Durante la marcha. Foto: Carla Alves / SdR

En 1992, siete años después de la restitución democrática, unas 50 personas marchaban por primera vez reivindicando su derecho a ser. Muchas de ellas usaban máscaras para que no las reconocieran. El miedo seguía instalado y visibilizarse podía significar perder el trabajo o la expulsión familiar. Al principio soportaban escupitajos e insultos de los transeúntes más reaccionarios, que veían en los colores la máxima expresión del desorden público. Menos de 30 años después, el número de personas se disparó: 120 mil personas ocupan la calle principal de la capital.
La marcha no es una procesión sino una fiesta en la que no hay imágenes estáticas. Es un caleidoscopio humano donde las diferencias se confunden en un todo homogéneo que baila y canta al unísono de “Todos me miran” o “A quién le importa”. Las luces de colores visten las paredes grises de los edificios y se proyectan sobre las cabezas y los atuendos transparentes. En la marea dinámica el tiempo sólo se detiene a merced de los abrazos de los compañeros en lucha y los besos de los jóvenes enamorados.
Las veteranas lideradas por Karina Pankievich junto a las representantes más jóvenes de la comunidad trans, encabezan la marcha vestidas de amarillo para manifestar la urgencia de la aprobación del proyecto de ley, que está en discusión. Este año la consigna de la marcha fue “Ley Trans ya”.
Desde el jueves, una feria diversa se instaló en la Plaza Independencia. Minutos antes de las 19 horas del viernes comienza a desarmarse. Los fuegos artificiales dan comienzo, la música se enciende y la gente se agrupa por 18 de Julio en dirección al centro de la ciudad. Los flashes de las cámaras, los abrazos y saludos se suceden en medio de miles de personas que se encuentran en la cuadra. Avanzan, extasiados de risas y cantos que hacen eco a lo largo de la avenida.
Cada uno despliega en los atuendos y en los maquillajes una identidad que desea ser visible y postula que la realidad no es uniforme. El último viernes de setiembre es el día de todos los que no entraron en el obsoleto concepto de lo normal. Lady Gaga, Madonna, Gloria Trevi, Thalia, Miss Bolivia cantan los himnos de la insurrección. La Dj Paola Dalto actualiza los clásicos con electrónica.

Durante la marcha. Foto: Carla Alves / SdR

En su comienzo se llamaba Marcha del Orgullo Homosexual, en 2005 pasó a llamarse Marcha de la Diversidad. Desde entonces, con la participación del colectivo Ovejas Negras, se adoptó una perspectiva interseccional sobre los mecanismos de discriminación. Según Diego Sempol, la discriminación no es por la orientación sexual sino por ser “lesbianas afrodescendientes o trans con bajo nivel educativo”.
Se nos acabaron los pañuelos”, dice Delfina Martínez, haciendo mención a la cifra de personas que concurrirían a la marcha. La recolección de firmas para el proyecto de Ley Integral para personas trans a lo largo de estos meses y los ciclos de charlas que se brindaron fueron tomando espacio y concurrencia en el mes de la diversidad.
De a poco van llegando al escenario ubicado en la explanada de la Udelar varias activistas, entre ellas Antonella Fialho, una de las creadoras del proyecto de ley. Exigen que la ley integral se vote sin que se modifique el artículo que habla del acceso de los menores de edad a la hormonización, uno de los temas más debatidos del proyecto.
Mucho fue el daño que la comunidad LGBT sufrió y aún el Estado uruguayo no lo reconoce; sigue habiendo personas que se oponen y alegan que su fin es mantener el orden público. “Condenamos enfáticamente los atentados fascistas contra nuestros memoriales. No es casualidad que los apellidos de quienes atentan contra nuestra memoria coincidan tantas veces con los apellidos de quienes se oponen a la ley. Terrorismo de Estado nunca más”, expresa Fialho durante la proclama. Uno de los artículos del proyecto de ley propone la remuneración a aquellas personas nacidas antes de 1975 que sufrieron persecuciones durante la dictadura por su identidad de género.

Durante la marcha. Foto: Carla Alves / SdR

En esta marcha donde se lucha contra las desigualdades, todas las voces tienen su lugar. Se reclama por la vulneración de las mujeres migrantes que residen en nuestro país y que no tienen acceso a la realización del aborto si no cuentan con más de un año de residencia en el país. También por la falta de garantías que tienen las mujeres lesbianas a la hora de reconocer ante el Registro Civil a sus hijas e hijos, ya que no se les permite llevar el apellido de ambas si no contrajeron matrimonio. Se exige justicia por los casos de violencia racista no resueltos y se reclama por el trabajo libre de racismo.
Las protagonistas hablan
SdR dialogó con tres activistas trans que marchan desde diferentes épocas y ven año a año el crecimiento de la marcha.
Antonella Fialho es una mujer trans que desde 1993 se moviliza en las calles e integra el colectivo Campesinas Rebeldes. Recién este año se siente protegida y “hermanada” con la gente de la diversidad. Afirma que el apoyo recibido en Cerro Largo, su ciudad natal, con 3 mil firmas en apoyo a la ley trans recolectadas en una semana, es una demostración de que no están solas. En Cerro Largo estuvo encargada de recorrer los lugares más carenciados. Habló con los jóvenes y personas mayores y les explicó por qué se están movilizando.
Delfina Martínez, organizadora de la campaña nacional por la ley integral, recuerda a las siete chicas trans asesinadas, cuyos casos siguen sin aclararse: “la justicia tiene un debe con nuestra población. Fueron siete en el período 2011-2012; sólo dos casos se han resuelto y en cinco no se siguió con el expediente”.
Además remarca por qué es importante que se apruebe la ley: “Se tiene que dar ya la aprobación de este proyecto de ley porque somos una población que, como se sabe, ha estado relegada de todo acceso a los derechos fundamentales. Eso se traduce en una expectativa de vida de las personas trans que no llega a los 40 años. Estamos en 2018”.
Josefina González, estudiante universitaria y activista trans, comenzó a marchar en 2006. Comenta que la gran marcha cambió su punto de llegada de la Intendencia de Montevideo a la Udelar porque “nos quedaba corta la marcha. Había gente que cuando llegábamos a la intendencia recién estaba saliendo de Plaza Independencia. Simbólicamente, se hizo en un momento en el que es necesario apoyar a la educación por el 6 por ciento. Ese gesto de unión y transversalización de luchas se decidió desde el año pasado”.
Carla Alves / Jonathann Bentancor  / Leticia Rizzo

El origen del pañuelo amarillo

La feria diversa. Foto: Carla Alves / SdR

El pañuelo amarillo es parte de la campaña nacional de apoyo a la ley integral y es llevada adelante por la colectividad Unión Trans. “El pañuelazo” es una réplica de la iniciativa de las Madres de Mayo. Junto a la recolección nacional de firmas, se configuró en una de las acciones políticas tomadas por los colectivos.
La primera tanda de 2 mil pañuelos se agotó rápidamente. La producción y confección es artesanal y autogestiva, no hay ninguna empresa involucrada sino que “somos personas organizadas que vamos en turnos rotativos al taller a trabajar”, expresó Josefina González. Se eligió el color amarillo para reivindicar y resignificar la “mufa” que tiene en el arte y el teatro, porque no es un color binario y por las señales de tránsito, que dicen “atención, detenete”.
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