Octubre comenzó con la Feria Internacional del Libro y este año el país homenajeado por su literatura es Ecuador. Hasta el próximo domingo 14 el público podrá disfrutar de diversas charlas de toda índole en las cuales el intelecto es el principal protagonista.
Hace cuarenta años la Cámara Uruguaya del Libro, una asociación civil fundada en 1944 en Montevideo, organizaba la primera Feria Internacional del Libro. Desde entonces el evento no ha dejado de reproducirse anualmente atrayendo amantes de la literatura de todas partes del mundo. Esta vez la “feria del libro” se instauró en el atrio de la Intendencia Municipal de Montevideo desde el 1 de octubre y durará hasta el próximo domingo 14. La institución responsable de su organización ha hecho este año de Ecuador el país invitado de honor y muchas de las actividades que tienen lugar durante las dos semanas que dura el evento están relacionadas a la riqueza cultural de este país. Ya la ceremonia de inauguración permitió escuchar música tradicional ecuatoriana de la mano de la artista Margarita Laso, y el miércoles 3 de octubre de la semana pasada el público pudo disfrutar de un concierto del músico ecuatoriano Enrique Males nacido en la comunidad indígena de Quinchuqí. También se puede asistir a media tarde a un ciclo de cine del país andino con proyecciones de películas como “Un secreto en la caja” de Javier Izquierdo, “Medardo” de Nitsy Grau, “La Tola Box” de Pavel Quevedo, o “Alfaro Vive, Carajo” de Mauricio Samaniego.
Tres pilares
En esta feria del libro Juan Antonio Varese, investigador de tradiciones populares y Tomás Olivera Chirimini, divulgador de las tradiciones afro-uruguayas y director del conjunto Bantú, presentaron su libro “Candombe” entre interpretaciones en vivo de diferentes ritmos históricos de la evolución de este rasgo tan distintivo de nuestra cultura uruguaya. Los presentadores contaron al público que en nuestros orígenes la vida de las aldeas de las primeras culturas humanas estaba dictada por el ritmo del tambor, y por ende no es de extrañarse la sensación de felicidad que nos recorre la espina al escuchar una cuerda de tambores. “El tambor tiene algo convocante”, dijo Chirimini. Aunque el candombe es ya un símbolo, una carta de identidad del uruguayo en el exterior que fue declarada patrimonio cultural de la humanidad, el mismo presenta dos pilares aparte de nuestro país: África y Cuba. Contaba Varese que mismo el tango llegó antes a Cuba a través de la cultura negra de Haití. Reflexionaron sobre la importancia que tiene para la comunidad afro descendiente el haber conquistado con su arte una parte tan importante de una cultura antes dominada por la población blanca de descendencia europea, logrando con gran valentía “imponer lo suyo” y producir un “ritmo único en el mundo”. Recalcaron a su vez el aumento considerable del número de mujeres que hacen candombe hoy en comparación con los años ochenta, existiendo actualmente un conjunto llamado “La Melasa” formado exclusivamente por mujeres.
Relatos citadinos
El día jueves 4 de octubre en la sala José de la Cuadra, tuvo lugar un diálogo entre los escritores ecuatorianos Ernesto Carrión y Abdón Ubidia, y el escritor uruguayo Gonzalo Cammarota. La charla tomaba como nombre “La novela o narrar lo que vive un país” y en ella se hacía hincapié en la forma en la que estos escritores volcaban en sus obras sus propios recuerdos de sus respectivas ciudades natales. Si la ciudad es la protagonista de tantas historias, en un mundo tan interconectado como el de hoy, en las historias se multiplican los escenarios. Ernesto Carrión, nacido en el mundo de la poesía, habló de las nuevas generaciones de escritores, como los denominados “millenials”, considerándolas “generaciones muy femeninas” que “tienen las ideas muy claras”, destacando la obra de la escritora ecuatoriana Mónica Ojeda. Señaló también las obras de estas generaciones de escritores, así como en la suya propia, cuentan con la presencia recurrente de denuncias rencorosas a los padres y a la violencia intrafamiliar. Habló asimismo del involucramiento social de su trabajo: “me molesta la ficción y la poesía que no irrumpe en las profundidades del ser humano”, dijo Carrión. Como dijo el escritor chileno Roberto Bolaño, “no se puede separar la vida de la literatura”. Contó Carrión que “la izquierda de Guayaquil (su ciudad natal) es una izquierda sin dinero”, que su país era un país que naufragó en la utopía de la revolución cubana y que su padre pertenecía a una generación de “revolucionarios de cantina”. En la misma línea, el uruguayo Gonzalo Cammarota cree que “la herramienta del escritor es uno mismo” y contó que sus novelas suelen estar enraizadas en tradiciones populares como el carnaval o el fútbol. “La novela es como una foto instantánea”, dijo Cammarotta. Abdón Ubidia, quien fue recopilador de relatos orales, habló sobre la importancia de la oralidad que es muchas veces olvidada por la cultura occidental al estar ésta muy arraigada en la escritura. Dijo Ubidia que los cuentos dichos “infantiles” eran en sus orígenes mitos de raíces sociales profundas, pero que al despojarse de lo sagrado fueron embebidos de una aparente simplicidad que enmascara sus complejas reglas de composición. Mencionó “Las mil y una noches” como ejemplo y asoció estos relatos a los de la cultura quechua que sigue siendo eminentemente oral.
La esclavitud está de incógnita
Por su parte los arqueólogos y antropólogos Roberto Bracco Boksar y José López Mazz, así como, Natalia Stalla, consultora de la UNESCO e investigadora de la esclavitud afro descendiente en las fronteras de nuestro país, introdujeron al público presente en la Sala Roja de la Intendencia sobre la historia del denominado “Caserío de los Negros” que existía en la ciudad de Montevideo. Se trataba de un establecimiento construido por la Compañía de Filipinas (empresa establecida por la Corona Española en 1785) para mantener a los esclavos afro descendientes en cuarentena alejados de la ciudad debido a las enfermedades contagiosas con las que solían arribar al puerto. Antes de fundarse Montevideo, los esclavos llegaban al puerto de Buenos Aires, capital en aquél momento del Virreinato del Río de la Plata, pero luego nuestra ciudad se transformó en el principal puerto de comercio negrero. Entre 1777 y 1812, Stalla informó que arribaron cerca de setenta mil esclavos al Río de la Plata, el 60 por ciento provenientes de Brasil. Dijeron los arqueólogos Bracco Boksar y López Mazz, quienes estudiaron y persiguieron la historia de los restos del “Caserío de Filipinas”, que a partir de 1900 comenzó a perderse el rastro del establecimiento. Pero recientemente se encontraron restos del mismo sobre el jardín de Infantes del barrio Capurro y, por suerte, dijeron los investigadores, la edificación del jardín no significó modificaciones profundas del subsuelo.
Siguiendo con la temática de la esclavitud, este lunes Ruperto Long, ingeniero civil, político, antiguo presidente del LATU pero también escritor, presentó su último libro “La mujer que volvió del abismo”, una obra de denuncia de la trata de blancas erigida a través de los ojos de una víctima uruguaya de este tráfico humano. Dijo Long que su libro cuenta cómo una mujer coquetea con el mundo de la prostitución y termina en una red de trata de blancas, a la vez que rompe con la idea prejuiciosa de que “si es puta le gusta”. El autor contó que su interés particular en el tema surgió de un viaje a la Bahía de San Julián en el sur de la Patagonia argentina cuando encontró varios grafittis que denunciaban este tráfico, señalando especialmente uno que decía: “La trata es la esclavitud del siglo XXI”. Informó también que en este pueblo existe un barrio denominado “Barrio Las Casitas” que alberga cerca de cincuenta whiskerías (prostíbulos), bien al estilo del Barrio Rojo de Ámsterdam, lleno de coches de alta gama y chicas semidesnudas detrás de vidrieras. En este mismo barrio le contaron al escritor que había desaparecido recientemente una joven, sin realizarse en ningún momento ninguna denuncia probablemente debido a amenazas. Dijo Long que este es un tema de poca visibilidad, de poca denuncia social, y en el cual la justicia no sabe cómo actuar. “Te engatusan con promesas de llegar al estrellato, -dijo el autor- de ganar concursos de belleza… A veces incluso ganan los concursos porque están arreglados”. Informó también que se suelen contratar personas provenientes de Serbia para colaborar en este negocio, ya que “están acostumbrados a la guerra y están desensibilizados”. “Lo primero que puede hacer el ciudadano para ayudar es no restarle importancia”, concluyó Ruperto Long.
El lunes también se pudo escuchar una charla sobre el libro “La revolución tecnológica: ¿el fin del trabajo?” brindada por Fernando Pereira, presidente del PIT-CNT, Breogán Gonda, uno de los creadores de la herramienta de desarrollo de software GeneXus, y el autor de la obra, el economista Juan Manuel Rodríguez. En un mundo en el que las tecnologías cada vez facilitan más las tareas de los trabajadores, también muchas de estas tareas se ven suplantadas. A la vez, el ganar menos horas de trabajo genera más tiempo libre, tiempo que Fernando Pereira considera que los ciudadanos deberían de dedicar a enriquecer la cultura y no sólo a consumir. Por otro lado, las nuevas técnicas no sólo disminuyen los puestos de trabajo que implican tareas repetitivas, sino que incrementan los puestos de trabajo especializado, por lo que es necesario pensar los movimientos sindicales del futuro ya que el trabajo está en un acelerado cambio. Ya no existen puestos de trabajo de cuarenta años y los jóvenes cada vez aprenden más a adaptarse a cambios tecnológicos rápidos. Es necesario preparar nuevos ciudadanos gremialistas que estén formados a nivel terciario, ya que “con el bachillerato sólo no basta”, dijo Pereira. Los tres protagonistas de la charla coincidieron en que son inevitables los cambios constantes en el ámbito laboral, en que de nada sirven hoy en día las manifestaciones para frenar estos cambios y en que concentrarse en generar más formación terciaria es indispensable si se quiere evitar un aumento insostenible de la desigualdad social.
Diversidad entre los premios
Las mujeres fueron también protagonistas en la feria este último sábado en un diálogo abierto denominado “Literatura de la diversidad: nuevos aires en viejos temas” entre Victoria Rodríguez, Vanesa Artasánchez, Emanuel Andriulis, Inés Acosta y Romina Serrano. En la charla se indagó sobre el trabajo de varias autoras que hicieron explícitos sus amores homosexuales en sus obras, como ser la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi, la argentina Alejandra Pizarnik o la británica Virginia Woolf. Se habló particularmente del amor sufrido existente entre Pizarnik y Silvina Ocampo, amor cuya mayor evidencia es una carta dirigida a Ocampo y escrita por Pizarnik antes de su suicidio. En la carta se pueden leer pasajes como “quisiera que estuvieras desnuda, a mi lado, leyendo tus poemas en voz viva” o “oh, no imaginas cómo me estremezco al recordar tus manos que jamás volveré a tocar si no te complace, puesto que, ya lo ves, lo sexual es un ‘tercero’ por añadidura”. Romina Serrano, licenciada en letras, habló del amor dentro de las nuevas generaciones de esta “posmodernidad” o “hipermodernidad”, considerando que los jóvenes (dentro de los cuales se incluye) “queremos nadar y encontrarnos, pero sin firmar contratos”. Los millenials (ya mencionados por Ernesto Carrión) y la denominada “generación Z” están inmersos en lo que Bauman llama “modernidad líquida”, y Serrano complementó esta noción con la de “fast fashion” o la moda por lo efímero, señalando que esta moda sumerge a la juventud en “la paradoja de la propiedad en el amor”. “Queremos pretender desligarnos del otro, de la necesidad de poseerlo, pero todos queremos dejar algo nuestro en el otro”, opinó Romina Serrano.
Enseguida después de este diálogo, se llevó a cabo en el “Salón Azul” la entrega de los premios Bartolomé Hidalgo, otorgados por la Cámara Uruguaya del Libro en este evento desde 1988. Este año entre los premiados se encontraron en la categoría narrativa “Washed Tombs” de Mercedes Estramil, en la categoría poesía “Acá” de Victor Guichón, en divulgación científica fue premiada la obra “El color, la realidad y nosotros” de Dardo Bardier, y en literatura infantil el libro “Besitos”, escrito por Virginia Brown e ilustrado por Mauricio Marra. Esta última premiación fue seguida del premio a la mejor obra de literatura juvenil, que se lo llevó Fernando González con su libro sobre la dictadura “Lugar imposible”. El autor finalizó su agradecimiento diciendo: “Espero que mañana Brasil le dé una paliza al fascismo”. Desgraciadamente, todos sabemos que sus deseos no se cumplieron. El último premio otorgado fue a la trayectoria y lo recibió Hugo Burel, que pasó al frente para hacer reír al público con sus palabras: “Uno supone que la trayectoria sigue, y estar recibiendo un premio a la trayectoria enfrente a la puerta del paraíso… y bueno… da un poco de miedo… miedo de que el próximo premio sea un obituario”.
Bruno Gariazzo