URUGUAYAN WILDSTYLE


Foto: SdR

En Sudamérica, particularmente en Uruguay, el arte urbano o callejero se asocia a reivindicaciones políticas o vínculos futbolísticos. Hay artistas que despliegan su arte por el país, sobre todo en Montevideo y Ciudad de la Costa, con firmas reconocidas, pero la mayoría son anónimos.
Esta actividad comenzó en la época moderna. Los marineros y piratas escribían sus iniciales o sus seudónimos sobre piedras o grutas al pisar tierra. Cuando las tropas norteamericanas entraron en Túnez en la primavera de 1943, durante la Segunda Guerra Mundial, vieron por primera vez el grafiti: “Kilroy was here” (en castellano, Kilroy estuvo aquí). Al avanzar sobre tierras europeas volvieron a encontrar una y otra vez esta caricatura. Casi siempre “Kilroy was here” mostró una cabeza y unas manos que asomaban sobre el borde de una valla. Hasta hoy no se conoce al autor, se cree que perteneció a una unidad militar de Ohio. Después de la guerra, el nombre Kilroy se hizo sinónimo de “grafito”.
En 1960, Darryl Cornbread McCray comenzó a grafitear su apodo con firmas por la ciudad de Filadelfia, en Estados Unidos, para llamar la atención de una chica que le gustó. Específicamente, escribía: “Cornbread loves Cynthia”. Ella se enteró de quién era el autor, se enamoraron y más tarde se separaron. Este hábito pronto se convirtió en una misión a tiempo completo para Cornbread. Sin darse cuenta de lo que hacía, ese joven creó una forma de expresión cultural urbana que cinco décadas después está presente en la mayor parte de las ciudades del mundo: el llamado tag, o sea, estampar una firma. El tag es el tipo de grafiti más básico y difundido, y consiste en un simple trazo o logo personal estampado con aerosol o marcador.
La tendencia llegó a Nueva York en 1968. Uno de los seguidores de Cornbread, “Top Cat“, se mudó a Harlem y se llevó consigo el estilo de grafiti Gangster“. Simultáneamente, a comienzos de 1971, un joven de ascendencia griega conocido como “Taki 183” le comentó al New York Times la razón por la cual escribía su nombre en camiones de helado y vagones del metro: “En general, no me siento como una celebridad, pero cuando los muchachos me presentan, me da la sensación de ser famoso”. Miles de adolescentes neoyorkinos tomaron sus marcadores permanentes y aerosoles, treparon rejas con alambrados de púas y corrieron de la policía para hacerse un nombre.
Es difícil encontrarse con uno de ellos y escuchar que hablen de lo que hacen. Sin embargo, SdR conversó con MIN8, CAES, RACSO y WESK sobre la significación y la explicación de las obras del arte callejero uruguayo. Todos forman parte de un arte expresivo que utiliza la calle como su lona y una lata de spray como pincel.
Las primeras rayas en las paredes
Era una época en la que Luiz Inacio Lula Da Silva se convirtió en el primer presidente de izquierda en Brasil, se acusó a Michael Jackson de agresión sexual a un menor en Estados Unidos y el dólar aumentó 4,22% en Uruguay, en plena crisis. En aquel entonces las paredes uruguayas tenían pocos nombres, solo se veían “Cancer Crew”, “Ink Crew” y “El Paso Crew”, todos del oeste de Montevideo. A un joven llamado CAES le llamó la atención esta poca cantidad. Al conseguir un aerosol, comenzó a experimentar a sus alrededores. Dice que uno comienza en la calle donde vivió, después en el vecindario y finalmente se pasa a toda la ciudad. Cuando conoció a gente del ambiente vio la ruptura de lo normal y encontró lo que le gustó hacer. “Cuando mis amigos iban a bailar por la noche, yo salía a pintar”, cuenta. Ahora, la firma de CAES parece volverse omnipresente en la ciudad, aunque firma su apodo con una cara distinta cada vez que sale.
MIN8 – ex Cancer Crew– graffitea hace 20 años y lo va a seguir haciendo. Su famoso tag, hecho con un solo trazo, recorre todo Montevideo. Sus obras son grafitis elaborados que pueden incluir distintos colores, figuras, frases y todo tipo de contenidos. Entre sus representaciones están la de un perro, grandes piezas de felinos o personajes clásicos, como el monstruo Frankenstein.“Es más muralismo, pero de noche es ilegal”, dice la más reconocida en el ambiente grafitero nacional, donde la conocen como la Lady Pink de Uruguay. Lady Pink fue una de las poquísimas mujeres entre los miles de escritores de grafitis de los principios del género en Nueva York, donde chocó contra el machismo de varones que le decían que no podía.
El grafiti es un medio de expresión continuo en el que se gasta energía, se deja un posible legado y una promesa de posteridad. Los grafiteros son capaces de traspasar todos los límites y violar las normas de propiedad y estética, y de esa manera encuentran una libertad propia. Al escribir su nombre, se ubican al borde de la sociedad civilizada, donde plantan su bandera. Todos los artistas consultados admiten que es una forma distinta de andar en la calle y hacer otro uso de ella, especialmente en una ciudad “grafiteable” como Montevideo.
Entre la pintura y la pared
Un grafitero puede colgarse de una de las paredes de un edificio en la madrugada para poner su firma y sus colegas se morirían de la envidia. En simultáneo, los empleados de limpieza o los dueños de la pared se frustrarían al levantarse por la mañana, porque desconocen las reglas y el ambiente. No saben lo que significa un tag, una pieza o un throw up, que son aquellos grafitis que se hacen en poco tiempo y muy fácilmente. Son tags de dos colores, reelaborados en proporciones exageradas; en español le se les llama “bombas”.
El grafiti desarrolló un amplio abanico de estilos. La fórmula más clásica del grafiti es que el mural tape a la pieza, que, a su vez, tape al throw up, y que éste cubra al tag. El mural tiene una supremacía sobre el resto de las fuentes y, si bien muchas personas están de acuerdo con esta ley, también hay quienes le dan poca importancia porque entienden que la calle no tiene dueño y vale lo que se aplica en cada momento. Como dice CAES, “es un cliché que es para gente que no sabe mucho o sabe pero no pinta”.
En el grafiti no hay lugar para los débiles. Hay que ser fuerte, tener convicción, resistencia y mucho coraje. Además de que el arte está fuera de la ley, también implica adentrarse en una “guerra de egos”, una especie de competencia por ver quién tiene más presencia en las calles. “Hay que cuidar el ego”, reflexiona MIN8, y agrega que está bien producir pero siempre se debe tener respeto al otro, aunque también es necesario saber vengarse. En su caso, cuando pinta con un grafitero inmediatamente piensan que es su novio. No reconocen que ella es lo suficientemente fuerte y valiente para quedarse un buen rato con el objetivo de crear algo gigantesco y colorido; siempre se mantuvo firme para enfrentar a las adversidades y los prejuicios para pintar más o mejor que cualquier otro.
Los grafiteros ya establecidos tapan lo que pintan los toys. Ese es el término despectivo que utilizan para referirse a los escritores principiantes o menos avanzados, o sea, aquellos que dibujan con trazos mal hechos o pintan su tag por encima de un mural. Los maestros no tenían por qué respetar las obras de menor calidad, su única preocupación era el avance del estilo. Pero la gran mayoría, como CAES, no condena este hecho: “¿A quién vas a llorar? La calle no es tuya”, reflexiona.
Hay que ser estratégico a la hora de hacer un grafiti. Tiene que ser un lugar accesible a la vista y lejos de paredes donde pintarían los partidos políticos o equipos de fútbol, por ejemplo, avenidas cortas. Rayar 18 de Julio es una de las metas del circuito grafitero uruguayo, ya que se trata de la avenida céntrica con más tránsito, por la que a diario pasan miles de personas de distintos países. Cada día aparecerá un nuevo nombre sobre una persiana de una farmacia o sobre un contador de luz. Paradójicamente, es una de las avenidas más cortas de Montevideo.
La inversión en el grafiti es cara
La herramienta suprema es el aerosol, pero se puede pintar con látex, marcadores y pegotines. El fin último es dejar un nombre. Zooko fue primer negocio en traer las latas marca Montana en 2008, y luego se fundó Powerline. Ambos se especializaron en la venta de materiales. La marca Montana tiene sprays con más de 150 colores, distintos a los que se encuentran en una ferretería. El precio de una lata de spray ronda los 280 pesos uruguayos.
El grafiti siempre fue caro y el principal problema es acceder a los materiales. La pintura especifica no es un impedimento, los escritores siempre buscan una manera de colorear. CAES prefiere no pensar en el dinero y no le interesa saber lo que gasta en materiales para rayar. MIN8 coincide en que el arte callejero es caro, pero considera que es productivo, ya que abre la mente para inventar.

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Vivir en las afueras de Montevideo nunca frenó a la SJC Crew, un grupo de jóvenes que viven en Ciudad de la Costa y sostienen que, mientras puedan pintar sus apodos en la urbe, les da igual la marca de aerosol. En castellano, crew significa “tripulación”; se trata de un grupo que se junta para salir a grafitear. RACSO y WESK son dos jóvenes de la Ciudad de la Costa integrantes del grupo que grafitea desde hace tres años y medio. Por una hora, los guisantes de latas rebotan y mezclan la pintura en sus mochilas en un ómnibus para ir a la capital. RACSO explica su situación: “Mientras espero que baje un poco el movimiento, paso tiempo sin pintar. Cuando te querés acordar es tardísimo, tenes una hora de viaje y después hay que levantarse para ir a trabajar”. “En la ciudad se puede recorrer más y siempre habrá una pared desnuda. Son diferentes ámbitos, dos cuadras de la Ciudad de la Costa no son lo mismo que las de Montevideo, simplemente porque es un balneario”, dice WESK.
Cada lata tiene su historia
En la ciudad muerta, llena de gente nostálgica, los que andan de capucha y con un aerosol en la mano son enemigos públicos. No es que los artistas pinten por instinto y sin reflexionar, al contrario, el grafiti es político; no en el sentido de proclamar un mensaje forzado, sino en el de buscar una funcionalidad de la calle distinta a la que plantea la mayoría de la sociedad. La escritura de grafitis es una manera de ganar estatus en una sociedad donde poseer una propiedad es tener una identidad.
Varios factores han hecho que la expansión del género por la capital uruguaya fuera posible. Las piezas, throw ups y murales se han ido apoderando de las calles de Ciudad Vieja, Goes y Tres Cruces. Antes, el grafiti estaba asociado lo con lo rayado o lo desprolijo. “Cuando pedíamos un muro para pintar, decíamos que era para un mural y luego sacábamos los aerosoles”, recuerda MIN8 mientras explica que, en los últimos años, a Uruguay le costó abrirse al género pese a que es un país amante del arte.
Toda ciudad en el mundo fue grafiteada en algún momento. Algunas utilizan el arte para embellecer ciertos espacios, principalmente aquellos más marginados, para dejar más agradables las calles, como ocurrió en el distrito del Diseño de Miami, en Estados Unidos. CAES no está de acuerdo con esta decisión gubernamental; para él el grafiti es feo y no se hace para embellecer: “Estoy en contra de los murales que fomentan la gentrificación en lugares deprimidos y manejados por gente con plata, a quienes solo les interesa hacer edificios nuevos para encarecer el costo de vida. No embellezco ciudades, lo hago por mí”.
CAES grafitea porque lo hace sentirse bien y se divierte. En su caso, nunca tuvo facilidad para dibujar, con esfuerzo durante muchos años logró estar contento con lo que pinta, pero nunca queda del todo conforme.
Para rayadores frecuentes en la costa, como los de SJC Crew, el tag es llamativo y rompe la vista del vecino que no está acostumbrado a ver grafitis. Antes de estos jóvenes, la zona metropolitana nunca tuvo tanto color. Prefieren la Avenida Giannastassio y la Ruta Interbalnearia porque pasan muchas más personas que en 18 de julio. En sus barrios quedaron mal vistos por haber plasmado buena parte de su arte en las paredes de los negocios de la zona. “Le dimos el toque ‘vandal’ a la ciudad y la gente nos agarró bronca”, dice RACSO, y agrega que todavía falta para que el arte callejero sea habitual en el lugar donde vive.
En distintos momentos de sus vidas, todos estos grafiteros viajaron por el mundo y aplicaron sus técnicas en países como Argentina, Perú, Paraguay, Estados Unidos y algunas partes de Europa. Señalan que lo ideal es saber moverse, pintar lo máximo y sentirse orgullosos por lo que hacen. Al mismo tiempo, están de acuerdo en que Montevideo no es un destino grafitero, sino que es una ciudad “básica” para pintar, por ejemplo, le faltan puentes o un metro, al estilo de otras ciudades más pobladas como Nueva York o Buenos Aires. Aunque lleguen a grafitear muchos artistas de distintos lugares porque es una ciudad lenta y de poco movimiento, “Montevideo es un patio de recreo comparada con otras ciudades como Buenos Aires”, afirma WESK.
Cada uno de los jóvenes que hacen grafiti inventó su vida y, de esa manera, renovó su cultura y su lenguaje y se transformó. Al mismo tiempo, el dinamismo y la comunicación del grafiti uruguayo llevó a crear una generación de grandes artistas. Despliegan su arte y, a su manera, es una corriente wildstyle. Una ola de artistas con poco reconocimiento en la sociedad, que se encuentran entrelazados y superpuestos en los edificios de la ciudad. Son los nuevos Pedro Figari, Joaquín Torres García y Petrona Viera, pero agitando una lata de spray en la mano.
Branden Luis Figarola

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