocamiento” con un 15,7, la persecución (9,9), el acoso “expresivo” (mirada lasciva, sonidos, silbidos) con un 9,2 por ciento, la exhibición de genitales (6,9), la masturbación (3,9), el acoso físico (0,6) y las “miradas constantes”, que representan el 0,2 por ciento del total de las denuncias.
Miedo y asco
“Repugnancia hacia él y al mismo tiempo hacia mí, como que de algún modo algo estaba mal conmigo aunque no había hecho nada. Sabía que era él quien debía sentir vergüenza, pero la estaba sintiendo yo”, cuenta uno de los relatos recogidos en el libro. Según la investigación basada en las denuncias online, en los relatos se repiten sentimientos de asco, miedo, bronca, impotencia y vergüenza, sentimientos para nada halagadores en la persona que vive una situación de acoso. Además se plantean las diferentes reacciones que tienen los individuos en cada situación, y algunos manifiestan en sus relatos el bloqueo como un sentimiento que les impide actuar en el momento: “Me paralicé y seguí caminando. A las cuadras, cuando me di cuenta de lo que había pasado, paré, me senté sola en un murito de una casa y me puse a llorar”.
En la publicación se explica que la paralización se debe a dos factores: uno es porque el acoso ocurre de forma inesperada y rápida en distintos contextos, el otro es porque tienen miedo de que se vuelva más violenta aún la intervención del acosador. Las que sí reaccionan ante los acosos callejeros, lo hacen (según los relatos) a través de insultos, huyen e intentan escapar de la situación, piden ayuda a otra persona y en algunos casos realizan la denuncia correspondiente.

Campaña Libre de Acoso. Foto: Colectivo Catalejo

Según los datos del informe, las personas entrevistadas identifican a los acosadores como varones y coinciden en que no existen características compartidas; no hay un perfil identificable en cuanto a lo económico, apariencia o edad. Un aspecto que sí diferencia a los acosadores es que los más jóvenes cargan de contenido sexual más directo los mensajes que los hombres mayores.
Martina Sanguinetti, una de las integrantes de la campaña Libre de Acoso del Colectivo Catalejo, dijo a Sdr que desde que se realizó la presentación del libro hubo un pico alto de denuncias, lo que no quiere decir que hubo más acosos sino que la campaña se difundió más en los medios: “cada vez que hay una difusión fuerte de la campaña, aumentan las denuncias porque llegamos a más personas. Cuando lanzamos la campaña en marzo hubo muchas, en julio publicamos un video que tuvo bastante prensa y ahí también hubo un pico de denuncias, y ahora con la publicación aumentaron también”.
Las denuncias que reciben en la web son anónimas por lo tanto no pueden realizar ningún seguimiento de los casos, sin embargo en algunas ocasiones las contactan por otros medios y les dan consejos dependiendo de cada situación. “Se intenta orientar a la persona, por ejemplo en los casos en los que hay que hacer una denuncia penal, hacerla. Muchas veces sugerimos otro tipo de ayuda como charlar sobre el tema con otros o buscar ayuda psicológica en caso de ser necesario. Se trata de generar estrategias para superar estas cosas, pero lo cierto es que no tenemos mucha posibilidad de generar nada concreto”, dijo Sanguinetti.
El grupo de Libre de Acoso está integrado por dos sociólogas, dos trabajadoras sociales y una de comunicación.  “No trabajamos con psicólogos o psicólogas, estaría buenísimo poder generar un espacio así pero ésto es un trabajo militante y es difícil que los profesionales se presten (honorariamente) para tratar la cantidad de casos que hay”, dijo Sanguinetti y afirmó que sería bueno que algún otro organismo trabaje el tema en profundidad, ya que afecta a las mujeres no sólo en el uso de la ciudad sino en la subjetividad y en su percepción del cuerpo.
Sanguinetti agregó que siempre hay una reacción resistente, sobre todo de parte de los varones que “no quieren perder sus privilegios”, y que los cambios culturales habitualmente generan fricción: “siempre hay alguien que se va a plantar en contra y es parte del cambio, es parte de la batalla que estamos dando. Sin embargo, hay muchas mujeres que están agradecidas de que este tema se esté poniendo sobre la mesa”, aseguró la entrevistada.
En el prólogo del libro, la periodista Azul Cordo ayuda a resumir y a entender el fenómeno: “Las mujeres, desde pequeñas, conocemos las baldosas mejor que nadie. Cabizbajas, esquivamos miradas y, para evitar el contacto visual con potenciales acosadores, escrutamos los detalles de las veredas, las raíces, los huecos, los brotes verdes, las pelusas de los plátanos”.

Eliana Vila

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