Instalaciones del hospital Vilardebó. Foto: sitio del Hospital Vilardebó.

En Uruguay, el modelo de atención en salud mental para los pacientes que presentan trastornos psiquiátricos complejos, es arcaico y ya ha caído en desuso en gran parte del mundo.
Hoy en día, si alguna persona en nuestro país es diagnosticada con algún padecimiento psiquiátrico que no haya podido ser estabilizado en los primeros niveles de atención, como las instancias de atención ambulatoria o los cortos períodos de internación en hospitales generales o clínicas privadas especializadas, es derivada a sitios de internación más prolongada como el Vilardebó o incluso de estadía permanente como pueden serlo las colonias Bernardo Etchepare y Santín Carlos Rossi ubicadas en el departamento de San José.
La existencia de este tipo de centros dentro de la órbita de la atención en salud mental es lo que a nivel mundial ha ido desapareciendo desde hace ya varios años. En charla con Nelson de León, psicólogo especialista en temas de salud mental, explicó por qué ha ido desapareciendo este modelo y cuál es la tendencia: “Las lógicas manicomiales no contemplan la posibilidad de integración e inclusión comunitaria, en cambio inhiben, son estigmatizantes, rompen los nexos sociales y las relaciones familiares y hacen mucho mas difícil que luego la persona pueda integrarse a trabajar y a vivir en comunidad”.
“La tendencia mundial es que los hospitales psiquiátricos de atención monovalente (que solo atienden pacientes con estos padecimientos) deben de ser sustituidos por dispositivos de atención comunitaria, y en todo caso cuando una internación sea ineludible, que sea en un hospital general de corta estadía”.
Refiriéndose al mismo tema, el doctor y director de Salud Mental de ASSE, Horacio Porciúncula, expresó que “a nivel mundial, los grandes institutos donde hay mucha gente tienden a segmentarse para brindar un tratamiento personalizado e individualizado”. Sin embargo, el modelo uruguayo “masifica el tratamiento y se evita el contacto social que necesariamente tiene que ver con la recuperación”.
Otra manera de llegar a estos lugares es por disposición judicial. El director contó que en reiteradas ocasiones una persona en situación de calle llega a un juzgado “alcoholizado o con algún trastorno conductual” y el juez puede dictaminar que la persona ha de tratarse “y lo manda a uno de estos hospitales. Después queda ahí como en situación más permanente”. “Actualmente hay 180 personas con ese perfil en las colonias y 174 en el Hospital Vilardebó”, agregó Porciúncula.
En 1990 Uruguay estuvo presente en la conferencia que adoptó la Declaración de Caracas, donde se comprometió a apoyar una reestructuración del modelo de atención en salud mental con mayor énfasis en otros “modelos alternativos centrados en la comunidad y dentro de sus redes sociales”, así como también evaluar la relevancia que posee el hospital psiquiátrico en el sistema de atención, papel que en nuestro país representa el Hospital Vilardebó.
Según Porciúncula, en Uruguay existe la intención de “ir superando este modelo”, pero en promedio, en las distintas partes del mundo donde se han implementado estos cambios, han demorado unos diez años desde el inicio del proceso hasta “que se constituyera en un modelo funcional”.
De acuerdo a lo que ilustró De León, en Uruguay estas lógicas de atención manicomial permanecen y “se sostienen porque también las sostienen los enfermeros, las sostienen los psiquiatras, las sostienen los psicólogos”. Y el cierre de alguno de estos grandes centros de atención despierta un enfrentamiento con los trabajadores que reclaman por su derecho a conservar el trabajo. Pero “no se pierde el trabajo; solo cambia el proceso”.

Álvaro Ganduglia
FacebookTwitter