El Papa Francisco con el rey de España Felipe VI y la reina Letizia durante una audiencia privada en el Vaticano el 30 de junio de 2014. AFP POOL PHOTO / ALESSANDRO BIANCHI.

En estos últimos años el Vaticano y la monarquía española comparten el mismo proceso: ante una crisis interna institucional y el escepticismo de sus seguidores, recurrieron a la abdicación de sus figuras más visibles, Benedicto XVI y Juan Carlos I respectivamente, para provocar un cambio de imagen. No obstante, sus coincidencias no son solo en el marketing político sino también en sus intereses, por tal motivo insisten en la importancia de la relación entre la Iglesia y el Estado.
Los actuales reyes de España, Felipe VI de Borbón y Letizia Ortiz, en su primer viaje oficial al exterior, visitaron al papa Francisco I en el Vaticano. Luego de los saludos cordiales frente a la prensa se reunieron de forma privada en la Santa Sede. Entre otros temas conversaron sobre “la importancia de favorecer el diálogo y la colaboración entre la Iglesia y el Estado por el bien de toda la sociedad española”.
El encuentro fue en un ambiente de cordialidad y buen humor. Según relata el País de Madrid, Felipe reprodujo el chiste con el que Bergoglio bromeó con Juan Carlos, en su última visita como rey de España, cuando en la duda de quién ingresaba primero le dijo: “Primero los monaguillos”.
Felipe le detalló que su relevo lo “estaba viviendo intenso, pero tranquilo”. En su país, desde la abdicación de su padre, se multiplicaron en las calles y en las tertulias mediáticas discusiones entre conservar el sistema monárquico o apostar por la República. Según sondeos difundidos por medios españoles, la mitad de la población está interesada en acudir a las urnas para decidir su forma de gobierno.
La abdicación de Juan Carlos fue un intento de acercarse al pueblo español que por motivos de excesivos gastos y corrupción de la familia real, en el contexto de una severa crisis económica, causaron perdida de adherentes a la causa monárquica, como fue el caso del accidente que sufrió el rey durante la caza de elefantes en Botsuana o la imputación de la infanta Cristina, su segunda hija, en casos de delitos fiscales y lavado de dinero.
El relevo les permite dar una imagen renovada y cambiar por un perfil austero, presentado por los nuevos reyes ya desde su coronación. Sin embargo, se ha cuestionado la legitimidad de que gobierne la familia real, que se respalda en la Ley de Sucesión de la Jefatura de Estado, creada por Francisco Franco en 1947, que le otorgó a este la potestad de elegir a su heredero. Esta fue utilizada para asignar en 1969 como príncipe a Juan Carlos, para luego coronarse tras la muerte del dictador.
El Vaticano en España
La Iglesia católica en los años previos a la II República mantenía un estrecho vínculo con la monarquía. Sin embargo, cuando se cambió el sistema de gobierno en 1931, desde el Vaticano el Papa Pío XI aceptó a las nuevas autoridades republicanas porque tras la deposición del rey Alfonso XIII no había figurado ninguna oposición al sistema político instaurado. Aparte, el presidente elegido Niceto Alcalá Zamora, por su convicción católica, prometió respetar a la Iglesia. Pero el pueblo no reaccionó de la misma manera y la convulsión política empapada por el anticlericalismo llevó a atentar contra las iglesias y los sacerdotes.
El Vaticano durante toda la guerra civil permaneció neutral; sin embargo, después de descartar que el Caudillo actuara de la misma forma con los clérigos que como lo hacía Hitler, el Vaticano aprobó su gobierno a los dos años de asumido.
A casi ochenta años de la guerra civil española, Felipe VI -que heredó su poder indirectamente de Francisco Franco- y el sumo pontífice vuelven a priorizar la relación entre la Iglesia y el Estado, y con ello los intereses que los ligan. Pues, en el caso de que se vuelva a un sistema republicano, es difícil que se repita una persecución clerical, pero la Iglesia perdería respaldo político y económico.
Lavado de cara
Francisco I o Jorge Bergoglio aportó una nueva imagen a la Iglesia  Católica por su lenguaje sencillo y directo, su promesa de austeridad con la frase de “una iglesia pobre para pobres” y el hecho de que abordara temas controversiales como la crítica al capitalismo actual o la homosexualidad. Todos estos aspectos le vierten modernidad a la institución eclesiástica. Sin embargo, los escándalos sobre corrupción, pederastia y lavado de dinero continúan.
En ese mismo intento empezó su reinado Felipe VI, casado con una periodista sin herencia dinástica, que tiene estudios de Derecho en España y de Relaciones Internacionales en Estados Unidos, con la apariencia de que está preparado para asumir la jefatura de Estado, no solo por pertenecer a la familia real sino también por su formación académica. Es así que su imagen pretende renovar a la monarquía española. Sin embargo, la sombra de los gastos ostentosos, la corrupción de su familia y la indignación política de la sociedad por la crisis económica, construyen un escenario que dificulta la legitimidad de su autoridad.
El hecho de que sea la primera visita oficial en el extranjero de los reyes al Vaticano no es casualidad. La población española sigue arraigada a la religión católica y que la monarquía esté cerca del símbolo institucional de la religión, la Iglesia, genera estabilidad. Ambas gestiones recién comienzan, sin ninguna promesa de cambio estructural; sin embargo es necesario esperar si esa mejor colaboración entre la Iglesia y el Estado es para los españoles o solo beneficia el poderío ideológico del Vaticano y la monarquía, porque si algo queda claro es que ni el papa ni el rey carecen de estrategias políticas para preservar sus influencias de poder.
Sebastián Bustamante

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